Autoridades prometen que en 15 días habrá catastro de daños y destrucción
Un equipo del Ministerio de Vivienda e ingenieros de la U. de Chile harán informe previo tras recorrer casa por casa la zona del desastre.
La Presidenta comprometió un nuevo hospital para Tocopilla y se manifestó impactada por el tremendo daño material provocado por el sismo.
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por BERNARDITA MARINO, PABLO CARRASCO y UZIEL GÓMEZ
ANTOFAGASTA.- «La ministra de Vivienda ha dicho un mes y yo le he pedido que ojalá sea más corto, sean 15 días, lo más corto posible y que podamos tener censadas las casas en el sentido estructural, saber cuáles son aquellas que hay que demoler y cuáles pueden ser reparadas. Se buscarán soluciones rápidas a través de casas de emergencia y carpas, que están llegando desde la región y Santiago», explicó la Presidenta Michelle Bachelet al concluir su recorrido por Tocopilla y María Elena, las dos localidades más golpeadas por el terremoto del miércoles.
Así, Bachelet quiere acelerar las decisiones para resolver a la brevedad el drama de los 15 mil damnificados en la zona.
La Mandataria, junto a los ministros del Interior, Vivienda, Salud, Obras Públicas y Minería, recorrió la zona y conoció en terreno los planes sectoriales para normalizar la situación.
El ministro de Obras Públicas, Eduardo Bitran, le explicó a la Jefa de Estado que «en un par de días» la Ruta 1, que une Tocopilla e Iquique por la costa, estará transitable, al igual que muchas vías interiores, en donde se registraron derrumbes y rodados.
La ministra de Salud, María Soledad Barría, explicó que «la decisión política de reconstruir el hospital de Tocopilla está tomada y, por lo tanto, se van a destinar fondos para ello», recalcó.
De vuelta en Antofagasta, tras pasar por Mejillones, la Presidenta Bachelet destacó que «lo que más me impacta es ver el tremendo daño material. Qué fortuna que hay tan pocas pérdidas de vidas humanas», dijo.
A las facilidades que implica la declaración de zona de catástrofe para la reconstrucción de viviendas, se agregó la conformación de un equipo de ingenieros del Ministerio de Vivienda (Minvu) y de la Universidad de Chile que, a contar del lunes próximo, tienen 15 días para elaborar un informe que permita desarrollar un plan de reconstrucción.
Esta vez no se abrirán licitaciones, sino que el Minvu tratará directamente con empresas constructoras para reconstruir.
Ayuda extranjera
Frente al ofrecimiento de ayuda de diversos países, entre ellos Perú, la Presidenta Bachelet señaló anoche que «llamaron algunos presidentes con los cuales logré conversar, pero el día de hoy (ayer) estaba absolutamente sin contacto telefónico. Creo que por ahora nosotros estamos en condiciones de responder, pero yo sé que contamos con la posibilidad de que si sintiéramos que necesitamos algo más podremos contar con los amigos que nos pueden ayudar, pero por ahora creo que como país podemos responder».
«Pensé que el mundo se iba a acabar»
«Pensé que el mundo se iba a acabar. El suelo subía y bajada y los autos saltaban», relató el carnicero Carlos Inquitupa, uno de los 7.500 habitantes de María Elena, poblado que tiene el 75% de las casas inhabitables. Todos temen que Soquimich, la empresa dueña de la única salitrera del país, la cierre por el alto costo de reconstrucción. Nadie quiere irse del lugar ubicado a 78 kilómetros de Tocopilla hacia el oriente y fundado en 1926.
«Nací acá, mis padres están enterrados aquí y yo no me voy. Hay un rumor generalizado de que esto se cierra», contó Blanca Pizarro, de 51 años.
María Rojas, de 58 años y residente en la salitrera desde 1968, rogó a la empresa que no les quite las casas, por las cuales muchos no pagan arriendo y otros un bajo monto. «Aquí somos todos una familia, como hermanos», relató.
El alcalde Jorge Godoy disipó ayer los temores del cierre de María Elena, luego de reunirse con el gerente general de Soquimich, Patricio Contesse, y asegurar que la empresa se comprometió a restaurar las casas, pero con la ayuda del Gobierno y de los privados.
Juana Campusano, conocida como la «chispita» del pueblo, alcanzó a salir de su casa de adobe antes que le cayera encima. «Estoy viva gracias a Dios. Tuve mucho miedo», dijo al calor de una fogata.
Richard Alvarado, estudiante de cuarto medio mecánico, sintió gritos de histeria, pánico y terror en su colegio cuando se sintieron los 7,7 grados Richter.
Doscientas familias están en albergues improvisados y requieren alimentos no perecibles, frazadas, colchones, agua y medicamentos. Hasta ayer, habían recibido velas y harina, y el Ejército colaboró con medicamentos y agua.
Isabel Ortiz: Pena por muerte de su madre
Es la hija de Olga Ortiz Cisternas (54), voluntaria de Cruz Roja, una de las víctimas del terremoto en Tocopilla.
