Liceo de niñas, casa de las federaciones y cuna del arte: Las otras vidas del Palacio Pereira antes de la Convención

Por Bianca González Contreras

Fuente: The Clinic 01/07/2021

A días de que comience la Convención Constituyente, The Clinic fue tras la historia de este edificio, que será una de sus sedes de trabajo. En sus 148 años de vida, ha albergado a aristócratas, estudiantes, artistas y cuidadores que lo usaron como escenario de distintos momentos que marcaron sus vidas. Aquí, conversamos con sus protagonistas.

Es un edificio de dos pisos y aproximadamente 14 metros de altura que durante 30 años permaneció en el abandono y en julio, tras su larga resurrección, recibirá a los 155 constituyentes que trabajarán en la redacción de la nueva Carta Magna. Se trata del Palacio Pereira, ubicado en Huérfanos 1515, en Santiago Centro, y que hace 40 años fue declarado Monumento Histórico.

La mansión fue construida en 1872 por encargo de don Luis Pereira Cotapos, un influyente abogado, empresario y político chileno para su mujer, Carolina Íñiguez, y sus once hijos. Su arquitecto fue un famoso francés radicado en Chile, don Lucien Ambroise Hénault, quien ya había trabajado en otras obras importantes para el patrimonio nacional, como el Teatro Municipal, el ex Congreso Nacional y la Casa Central de la Universidad de Chile.

Tras la muerte de sus dueños en la década de 1930, pasó por varias manos que fueron introduciendo nuevas intervenciones en el edificio. Primero perteneció al Arzobispado de Santiago y luego, en los 1960, fue vendido a la Inmobiliaria San Luis y utilizado como galería comercial durante un corto período. Más tarde, fue arrendado por el Ministerio de Educación para recibir a alumnas del Liceo Nº 3 de Niñas, que funcionó hasta 1970 aproximadamente.

Desde 1972, el Frente de Estudiantes Revolucionarios, ligado al MIR, ocupó el Palacio Pereira como lugar de reunión hasta que un año después, cuando fueron desalojados tras el golpe de Estado. A comienzos de los 1980, el Palacio fue comprado por Raúl del Río Alfaro, dueño de una constructora e inmobiliaria del mismo nombre. Durante décadas, permaneció en el deterioro en medio de promesas públicas y privadas para su restauración hasta que en diciembre de 2011, el inmueble fue comprado por el Estado.

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Vista del Palacio Pereira en 2010.

Luego vino una fase de restauración para convertirlo en la sede del nuevo Ministerio de las Culturas, las Artes y el Patrimonio. Las obras comenzaron en 2016 y hoy se encuentra en su fase final de habilitación. Desde el próximo 4 de julio, será usado para las comisiones y servicios de la Convención Constituyente de forma temporal. 

A un par de días de que los constituyentes se instalen en este palacio patrimonial, The Clinic recopiló cinco historias vinculadas a él. Sus protagonistas son una exalumna del liceo Nº 3, un exdirigente estudiantil, un sobrino de los cuidadores que pasó gran parte de su infancia en ese lugar, un artista que mantuvo su taller ahí por más de diez años y dos arquitectas del equipo encargado de su restauración. 

Volver a los 17

Desde 1958 hasta 1963, Silvia Correa estudió en el Liceo Nº 3 de Niñas Mercedes Marín del Solar cuando estuvo ubicado en el Palacio Pereira, de donde egresó a los 18 años. Los salones de su primer y segundo piso estaban habilitados como salas de clases y en el patio del Liceo, se realizaban concursos escolares y clases de deportes como volleyball y badminton. 

Silvia recuerda ese período con nitidez. Una de las experiencias que más atesora es un concurso de disfraces donde junto a sus compañeras se construyeron unos trajes a partir de arpilleras y lanas de colores y ganaron el primer lugar. Otra de ellas es un concurso de salas, que consistía en dejar las salas de clases lo más ordenada posible. Para ello, la pintaron, decoraron las paredes con adornos y colgaron un macetero con magnolias en la puerta de la sala. También lo ganaron.

“El concurso de salas lo ganaba quien dejara más linda su sala y la nuestra quedó súper linda y elegante. Ahora, viéndolo en retrospectiva, me imagino que quizás nos lo pidieron con el fin de poder limpiar un poco los residuos y así las instalaciones del palacio pudieran estar más presentables”, explica.

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Primer premio del concurso de disfraces Liceo de Niñas N°3, realizado en el patio del Liceo en 1962. Crédito: Archivo fotográfico de Silvia Correa.

Se emocionó mucho cuando se enteró de la restauración del edificio y más aún cuando lo volvió a visitar el año pasado junto a algunas de sus compañeras, con quienes aún mantiene contacto. “Sentí mucha alegría de poder estar ahí de nuevo. Es como volver a los 17, imagínate. Era mucha la diferencia eso sí, porque el patio antes estaba cerrado con ventanales y la fachada estaba bien deteriorada, pero ahora quedó preciosa”, cuenta.

