Vecinos de 'guetos verticales' adoptan medidas especiales para convivir en tiempos de pandemia

Por P. Huenchumil, N. Massai, J. Riffo y F. Velásquez

Fuente: Interferencia.cl 28/04/2020

Con los primeros casos confirmados de Covid-19 en inmuebles que albergan más de 250 departamentos, las comunidades se han organizado, estableciendo cuarentenas totales en algunos pisos y restricciones de capacidad en los ascensores. Aún así, hay dificultades sanitarias y temor entre los habitantes y vecinos de los guetos verticales de Estación Central.

la discusión urbanística respecto de los megaproyectos inmobiliarios de edificios de varios pisos que contienen una gran cantidad de departamentos, conocidos también como guetos verticales, ahora se suma el factor de los efectos de la pandemia en estos espacios de alta densidad poblacional.

La probabilidad de contagio en un lugar que aglutina a muchas personas que tienen que transitar y compartir diariamente en espacios comunes ha puesto en alerta a países como China y España, y Chile no es la excepción.

INTERFERENCIA hizo un recorrido por algunos de estos edificios –lo que incluye Estación Central, la cual ha sido fuertemente cuestionada a nivel jurídico en el último tiempo, con reiterados fallos desfavorables de distintos tribunales por permitir estos desarrollos inmobiliarios- y comprobó in situ la manera en que las comunidades se han organizado y tomado sus propias medidas para hacer frente común a la propagación de un virus que en algunos casos ya llegó a los inmuebles.

Una jornada en Estación Central

Este lunes se dio inicio a la jornada de nueva normalidad promovida por el gobierno de Sebastián Piñera. Paralelamente, a las 16:30 horas, en el radio compuesto por 10 cuadras a la redonda, tomando como eje la intersección de Alameda con General Velásquez, se presentaron los primeros casos de personas infectadas por Covid-19, parte de estos, en los guetos verticales.

El flujo de vehículos y de personas circulando demuestra que en esta comuna no hay cuarentena. Se ven carros vendiendo en la calle, talleres mecánicos abiertos, personas conversando fuera de los edificios e incluso un camión de hormigón descargando frente a uno de los edificios donde se presenta uno de los casos de contagio del barrio.

En una torre de 31 pisos, erguido entre casas, cercano a la intersección de Conde Maule con Placilla, se han tomado algunos resguardos para evitar el contagio que afecta a su comunidad: limitar la cantidad de personas para subir al ascensor, la limpieza y sanitización de los espacios comunes al menos dos veces al día. Algo que es común en varios otros edificios, como este periódico pudo comprobar.

Sin embargo, el flujo de personas con mascarilla es constante. Al menos seis personas se mantienen esperando el ascensor o entran y salen por los torniquetes puestos en el ingreso, de manera constante.

Caminando cerca de seis cuadras hacia el sur en dirección a la calle Nicasio Retamales se pueden ver al menos cuatro edificios con más de 20 pisos nuevos y listos para ser entregados. En el que vive Sandra Sandoval son dos torres con un total de 600 departamentos, “300 de los cuales son administrados por la empresa corredora de propiedades Assetplan, cerca de 160 por Diego Labbé, 50 son propietarios y los demás arrendatarios”, describe la vecina.

Esa circunstancia fue el primer problema que Sandoval debió sortear al saber que dentro de estas dos torres habían aproximadamente 19 contagiados con Covid-19. Esto, porque el comité que funciona en estas torres no representa a la comunidad, sino a Assetplan, ya que la ley de copropiedades entrega capacidades de decisión y voto por departamento, por lo que si hay un propietario que concentra la propiedad del edificio, éste es quien controla y determina.

Sin importar esto, los vecinos organizados por medio de un grupo de WhatsApp han hecho frente a esta falta de representatividad exigiendo hacer prevalecer el criterio colectivo, y ganando de esta forma un espacio que hoy les permite organizarse, y por medio de la donación voluntaria de dinero, hacer frente al brote de contagio que existe en el edificio.

En este caso los vecinos han decidido hacer cuarentenas por pisos. Es decir, si existe un contagio en un departamento, todo el piso queda imposibilitado de salir. Según Sandoval, esto ha funcionado y las personas han respetado la cuarentena.

La semana pasada tenían nueve pisos en cuarentena en la torre oriente y tres en la torre sur, algunos preventivos y otros confirmados. Para esta semana ya son cinco los pisos en confinamiento.

El uso de los ascensores lo limitaron a máximo tres personas cuando la capacidad es para 8, compraron amonio cuaternario, al mismo proveedor de la municipalidad, y todos los días sanitizan el edificio completo. Asimismo, clausuraron las áreas comunes con huinchas de seguridad y han fijado multas para quienes no porten las medidas de seguridad.

