Valparaíso: una ciudad fantasma a la deriva

Por Marcelo Contreras

Fuente: The Clinic 02/04/2023

¿Es este el peor momento de la ciudad más singular de Chile? ¿Cómo se reactiva, si el deterioro diario supera su capacidad de recuperación? Este es el presente y el futuro de una urbe que idealiza su pasado, en la mirada del alcalde Jorge Sharp y de varios porteños a pie que conversaron con The Clinic.

Apenas regresé a Valparaíso, tras varios meses de patiperreo, fui a Sethmacher, clásico del barrio Puerto, de insuperables cecinas fundado hace 80 años por un maestro en embutidos de Dresden, a escasos metros de la iglesia La Matriz y plaza Echaurren, el kilómetro cero en la bitácora de esta urbe sin acta de fundación.

El elenco habitual de punks alcohólicos, exconvictos y ancianos embrutecidos por la bebida sentados al ingreso del local, no estaba. La suciedad era la de siempre, lo mismo el mal olor por la cercanía del tristemente célebre “callejón de los meados”, donde se filetea pescado con higiene propia de la Edad Media.

El pasaje conecta con el mercado Puerto, reabierto tras una década en enero de 2020, aún semivacío. El movimiento de antaño, con ajetreadas pilastras y cocinerías, es otro fantasma de una zona que hasta hace medio siglo era el corazón del origen de la ciudad.

El tristemente célebre “callejón de los meados”, como se le conoce en Valparaíso. Foto: César Pincheira/huelladigital.cl

La explosión del verano de 2007, que pulverizó un tramo considerable de la calle Serrano, dejó al sector como un anciano desdentado al que la vida le pasó por encima, como muchos que deambulan por esas callejuelas. En 15 años, ninguno de los proyectos anunciados para reconstruir la zona se materializó.

Pregunto a una de las vendedoras de Sethmacher por la pandilla salvaje de la entrada, si acaso los sacaron o se fueron a otro lado.

“Ojalá”, responde mientras envuelve el paquete de cecinas.

“Algunos se van muriendo y llegan otros”, describe, “pero los gritos, las peleas y las cuchilladas siguen”.

-¿Y carabineros?

-No vienen. Dicen que no tienen gente.

Valparaíso, un Patrimonio de la Humanidad

En los 80, cuando la ciudad quedó desmantelada de las últimas empresas en el casco urbano, se hizo habitual el tour al aeropuerto para dejar a parientes en medio de abrazos y lágrimas. El desempleo era brutal.

Recuerdo el dulce aroma de las galletas Hucke con su planta mecano de General Cruz, delicia encaramada a los cerros por el viento norte como presagio de lluvia y temporal, cuya estela desapareció en 1980. O la fragancia de las especias almacenadas en bodegas del puerto y Blanco Encalada por el Almendral, esta última zona reconvertida en barrio universitario. La canela y el comino cedieron al aroma cannábico que domina gran parte del bandejón central de la avenida Brasil.

El éxodo industrial no sólo afectó a Valparaíso. En Viña pasó lo mismo. Pero el Puerto no tenía un plan B como la Ciudad Jardín, consagrada al turismo. Cuando finalmente surgió una chance con la nominación como Patrimonio de la Humanidad por la Unesco en 2003, ni el Estado ni la ciudad supieron muy bien qué hacer, hasta hoy.

Las últimas fortunas se marcharon a comienzos de los 60, me contó alguna vez Pablo Eltesch, el dueño de la casa de antigüedades “El Abuelo”, en Independencia, diagonal al excolegio de los Padres Franceses donde estudió Pinochet entre 1927 y 1930, a una cuadra del liceo Eduardo de la Barra, donde Allende había sido alumno hasta 1924.

Pablo acompañaba a su padre a comprar lo que vendían aquellas familias millonarias, abandonando sin mirar atrás la ciudad que les había dado riqueza y poder.

