Miguel Lawner: «La planificación urbana es un capítulo completamente ausente hoy»
Por Rita Cox F.
Fuente: Pauta 21/08/2021
El Premio Nacional de Arquitectura 2019, que hace unos días cumplió 93 años, es crítico también de la gestión del Minvu para solucionar la crisis de la vivienda social.
Estudié arquitectura simplemente por azar». La frase queda retumbando al aire y flota como un misterio. ¿Cómo es posible que el Premio Nacional de Arquitectura 2019, voz fundamental en materia de vivienda social en Chile y autor de un contundente cuerpo teórico a través de libros y ensayos, sea arquitecto por casualidad?
Miguel Lawner cumplió 93 años hace unos días. Trabaja sin descanso en su oficina, y fue quien, junto a Alejandro Aravena, abrió a principios de mes el ciclo de conversatorios organizado por el Colegio de Arquitectos de Chile como parte de los festejos de los 49 años de ese gremio, al que pertenece y del que fue director durante ocho años a mediados de la década de los ochenta.
Su rol de académico en su casa, la Universidad de Chile; la Corporación de Mejoramiento Urbano (CORMU) y el plan habitacional y de viviendas para la comunidad militar en Chile son también hitos de una trayectoria interrumpida por el golpe de 1973, su detención en el Estadio Chile, luego en Isla Dawson y otros recintos. En total, dos años privado de libertad hasta que, junto a su mujer, la arquitecta Ana María Barrenechea, partieron al exilio en Dinamarca. Allí también lo tocó el azar. Un curso con una plaza vacía en la Universidad de Copenhague le permitió enseñar lo que le apasiona: vivienda y desarrollo en países en vías de desarrollo; un curso dirigido a arquitectos titulados de países como Chile. En 1984 el matrimonio Lawner-Barrenechea regresó al país y reabrió su oficina Bel.
– ¿Cómo es eso que es arquitecto por azar?
«Cuando estaba en el último año de la educación secundaria, en el Instituto Nacional, mi profesor de dibujo, hombre impresionante con una melena blanca magnífica, me recomendó estudiar arquitectura, profesión de la que no tenía ni la más mínima idea. A raíz de ese comentario comencé a documentarme y él me insistió. Llegué a arquitectura gracias a ese maestro. No llevaba ni tres horas en la escuela y me di cuenta de que era la realización máxima que podía tener en mi vida. Disfruté como pocos la carrera, fui un alumno destacado y pronto fui designado ayudante y luego profesor».
En entrevista con el programa Plaza Pauta, de Radio PAUTA, Lawner, que egresó en 1954 de la universidad, contó que en ese amor hacia su carrera fue determinante la época que le tocó vivir. «Tuve la fortuna de que el año en que ingresé, en 1946, se puso en función un nuevo plan de estudios, la llamada ‘reforma del año 46’, que acabó con la concepción clásica de las escuelas de arquitectura que existían en el mundo, basadas en las escuelas de Bellas Artes de París, completamente ajenas a la realidad chilena. En consecuencia, tuve una formación muy vinculada a la sociedad en que estábamos inscritos. Me tocó vivir un tiempo de concepciones muy progresistas post Segunda Guerra Mundial. Flotaba en la humanidad entera un aire progresista con un acento muy fundamental en lo social, después de la pesadilla que significó el triunfo del nazismo. Ese magnífico plan de estudio estuvo influido por un profesor húngaro que llegó a Chile como refugiado y que había estudiado en la escuela de la Bauhaus. Esa concepción social en el ejercicio de mi profesión me ha acompañado toda la vida», resume.
Si tiene que elegir una obra de la que se siente especialmente orgulloso, ésa es el Museo de la Solidaridad Salvador Allende. «Estoy muy satisfecho de haber realizado la habilitación de esa vieja casona preciosa en Avenida República y que acoge a esa magnífica colección donada por los artistas -pintores y escultores- más prominentes del mundo», afirma.
La ciudad en problemas
Miguel Lawner ha insistido recientemente, a través de entrevistas y conversatorios, en que hoy los problemas de urbanismo y de la ciudad deben ser prioritarios para los arquitectos.
«Por mucho que hagas buena arquitectura, si está inserta en un espacio no planificado, donde existen numerosas contradicciones o conflictos que conspiran para que esa obra juegue el rol que debe jugar, no se cumple el propósito. La planificación urbana es un capítulo completamente ausente hoy en la práctica de la arquitectura y el urbanismo en Chile. Eso, porque el Estado cedió la conducción de las políticas, tanto en materia de viviendas como de planificación urbana, a manos de la iniciativa privada, como consecuencia de este modelo de Estado subsidiario», sostiene.
El tono de Lawner se vuelve más duro cuando se refiere a la crisis de la vivienda social y el rol que ha tenido la cartera a cargo. «Pocas veces hemos tenido un cuadro más dramático en este campo. Al déficit cualitativo y cuantitativo determinado por los números del propio Ministerio de la Vivienda, y que asciende a aproximadamente quinientas mil unidades habitacionales -entre viviendas en malas condiciones y precarias, allegados y núcleos hacinados-, tenemos que añadir unas ochenta mil familias situadas en campamentos y un número indeterminado que, en los últimos dos años, se ha ido instalando en plazas y espacios públicos de este país y que hasta ahora parece incontrolable. Frente a ese cuadro, tenemos a un Ministerio de Vivienda incompetente que hace ofrecimientos, pero que no los transforma en una realidad», dice.
«El ministro [de Vivienda Felipe] Ward, el 5 de marzo de este año, anunció con gran publicidad el plan que llamó ‘100 + 100’. Usó la expresión ‘cerrar’ cien campamentos este año y anunció que otros cien tendrían algún tipo de mejoramiento en materia de infraestructura. Solicitamos vía Ley de Transparencia que nos especificara dónde están esos campamentos, a cuántas personas involucraban y en qué consistían los trabajos. Recién el 20 de julio contestó entregando una nómina de cien campamentos para cerrar y otros cien para mejora. Pero no los ubica, no los nombra. Estamos a mediados de agosto y, según nuestros conocimientos, no hay un solo campamento donde se haya hecho algo», critica.
No es posible cerrar la conversación con Miguel Lawner sin preguntarle por el diálogo de años que sostuvo con su mujer, fallecida en 2017.»Creamos un hogar feliz, criamos a nuestros hijos felices y compartimos un oficio excepcional sin haber tenido jamás un conflicto. Nos repartíamos las labores en la oficina. Anita tenía mejores habilidades que yo en materia de administración. Sin ella, probablemente, nos hubiéramos ido ‘a la cresta’, como se dice en buen castellano», destaca con evidente emoción.