Andrés Millar y las personas en situación de calle: “Sin contacto, no hay integración. Solo perpetuación del prejuicio”
Por Ximena Torres Cautivo
Fuente: El Mostrador 13/06/2021
Es el director técnico de inclusión integral en el Hogar de Cristo de este grupo que alcanza unas 20 mil personas en Chile y que ha aumentado visiblemente en pandemia. Son los que sufren la vulneración y la pobreza más crudas: la vida en calle. Con 26 años en la fundación, aquí habla de Benito Baranda, de Vivienda Primero, el revolucionario programa que les entrega un techo sin condiciones y de cómo tomar contacto con ellos y, de paso, con uno mismo.
«Conocí la realidad de las personas en situación de calle en Osorno, cuando estaba en el colegio, en tercero medio. Estudiaba en el San Mateo, que era administrado por jesuitas gringos que nos hacían dos horas de trabajo social a la semana. A mí me tocó en la fundación Niño y Patria y en la Hospedería del Hogar de Cristo de la ciudad. ‘Trabajos forzados’, lo llamábamos» –recuerda Andrés Millar (51), asistente social y magíster en psicología de la Universidad Católica, donde hoy es académico en la Escuela de Servicio Social.
Director técnico de inclusión integral de personas en situación del calle en el Hogar de Cristo desde hace dos años y medio, cuando le diagnosticaron una leucemia que lo obligó a dejar su intenso trabajo como director de operación social de la fundación, sostiene que entonces él, como todos, era un adolescente cargado de prejuicios. “¿Por qué tenemos que ayudar a estos borrachos?, pensaba en mi fuero interno. Yo, como todos, tenía arraigado el prejuicio de que las personas de calle son flojas, de que ellos se buscaron su situación, de que se la ganaron y, además, los veía tomar como condenados, pero al conocer sus historias, al relacionarme con ellos, eso cambió”.
Andrés se fue a Santiago a Valparaíso a estudiar ingeniería, no le gustó la carrera, volvió a Osorno y, mientras decidía su futuro, hizo un año de voluntariado en la Fundación Mi Casa y de nuevo en la Hospedería del Hogar de Cristo de su ciudad natal; igual que en los “trabajos forzados del colegio”, nuevamente se involucró con las mismas temáticas: infancia vulnerada y situación de calle, lo que tiene cierta lógica. Las cifras indican que una de cada cuatro personas que viven en calle (24,9%) pasó por centros Sename en su infancia.
Eso orientó su vocación que lo condujo a la Escuela de Trabajo Social de la Universidad Católica, mientras seguía pensando que quería ser jesuita. “Servicio social era lo más parecido a ser un cura”, cuenta hoy, feliz de haber optado por el laicismo, el matrimonio con una compañera de curso en la universidad y 26 años de trabajo en el Hogar de Cristo, antecedidos por otros 3 de voluntariado. En su primer año de carrera, hizo talleres y trabajo comunitario en poblaciones, donde se sentía en su salsa y terminó derribando hasta el último vestigio de prejuicios, sobre los que ahora nos hace una clase:
-Todos tenemos prejuicios; tal como indica la psicología social, es un rasgo humano ineludible. Uno parte sesgando, separando, discriminando, al propio grupo de pertenencia, porque nuestra mirada estrecha siempre busca agrupar a los más iguales a uno. Eso lo demuestra el trato a las minorías, a los pobres, a los migrantes, a los viejos, grupos a los que asociamos a puras cuestiones negativas: flojera, vicio, enfermedad. Yo tenía eso, como todos, que se da por desconocimiento. El prejuicio no sólo es un proceso cognitivo también es fisiológico. Enfrentarnos a alguien diferente nos provoca ansiedad, miedo, cierto malestar físico, y eso acentúa la discriminación. Si uno quiere romper con el prejuicio debe dar cuatro pasos.
Los cuatro pasos de Andrés son:
- Contacto: “Sin él, no hay integración; sólo perpetuación del prejuicio. Para abandonar los preconceptos sobre algo o alguien, debes conocerlo”.