Foto: César Pincheira/huelladigital.cl

“Está malo Valparaíso”

Al contrario de las proclamas nostálgicas en esas páginas de Facebook sobre el viejo Valparaíso, donde los porteños describen a sus antepasados como educados, limpios y amantes de las buenas costumbres, no tengo ningún recuerdo de la ciudad así.

Los cerros eran precarios con casas maltrechas y quebradas llenas de basura plagadas de ratones. En el Plan había que andar atento, sobre todo en Bellavista y Uruguay, lo mismo el barrio Puerto, tal como ahora. A las poblas bravas como Montedónico y La Isla solo podías entrar con conocidos. El cerro La Loma era un antro de lanzas, mientras los equipos de fútbol amateur que iban a jugar al cerro La Cruz concurrían en una micro con el motor encendido, alerta para arrancar ante cualquier atisbo de mocha que solían ser brutales.

Reportes sanitarios de la segunda mitad del siglo XIX ya detallaban serios problemas con el manejo de basuras y residuos en el mercado Cardonal, el mismo sitio donde parvadas de gaviotas se dan un festín hasta hoy, entre los restos de pescados que los comerciantes arrojan a la calle y alcantarillas. Esos mismos ductos donde algunos solían guardar sus mercaderías de un día para otro, a merced de ratas, aguas servidas e infecciones.

Foto: César Pincheira/huelladigital.cl

La gente habla con decepción del Plan Arcoíris, la iniciativa municipal para pintar las calles céntricas. “Es la prueba más reciente de la ineptitud”, sintetiza el arquitecto y docente porteño René Reyes. “‘Vamos a pintar Valparaíso en 5.200 metros lineales, de fachadas’. Pasaron los 6 meses y pintaron el mismo tramo de 600 metros”.

¿Acaso este es el peor momento de Valparaíso? La crisis del 82, el terremoto del 85, los proyectos a medias o fallidos de los 90 como los ejes transversales y el entorno del Congreso, los despidos masivos en el puerto esa misma época, la insólita lentitud en la remodelación de la estación Puerto y la plaza O’Higgins, los ascensores abandonados o con trabajos de recuperación inconclusos como Villaseca y Monjas, los brutales forados económicos de la municipalidad bajo las administraciones de la DC y la UDI.

Es un historial de tropiezos, fracasos y mediocridad, cuya excepción es la proclamación patrimonial, condición que de tanto en tanto es puesta en duda o se acusa decadente, como lo hizo un descarnado reportaje de Bloomberg, en enero.

“Hoy en día todo se mide a partir de una foto, un video”, reflexiona René Reyes, “y las cámaras siempre van al punto más efervescente”.

“Qué pasa si me desplazo un poco. Si te mueves, es el mismo Valparaíso de siempre. Si vuelves a tu barrio, básicamente es el mismo. La gente barre su vereda y si tiene un pedacito con plantas, la cuida. Ese Valparaíso, del día a día, no ha cambiado en nada”.

“El problema”, acota, “es que Valparaíso no es de avenida Alemania hacia abajo no más, es también la parte alta”.

Foto: César Pincheira/huelladigital.cl

Para el arquitecto, las tomas se encaraman cada vez más arriba “porque es lo que va quedando”, y su consolidación resulta más precaria que en el pasado. Otra transformación radical -“el centro de la foto”, advierte-, es que el eje céntrico ya no es tal. “La calle comercial por excelencia, Condell, no queda nada”, sentencia René.

La sensación de desvanecimiento, del vestigio, de los restos, ronda para describir el presente porteño.

“Valparaíso es una ciudad fantasma a las 6 de la tarde, sobre todo Pedro Montt, Esmeralda, Condell, Independencia”, cuenta César Onetto, uno de los históricos de la tradicional feria de la Avenida Argentina, con más de 60 años en el rubro. El casero de los mejores tomates.