Según la representante de los vecinos “un departamento de 35 metros cuadrados que tiene un espacio central y un baño puede llegar a costar 300 mil pesos mensuales de arriendo, más los gastos comunes, puede tener un costo de 400 mil pesos. Para muchos de nosotros es una buena alternativa de vivienda, porque estamos cómodos. Sin embargo, hay muchos que deben compartir el espacio o sub-arrendar piezas para cumplir con las exigencias de renta mínima que imponen los dueños. Esto va incrementando la cantidad  de personas por departamento provocando en algunos casos hacinamiento”.

Esta situación es mirada con cautela por los vecinos antiguos del sector, como Alejandro Verdugo de la Agrupación de Defensa de Barrios de Estación Central, organización que ha participado activamente en la disputa legal contra los megaproyectos inmobiliarios en la zona. 

Verdugo describe que uno de los grandes problemas con los que tienen que convivir en la zona es la saturación del alcantarillado, lo que ha provocado desbordes de aguas servidas en ocasiones anteriores. “Las inmobiliarias no se hicieron cargo de eso cuando levantaron estos edificios, no hubo planificación ni trabajos de ingeniería para mejorar esas instalaciones, que se han colapsado. En marzo del año pasado, sin ir más lejos, hubo cámaras internas que se reventaron”. 

A juicio de este vecino, la combinación entre ese problema, los contagiados por Covid-19 en zonas de alta densificación urbana y la cantidad de adultos mayores que habitan en el barrio, puede generar una emergencia sanitaria de proporciones en el invierno.

Acuerdos comunitarios

El edificio Santa Isabel 431, de 23 pisos y 294 departamentos, hasta ahora no registra ningún caso de coronavirus. En su fachada se publican distintas circulares con las normativas del lugar ante la emergencia sanitaria del Covid-19. Entre los carteles, destaca uno de color amarillo que señala: “Edificio en cuarentena. Nos cuidamos entre todos ¡No se reciben visitas!”

El inmueble cuenta con cuatro ascensores, dos grandes y dos pequeños, en el primero los residentes pueden subir de a dos personas, y en los segundos, solo se permite que suba una. La excepción para aumentar el número, sólo se realiza si es una familia o un grupo que vive en el mismo departamento.

Cartel de un edificio en Santa Isabel.
Cartel de un edificio en Santa Isabel.

“Es una instrucción administrativa. Dentro de los ascensores hay artefactos que purifican el aire, que matan bacterias. Cada una hora y media se limpian las botoneras. Nuestro edificio está pasado a cloro porque todos los días se fumiga con agua con cloro todos los pisos. Se limpia constantemente las manillas y el lugar donde se pasan las tarjetas para entrar y, claro, el uso obligatorio de mascarillas. Las visitas están totalmente prohibidas y solo en caso de emergencia puede entrar algún externo, como por ejemplo si se echa a perder algo de gasfitería o alguna filtración”, explica Fabiola Lara, una de las conserjes del lugar.

A pocas cuadras, en la calle Lira con Argomedo, se ve afuera una fila de repartidores de comidas que esperan su turno para acercarse a la puerta principal. No pueden subir, son los clientes quienes bajan en busca de sus pedidos. Desde la portería del lugar, indican a nuestro medio a través del citófono que no puedan dar información, solo comunican que utilizan desinfectante cada “cierta cantidad de horas” y solo se puede entrar de dos personas al ascensor.

En la esquina de Manuel Antonio Tocornal con Argomedo, una torre de 26 pisos y 382 departamentos es custodiada por dos conserjes quienes desde que Chile enfrenta el coronavirus, se turnan con cuatro días de trabajo y luego cuatro jornadas de descanso. Los trabajadores destacan que los residentes toman todas las medidas de precauciones.

“Estamos trabajando por turnos. Yo vivo lejos, en el paradero 28 de Santa Rosa en La Granja, pero no tengo problemas con la locomoción. Estoy tranquilo, esta cosa como llegó, tiene que irse, pero hay que cuidarse” dice Franklin Serey de 75 años, quien indica que debe trabajar porque la “jubilación no le alcanza para nada”.

Al igual que los otros edificios, este cuenta con circulares afuera del ascensor y comunicaciones respecto de los síntomas del virus. “Estamos desinfectando a cada hora, obligatoriamente deben estar con mascarillas para el uso del ascensor. Los ascensores son grandes, anteriormente entraban diez a once personas, ahora máximo seis”.

Circular sobre medidas adoptadas por Covid-19 en un edificio.
Circular sobre medidas adoptadas por Covid-19 en un edificio.

Por su parte, en un edificio de la calle Vicuña Mackenna, cercano a 10 de julio, hay cuatros casos confirmados de Covid-19 en el inmueble. En los ascensores se da cuenta de la situación, y se exhiben las medidas preventivas y de autocuidado. Un perímetro de un metro con vallas protege la distancia con los conserjes. El uso de mascarillas es obligatorio, se sanitiza los ascensores cada una hora y está prohibido el acceso a espacio comunes, así como las visitas al lugar.

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