«Mi mamá me había pedido le regalara un teléfono celular para la Navidad, porque el de ella se había perdido», dice acongojada mientras espera recibir su cuerpo en el Servicio Médico Legal.
«Después que pasó el terremoto me fui a buscar a mi hija a la escuela. De vuelta en casa me llamó una tía, preocupada por no tener noticias de mi mamá». A partir de entonces dice haber sentido una inquietud cada vez mayor, como una especie de corazonada de lo que podía haber ocurrido.
«Sé que muchos en Tocopilla están sufriendo por la pérdida de sus casas. Pero lo material s erecupera. Yo, aparte de eso, perdí a mi mamá, que nunca más estará conmigo».
«Sólo me queda el recuerdo de las horas que pasábamos conversando. Sé que si hubiese sobrevivido al terremoto ahora estaría trabajando por los demás en la Cruz Roja, sin importale la pérdida de la casa. Así era ella».
Cuando ocurrió el terremoto su madre había salido de compras. «Seguramente pensó que debía irse a la Cruz Roja para prestar ayuda, pero una cornisa le cayó encima cuando se apresuraba por la calle. Mis hijas y yo la vamos a extrañar mucho».
Benjamín Beltrán: rescate a medianoche
«A la hora del terremoto, estaba junto a seis compañeros en el interior del túnel Galleguillos (une Tocopilla e Iquique por la ruta costera) y comenzó a moverse la tierra. Tuvimos que esperar que se dejara de mover todo para poder salir del lugar. Empecé a caminar y me demoré como 15 minutos en salir. Afortunadamente no hubo derrumbes y por eso salvamos con vida», relata Benjamín Beltrán, uno de los trabajadores que reparaban el túnel.
Junto a sus compañeros, además de 33 buzos y mariscadores que trabajaban en Paquica (35 kilómetros al norte de Tocopilla), estuvieron más de nueve horas aislados, sin saber el destino de sus familias, que los esperaban en el puerto tocopillano.
La Armada llegó hasta el lugar en la Lancha Patrullera Costera Grumete Díaz, que realizó el rescate durante la madrugada y que logró desembarcar a las personas afectadas pasadas las cuatro de la mañana.
Al llegar al puerto, Beltrán explicó: «Estamos felices por estar con vida, pero ahora debemos preocuparnos por nuestras familias y comenzar a solucionar los problemas. La ciudad está en el suelo y nuestras casas muy dañadas».
Juan Ruiz: un bombero sin hogar y sin cuartel
Con 25 años como voluntario del Cuerpo de Bomberos de Tocopilla, Juan Ruiz Astudillo perdió su casa producto del terremoto, quedó en la calle y los seis mil pesos con los que se quedó en el bolsillo los ocupó para enviar a su familia a Iquique, a la casa de parientes. Además, el cuartel bomberil presenta serios problemas estructurales, por lo que deberá ser demolido.
«Perdí por todos lados», explica con resignación.
«Yo me quedé en Tocopilla, porque sabía que tenía que ayudar a la comunidad. Para eso estamos los bomberos», cuenta orgulloso.
Sin embargo, sostiene que está un poco dolido, porque las autoridades locales y regionales no se han acercado al derruido cuartel para determinar sus necesidades.
«Me ganaba la vida como armador de muebles y mi vida gira en torno a mi familia, mi trabajo y el Cuerpo de Bomberos. Sin embargo, ahora todo ha cambiado. La situación ya era preocupante antes del terremoto», explica.
«Nosotros hemos trabajado sin descanso desde que se produjo el terremoto. Le hemos entregado agua a la gente y nos hemos preocupado de cubrir todas las emergencias, pero a nadie le importa. Las autoridades ni siquiera se han preocupado si hemos recibido alguna colación», señaló.
Ernesto Troncoso: no abandona su radio
Ernesto Troncoso perdió toda su casa, que se desplomó por la fuerza telúrica.
Su familia quedó durmiendo en una carpa y aun así entendió que lo único que tenía que hacer era partir a la radio Makarena, de la que es propietario, para informar a la comunidad sobre la catástrofe y tratar de aportar una cuota de tranquilidad.
«Aunque esté sufriendo un drama personal con mi familia viviendo en una carpa, para mí es muy importante la comunicación y de alguna forma mis seres queridos me entienden», explica.
«Desde que me senté detrás del micrófono, no he parado las transmisiones. Ya comenzó una campaña de beneficencia para proveer de mercadería a la gente que, como la mía, quedó en la calle. Afortunadamente, el estudio resistió, por lo que hemos podido seguir transmitiendo, encabezando una cadena de radioemisoras de toda la ciudad para llevar información a todos los afectados y sectores dañados por el terremoto. Hemos tenido problemas por la falta de luz y recursos para movilizarnos, pero seguimos en el aire. Sinceramente, me siento más necesario frente al micrófono que en la calle o en un albergue».
Fuente: El Mercurio Viernes 16 de noviembre de 2007