“Yo sé que está mala la cosa y que la gente necesita trabajar, pero Pedro Montt está todo tomado por toldos azules, igual que Uruguay. Y en el mercado Cardonal, cómo dejan ahí, uff”.

“La gente tiene medio metro para pasar. En Uruguay es de locos, la gente robando”. “Mijo”, remata el casero, “está malo Valparaíso”.

Frontis de la municipalidad en la devastada calle Condell. Foto: César Pincheira/huelladigital.cl

Sharp: “El municipio de Valparaíso ya no es reconocido como el nido de corrupción y malas prácticas”

El alcalde Jorge Sharp responde por escrito a The Clinic mientras asiste a una feria de cruceros en Miami. En el intertanto, adelanta por Instagram que en la próxima temporada atracarán más naves turísticas, tras las 31 del último ciclo.

Sharp describe a Valparaíso como “una ciudad muy linda, diferente tanto por su historia, por su gente, por lo que genera su equipo de fútbol, por las comunidades, territorios, y por esa capacidad de levantarse cada vez que es golpeada”.

Durante 30 años la saquearon por completo”, relata, “orquestaron un desorden administrativo y financiero para hacer quebrar a la municipalidad”.

El alcalde repasa la venta de bienes como el estadio, el velódromo y edificios, “y aún así en la cara de las porteñas y porteños, siempre hay una señal de querer salir adelante”.

Cree que el Valparaíso post estallido y pandemia necesita de un proyecto de expansión portuaria respetuoso del medio ambiente, integrado a la ciudad y “que deje parte de la riqueza que se produce en el territorio”.

“Lo que sí es claro”, subraya, “es que el municipio de Valparaíso ya no es reconocido como el nido de corrupción y malas prácticas como era visto el 2016”.

Foto: César Pincheira/huelladigital.cl

¿Cómo imagina a Valparaíso en una década? Según Sharp, más turismo, un muelle para cruceros, buses eléctricos, y “una red de ascensores fortalecida”. Pronostica a los barrios Puerto y Almendral “como zonas totalmente reactivadas gracias a la inversión pública, privada y también mixta”.

En 10 años Valparaíso va a contar con muchas transformaciones”, asegura, “porque así lo definimos junto a la comunidad cuando diseñamos nuestro Plan de Desarrollo Comunal”.

El alcalde descarta que este sea el momento más bajo de la ciudad. “Depende de quién lo diga”, responde. “Si es un vecino o vecina honesta, cuya crítica se sustenta en nuestras propias incapacidades para avanzar más rápido en la gestión, lo escuchamos y procesamos su planteamiento para mejorar”.

“Pero si esa crítica viene de quienes fueron los responsables del saqueo y despojo de la ciudad”, emplaza, “en cuya estrategia sumaron a medios de comunicación y supuestos líderes de opinión (…), les pediría que se metan a Servel.cl y vean los resultados de la última elección municipal en Valparaíso, o revisen el fallo del Tricel por el supuesto abandono de deberes que nos acusaron. Seguro con eso cambiarán de opinión”.

Foto: César Pincheira/huelladigital.cl

El desprecio por la ciudad Puerto

¿Si ha estado la ciudad más para la cagada que hoy? Creo que no”, zanja el periodista, fotógrafo y académico César Pincheira, director de la agencia periodística @huella_digital e “ideólogo de @PlandeValpo”, como se presenta en Twitter.

“Fotografiamos la ciudad desde hace 20 años, cuando ya encontrábamos que estaba mal”, cuenta. “Ahora veo esas fotos y no era tanto como creíamos”.

Pincheira dice que Valparaíso “bate sus propios récords”, ejemplificando con el ascensor del cerro Artillería. Si hay una postal clásica de Valpo, son las imágenes de ese funicular de la plaza Aduana -en rigor, el único ascensor es el Polanco-, que conecta con el tradicional paseo 21 de mayo.

“Lo miro y está congelado. Rayado en la nada”.