Casa de las federaciones

En 1972, se entregó el Palacio Pereira a las federaciones de estudiantes de esa época. Esto, tras una reunión entre estas y el entonces ministro de Educación, Anibal Palma, quien decidió habilitar el lugar para que se reunieran ahí. Así, luego de haber sido liceo, el espacio pasó a ser conocido como “La casa de las federaciones” hasta el golpe de Estado. 

Fue un lugar de reunión de jóvenes entre 13 y 25 años que conformaban distintos grupos estudiantiles. Ahí se juntaban miembros de la Federación de Estudiantes Vespertinos y Nocturnos (Fevenoch), la Federación de Estudiantes Secundarios de Santiago (FESES), el Frente de Izquierda de Estudiantes Particulares (FIEP) y el Frente de Estudiantes Revolucionarios (FER), entre otros. 

Durante ese tiempo, fue un centro donde un sector del estudiantado, especialmente de izquierda, se reunía para discutir, planificar actividades y realizar asambleas. También de vez en cuando, organizaban parras donde tocaban guitarra entonando canciones de Victor Jara y terminaban la noche durmiendo en sacos de dormir. Se reunían de dos a tres veces por semana e incluso llegaban estudiantes provenientes de otras regiones del país.

Milton Lee fue líder del FER y militante del MIR en ese período. Como tal, asistió muchas veces a las reuniones que se organizaban en el Palacio Pereira. “Muchos de los jóvenes y estudiantes que participaban ya no están. Fueron detenidos, torturados y desaparecidos con la dictadura. Este es un edificio que también carga una mochila de los sinsabores que significó ese compromiso social juvenil que tenía la gente que lo frecuentaba a menudo”, dice.

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Palacio Pereira restaurado. Crédito: Ministerio de las Culturas, las Artes y el Patrimonio

Juegos de niños

Alejandro Lelas nació en 1976 y desde sus primeros años de vida frecuentó constantemente el Palacio Pereira. Era sobrino de la familia Lelas, quienes fueron cuidadores del edificio por alrededor de 40 años. Pese a la peligrosidad del edificio, recuerda haber jugado y recorrido el espacio numerosas veces durante su infancia, imaginando distintas historias en sus salones junto a sus primas. 

De vez en cuando, visitaba a escondidas el segundo piso y el balcón hacia Huérfanos junto a sus primas. “No nos podían pillar, porque estaba tan deteriorado el piso que nos podíamos caer. Era una estructura muy inestable, era bien peligroso, pero divertido. Fue una experiencia muy bonita haber vivido gran parte de mi infancia en el palacio”, dice. 

Su juego favorito era jugar a la escondida. Por el amplio espacio, los escondites eran múltiples. Alejandro también cuenta que era común presenciar cosas paranormales en el lugar, aunque a él nunca le pasó nada. “Otros familiares vieron cosas muy extrañas. Por ejemplo, sentían ruidos en la noche en sus dormitorios, veían a un niño jugando con una pelota y una vez vieron a un cura atravesar una de las paredes. Ojalá que a los constituyentes no los penen (risas)”, relata.

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Palacio Pereira, década 1980. Crédito: Archivo fotográfico de Silvia Correa.

Otro de los grandes recuerdos que atesora es un matrimonio que le organizó a una pareja de amigos, cuando él tenía 17 años. Junto a otros compañeros, lavaron y limpiaron un gran salón para realizar la ceremonia en ese lugar. Adornaron con velas, sus tíos prepararon un asado para todos y luego bailaron durante horas. A la fiesta asistieron alrededor de 40 personas.

Cuna del arte

Desde 1994 hasta 2007, el artista Mario Lagos tuvo su taller ubicado en el mismo Palacio Pereira, gracias a una invitación de la constructora Raúl del Río, en ese entonces propietaria del inmueble. Con el fin de revivir la memoria del lugar, Lagos recuperaba elementos del edificio para crear obras artísticas a partir de sus ruinas.

Mario recuerda que hubo una época en que un sector del palacio lo estaban echando abajo. Ahí cayeron montones de escombros, palos, arenas, molduras y pedazos de decoración, que él fue guardando para ocupar posteriormente en sus obras, especialmente en sus libros de artista, piezas de arte que presentan alguna conexión de ideas entre los materiales usados y sus contenidos.

“Hice unos libros bien grandes que conservan el archivo de ese desastre del cual nadie se hacía cargo, ni el Estado, ni los particulares. Formé otras cosas a partir de lo que había en este lugar abandonado. Quería resignificar esa ruina realizando arte a partir de los restos de ese lugar que se iba desmoronando”, explica.

Uno de sus libros de artista en el suelo del Palacio Pereira. Crédito: Archivo fotográfico de Mario Lagos.