- Calidad y cantidad: “Ese conocimiento no puede ser esporádico y superficial. Debe mantenerse en el tiempo y no quedarse en el plano de la anécdota”.
- Marco normativo: “El contacto debe darse en espacios resguardados, con ciertas normas. Uno no puede llegar y aproximarse; debe conocer las reglas. Por eso, cuando hacemos nuestras rutas de calle con voluntarios nuevos, se requiere de una capacitación”.
- Reflexión: “¿Qué aprendiste del contacto? Hay que darse tiempo para analizar y pensar. Para sacar conclusiones, para remover categorías fuertemente arraigadas en uno mismo. En suma: hay que lavarse la cabeza”.
La política punitiva de Alessandri
Hoy, en la “flor de la edad, la cincuentena”, Andrés Millar es uno de los profesionales que más sabe y que más siente la realidad de las personas en situación de calle. Por eso, se desvive por explicar los beneficios del programa Vivienda Primero, que debutó en Chile como piloto en 2018 y empezó con tres decenas de personas en situación de calle ubicadas en viviendas en la región Metropolitana y en la del Biobío, en mayo de 2019.
Creado por el psicólogo estadounidense de origen griego Sam Tsemberis, en los años 90, en Nueva York, Housing First es simple. Consiste en proporcionar una vivienda a quienes están en peor situación, a los sin techo crónicos que padecen enfermedades mentales y/o adicciones. En Chile los actuales 353 beneficiarios son todos mayores de 50 años y tienen al menos 5 de vida en calle. Lo revolucionario del programa es que no se les exige que antes estén sobrios o equilibrados y den muestras de buena conducta para entregarles una vivienda por dos años años. Eso se logra después, una vez que han vuelto a dormir en una cama, comido en una mesa al menos tres veces al día, se han aseado a diario en un baño privado, con agua caliente, se han vestido con ropa limpia todos los días, han recuperado lazos significativos, han ido a sus controles de salud, cuentan con sus papeles, y en esas tareas han tenido apoyo profesional multidisciplinario.
Han pasado 30 años desde que Tsemberis partió con esta “locura” de Vivienda Primero, que les ha cambiado la vida a miles de personas en decenas de ciudades desde Estados Unidos y Canadá hasta los países nórdicos, Italia, Francia y España. A comienzos de este mes, el psicólogo estuvo conectado con autoridades y organizaciones de la sociedad civil de países del cono sur en un seminario online que organizó el Ministerio de Desarrollo Social y Familia de Chile y el programa para la Cohesión Social de la Unión Europea, del cual Hogar de Cristo fue uno de los patrocinadores.
-¿Qué es lo fundamental para que este programa social revolucionario resulte en Chile y en Sudamérica?
-Son varios puntos: lo primero es un compromiso político y social efectivo para erradicar la situación de calle. Qué notable sería que la nueva constitución partiera diciendo que Chile se compromete a garantizar el cuidado y la protección de todas las personas, porque no podemos seguir haciéndonos los tontos con quienes viven en la calle. Lo segundo son los datos, la evidencia de que Vivienda Primero funciona. Nosotros como Hogar de Cristo tenemos datos sistemáticos de la aplicación del programa.
De las 353 personas beneficiadas en Chile con este programa, 118 están bajo la administración del Hogar de Cristo. Pero los datos que abarcan a los que llevan ya un año completo corresponden a 56 personas. Los principales resultados de este grupo en el período 2019-2020 son: el 99 se mantuvo en sus viviendas; el 75% logró una exitosa integración comunitaria; el 100% fortaleció y mejoró sus niveles de autoestima; el 90% se siente más seguro, estabilizado y acompañado; el 90% mejoró sus niveles de autonomía y vinculación con redes de salud, familiares y amigos; el 100% de los participantes con enfermedades crónicas se mantuvo con sus tratamientos y controles de salud al día; el 67% con problemas de consumo disminuyó el uso de alcohol y otras drogas y 9 personas se mantuvieron en abstinencia; el 30% generó ingresos por trabajos informales antes de la pandemia y el 100% accedió a accedió a bonos y beneficios estales consignados en la políticas sociales.
