Firman convenio para erradicar la totalidad de estos sectores en la II región: El último campamento de Susana

Creció al lado de un vertedero. Allí con nylon, cartón y trozos de pizarreño sus padres levantaron su “casa”. El basural hoy es su lugar de trabajo. Y su casa ha visto crecer a sus hijos. Pero no a sus nietos. Su familia y otras 1.047 tendrán por fin su casa propia. Susana podrá, por primera vez, disfrutar la lluvia. Y no odiarla nunca más.

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José Miguel Jaque

Susana Véliz durmió poco esa noche de octubre. Se levantó más temprano de lo habitual y tomó la micro 111 junto a un grupo de pobladoras. Era la única de su familia, porque su hija tenía que hacer el almuerzo y su marido debía trabajar en el cementerio. Los nervios le pasaron la cuenta a algunas mujeres y “terminaron vomitando de puro ansiosas”, dice ella. Incluso, se les perdió la calle 14 de Febrero, donde se ubica la oficina de Un Techo para Chile.

En la sede de esa entidad las estaban esperando con los computadores encendidos. La imagen que vieron las dejó mudas: la maqueta de su nueva casa. “Ese día fui feliz”, cuenta la mujer. “¡Imagínate cómo será cuando abra la puerta de mi casa! Siempre soñé con tener una casa linda. No importa que sea chica, pero que sea mía”. A Susana se la come la ansiedad cuando habla de sus proyectos. “¿Sabes? Soy media artista y yo misma voy a pintar mis cuadros. Quiero la fachada color salmón, porque me encanta el naranjo y voy a pintar un grafitti de la Virgen María con los brazos abiertos, porque lo que le pedimos se hizo realidad”.

Sólo ver la imagen de su futura casa proyectada en una pantalla fue un sueño cumplido. “Yo decía cuándo… cuándo voy a tener una ducha, cuándo voy a dejar de bañarme con tarros, cuando vamos a disfrutar de la lluvia y dejar de tenerle rabia”, agrega emocionada.

En el campamento La Chimba viven cerca de 300 familias. “El campamento crece rápido porque las niñas de 13 o 14 años ya están pariendo y empiezan a convivir muy jóvenes. Porque si preguntamos cuántos son casados, casi nadie. Es un campamento donde somos muchas más mamás que papás”.

Susana quiere dejar atrás los recuerdos. Ésos que la llevan al año 1973, cuando tenía doce años y su familia llegó a tomarse los terrenos que dieron luz al campamento sólo con la basura que encontraron en el vertedero vecino. Nylon, cartón y pedazos de pizarreño dieron vida a su casa. “Son recuerdos feos. No había agua, luz ni locomoción. Teníamos que conseguir que alguien nos vendiera agua y trasladarla en carreta. Al menos ahora tenemos un jardín infantil para que las mujeres no lleven a sus hijos a trabajar en el basural”.

El vertedero es el lugar de “trabajo”. Cada vez que un camión de basura sube por la calle es abordado por pobladores que los desvalijan buscando basura que “reciclar” y vender. Así trabaja la mayoría.

“Mirarnos como personas”

Esa realidad quedará atrás porque Susana, los pobladores de La Chimba y de los otros 21 campamentos de Antofagasta tuvieron ayer otro día feliz para contar. El Ministerio de Vivienda y Urbanismo (Minvu), Minera Escondida y Un Techo para Chile firmaron un convenio para erradicar a las 1.048 familias que viven en situación de pobreza en la región y entregarles su casa propia.

“Se trata de viviendas que al menos deben tener dos dormitorios, ampliables a cuatro, con cocina y baño. Además son viviendas insertas en barrios amables, no aisladas. Es momento de poner énfasis en la calidad y en la integración”, comentó la ministra Patricia Poblete. Una vez que las familias postulen al Banco de Proyectos del Serviu con sus 10 UF en la libreta, se les asigna el subsidio y en un año tendrán la llave de su nueva casa sin deuda.

Cada entidad pone algo en esta alianza: Un Techo para Chile organiza a las familias y realiza el proyecto; el Ministerio de Vivienda y Urbanismo (Minvu) entrega los subsidios (350 UF) y controla la calidad de las viviendas, y Minera Escondida aporta los 4 millones de dólares para hacerlo realidad.

La ceremonia de firma del convenio se realizó en el Centro Comunitario Alejandra Avendaño de La Chimba, con la presencia de la ministra Poblete, el capellán de Un Techo para Chile Felipe Berríos, la plana mayor de Minera Escondida y dirigentes poblacionales.

“Esperamos llegar al bicentenario sin la vergüenza y la miseria de tener gente viviendo en los parajes que acabamos de ver”, dijo Berríos. Debiera darnos vergüenza que mucha gente que nos rodea aquí no ha tenido qué comer y ha debido alimentarse de la basura que recoge. Esto no puede ser. Basta y basta con cosas concretas”. El jesuita agregó que el plan de terminar con los campamentos para el 2010 “no es una quimera, es una meta real y alcanzable”.

Lorena Troncoso, dirigenta vecinal del campamento Juanita Cruchaga, habló por los pobladores. Lo primero que hizo fue agradecer “por ser mirada como una persona”.

“Dije eso porque cuando trabajaba de empleada doméstica le escuché decir a mi empleador que la gente de campamento es gente cochina y floja. Y resulta que ahora yo vivo en un campamento y mucha gente nos mira así. Porque es la realidad. Vivimos rodeados de basura y perros callejeros”, cuenta con rabia la mujer. “También lo dije porque mi hija nunca se ha atrevido a decirle a sus amigos que vive en un campamento, pues sabe que la van a discriminar. Mi discurso fue una forma de agradecer porque son pocas las personas que se toman su tiempo para no mirarte como una cochina, una sucia, una ordinaria y que finalmente te ayuda”.

Lorena también sueña con el día que abra la puerta de su casa. “No quiero que mis hijos tengan la situación que yo les di por llegar a tercero básico. Además de una casa, quiero dejarles dignidad”.

Fuente: La Naciòn Martes 20 de marzo de 2007

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