Durante los 13 años que trabajó ahí, usó la parte del crucero central y las alas del Palacio Pereira para realizar sus obras. En ese lugar, prendía una estufa para protegerse del frío y ambientaba el espacio con música de ópera. Según cuenta, este espacio fue clave para su arte. Ahí, realizó sus libros de artista y pintó varios cuadros.

“Trabajar en ese lugar fue algo impresionante y sobrecogido. Era una atmósfera increíble. No sentías el ruido de la calle, era como una especie de convento. A veces pasaban manifestaciones y no escuchabas nada. Me acuerdo que miraba por la ventana y notaba que adentro sólo reinaba el silencio. Era algo monumental, pero también había nostalgia, porque un lugar tan increíble estaba yéndose y derrumbándose paso a paso”, cuenta.

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Mario trabajando en su taller en 1996. Crédito: Archivo fotográfico de Mario Lagos.

La restauración

Luego de que el edificio fuera comprado por el Estado, este convocó a un concurso internacional para su recuperación y a su vez crear una obra nueva que conviviera armónicamente con esta construcción y su entorno. El proyecto fue adjudicado al equipo de la arquitecta Cecilia Puga junto a Paula Velasco y Alberto Moletto y fue ejecutado y financiado por el Ministerio de Obras Públicas, a través de su Dirección de Arquitectura.

La primera vez que Puga y su equipo ingresaron al edificio, se encontraron con sus paredes agrietadas, estructuras llenas de polvo, el piso destruido y ornamentos a punto de desprenderse. En algunos lugares, también habían crecido malezas. “Era una ruina que había permanecido abandonada por más de 30 años. Y no sólo eso, también fue destruida por la mano del hombre más que por los eventos telúricos. Le sacaron las vigas, los revestimientos y la albañilería quedó a la vista. Lo dejaron expuesto a todo el deterioro que el clima puede ejercer en una estructura que no está protegida”, cuenta Puga.

Cecilia Puga, arquitecta a cargo del proyecto de restauración del edificio, guía a los consejeros y consejeras nacionales por el Palacio Pereira, sede de la Convención Constituyente. Crédito: Ministerio de las Culturas, las Artes y el Patrimonio.

Las obras se iniciaron en julio de 2016 y ahora se encuentran en su última etapa. En este trabajo intervinieron más de 200 trabajadores, entre los que se cuentan albañiles, carpinteros, jornales, yeseros, restauradores y otros profesionales y expertos. El trabajo implicó la consolidación y reparación estructural, la restauración de fachadas e interior del edificio original y la renovación y restauración de los elementos de madera y metal.

“Lo que nos dejó más contentos fue haber podido hacer dialogar un edificio histórico de 1870, que representa un momento muy específico de Chile, con una obra absolutamente contemporánea y haber podido generar un nexo entre ambas, pues se potencian entre sí. Demuestra que se puede abordar el problema del patrimonio desde el presente, respetando la historia de nuestra cultura y las realidades contemporáneas. Es un edificio muy amable y apto para todas las funciones que tiene, tanto las públicas como las institucionales”, dice una de las arquitectas del proyecto, Paula Velasco.

Palacio Pereira
Palacio Pereira restaurado. Crédito: Agencia Uno.

La sede de los constituyentes

Desde el 4 de julio, este palacio que ha tenido múltiples vidas hasta hoy, albergará las oficinas y las comisiones de servicios de la Convención Constituyente, en conjunto con el ex Congreso Nacional. Sobre la preparación del edificio para recibir a los constituyentes, la ministra Consuelo Valdés señala que “utilizar este espacio patrimonial como parte del proceso constituyente representa un hito relevante y simbólico en la historia de este edificio, ya que se le devolverá a la ciudadanía en un contexto que permitirá relevar y valorizar el patrimonio en su rol público, entendiéndolo como un bien fundamental para la construcción de un futuro común”.

Tradicionalmente, el edificio era conocido como un lugar de encuentro de la aristocracia nacional. Hoy, su función es distinta. Tiene espacios que están destinados a su uso ciudadano, que contemplan exposiciones, visitas, un auditorio y espacios para cafetería, librería y un centro de documentación. Al respecto, el académico de la Escuela de Arquitectura de la U. Diego Portales, Cristián León, afirma: “Este deslizamiento, desde acoger la vida aristocrática del siglo XIX a un uso cívico de relevancia nacional, nos habla de la capacidad que tiene la arquitectura de adaptarse a los tiempos; de entender que las obras de arquitectura son organismos vivos que participan plenamente de la vida de sus ciudades”.

Crédito: Mario Ruiz / Ministerio de las Culturas, las Artes y el Patrimonio.

Sobre la importancia de esta construcción como el lugar donde se redactará la nueva Constitución, León señala que el palacio le dará dignidad y relevancia simbólica a la función que se realizará en su interior. “La arquitectura no sólo cumple con la función de entregar algunos recintos para realizar ciertas labores para elaborar la nueva constitución, sino que además las celebra, las vuelve un acto social de relevancia nacional”, cierra.

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