El tercer punto clave para Andrés Millar es tener claro de quién es la responsabilidad de las personas en calle. Afirma:
-Cuando se instala el prejuicio en una sociedad y tildamos de flojas, irresponsables, viciosas a las personas de calle, el Estado termina eludiendo su responsabilidad. La pobreza y el tema de la gente sin techo es responsabilidad de los Estados y de sus instituciones; no podemos lavarnos las manos. Y debemos estar atentos a cómo definimos el problema y su solución. Sam Tsemberis lo dijo claro en el seminario: hay que ver qué valores hay detrás de las políticas sociales. En su país, existen diferencias por Estado en las políticas para abordar la situación de calle de las personas. Están las comprensivas y las punitivas.
-¿Cuál es o ha sido el criterio en Chile?
-Indiferencia, y a veces el que ocupó Felipe Alessandri como alcalde de Santiago, expulsando, castigando, encarcelando a la gente. Para nosotros lo clave es un cambio de sistema, donde deben concurrir todos los servicios, no sólo el Ministerio de Desarrollo Social. Deben participar Vivienda, Salud, Trabajo, Justicia… El próximo mes, en julio, Hogar de Cristo presentará lo que llamamos MISE, que es un Modelo de Servicios Integrados para las personas en situación de calle, que desarrolla este concepto.
A veces, Andrés suena muy político. Un personaje ideal para haberse postulado como constituyente a la manera de Benito Baranda, al que admira y con el que trabajó mucho en el Hogar de Cristo. Pero asegura que eso no es lo suyo. “Antes le tenía desprecio a la política, ahora le tengo respeto. Yo creo que Benito es valiente, aguerrido, una persona con mucha fuerza política, aunque a él le duelen las cosas, no tiene cuero de chancho. La crítica no le resulta indiferente. Creo que su aporte en la Constituyente en cuanto a instalar la realidad de la pobreza en Chile es valiosísima. Quién podría discutir a su altura, con su conocimiento del tema. Nadie”, sostiene este hombre que trabaja bien en pandemia, aislado desde antes de que el COVID-19 lo alterara todo, a causa de su leucemia. Y que, aunque a ratos suena político, es absolutamente espiritual y esotérico.
Su cercanía con la teoría del teólogo y espiritualista alemán Bert Hellinger de las “constelaciones familiares” es lo que utiliza para explicar su especial nexo con las personas en situación de calle. Hellinger postula que los miembros de una familia se influyen recíprocamente en su salud y en su conducta, que en todas las familias hay figuras excluidas, marginadas, sancionadas por su conducta, por ser diferentes, y que eso se reproduce a nivel social, en las comunidades. “Pasa con las personas discapacitadas, con las que tienen problemas de consumo, entre otras. Jung hablaba de la necesidad de integrar esa sombra personal que nos lleva a ocultar o no ver nuestras partes feas y a juzgarlas y despreciarlas en los demás. Yo comulgo con esa idea y la amplifico a toda la sociedad y en particular a las personas en situación de calle que botamos y que no queremos ver. Yo sé que si no logramos integrar a esos otros, algo dentro nuestro se rompe, se quiebra, se daña”, dice, desde un nivel más allá de lo racional y científico. Desde la espiritualidad.
Jung hablaba de la necesidad de integrar esa sombra personal que nos lleva a ocultar o no ver nuestras partes feas y a juzgarlas y despreciarlas en los demás.
Desde lo concreto, en cambio, concluye diciendo: “La situación de calle hay que pararla desde su raíz. Hay que intervenir apoyando a las familias más vulnerables, evitando que los niños sufran violencia intrafamiliar, evitando que dejen la escuela, haciendo todo lo necesario para que no lleguen al Sename y vuelvan a su familia. Hoy sabemos que muchas de las personas que viven en calle pasaron por el Sename. Cerrar esa puerta que conduce a la calle requiere de un trabajo clave desde la infancia. Hacer esto no es responsabilidad de otros; es algo que nos compete a todos y que nos sana a todos”.