Ascensor Artillería. Foto: César Pincheira/huelladigital.cl

En términos de deterioro urbano, es el peor momento”, concluye Pincheira.

El aspecto lamentable de las calles céntricas apunta invariablemente a los rayados, investigados por el periodista.

“Iba con toda la expectativa de encontrarme con un mundo de ideas, de contracultura, y me encontré con un vacío doblemente violento”. La motivación, asegura Pincheira, no es más que “un gran motor de egos”.

“La ciudad les da lo mismo. Lo que les importa es el nombre de la patota en la que están, que son súper reconocibles -Plus, More, se repiten-, deben ser diez o veinte patotas”.

El periodista cuenta que “no son tan cabros tampoco, hay varios bien viejos”. “Eso me chocó. Porque si hubieras encontrado detrás una parada, un rollo, algo fuerte, vale. Pero aquí, como dice Nicanor Parra, no se respeta ni la ley de la selva”.

Pincheira cree que mientras se considere a los rayados como una “incivilidad” sometido a una normativa “que no le mete miedo a nadie”, estamos fritos.

“Todas las dinámicas tipo ‘les pasamos estos muros de acá para que los rayen’, no les interesa, porque lo que les gusta es estar al margen de todo permiso y autorización”.

Aquí nadie siente suyo el espacio público”, remata. “El grafitero tiene mucho que ver con la territorialidad”, acota René Reyes. “Los tipos marcan territorio como cuando el perro mea el poste. Es exactamente lo mismo”.

Foto: César Pincheira/huelladigital.cl

El arquitecto también apunta a la percepción del espacio público en Valparaíso. “Si no es mío, no es de nadie. Y si no es mío lo daño, lo ensucio, lo rayo”, dice.

Este desprecio, señala, se manifiesta desde hace años. “Es uno de los principios de por qué el deterioro de la ciudad es tan veloz. Los tipos rompen y rompen, y la maquinaria detrás para reparar no es tan rápida”.

Autonomía comercial y una “vida precaria”

Ariel Tapia es dueño del Samsara, un clásico de la comida tailandesa de Valparaíso desde hace 17 años, cuando los cerros Alegre y Concepción florecieron turísticamente como efecto de la declaración patrimonial.

El estallido social dejó a Valparaíso “súper dañado”, dice Ariel, mientras la pandemia fue “el golpe en el suelo”. “Ha costado salir de ahí, pero creo que es injusto pensar solo en Valparaíso. Le ha costado al país”.

Ariel cree que la dinámica porteña consiste en caerse y pararse, y que este es un momento bajo, aunque divisa algunas señales de recuperación. “Pensé que a los turistas gringos no los íbamos a ver por 10 años, y de a poquito están regresando”.

“Han habido etapas peores en Valparaíso”, asegura Richard Muñoz, dueño de Cervezocracia, “cerveza artesanal, música en vivo y otros manjares antifascistas”, según se rotula en Instagram su local en pleno barrio Puerto.

“Con (Hernán) Pinto por ejemplo, la ciudad estaba más en decadencia”, asegura, “o todos los años de (Jorge) Castro también se respiraba un ambiente de desazón y cero futuro”.

Richard dice que “ya no está esa presión de estudiar sí o sí” y abundan los emprendimientos. “Hay mucha autonomía comercial, autonomía económica, que hace también que la gente viva a la vuelta de la rueda”.

“Trabajan para vivir al día, el mes. Es una movida de supervivencia porque es una ciudad que mueve muchos artistas, y la vida es más precaria”.

Las voces críticas contra Sharp

Como “un oxígeno democrático” proponiendo “nuevas voces y actores”, evoca César Pincheira lo que representaba Jorge Sharp cuando votó por él la primera vez. El problema de la municipalidad, según el reportero, es haber tomado “una posición a la defensiva, una política muy hermética”.

“Son políticos nuevos, pero al final las prácticas son muy parecidas a las de siempre”, dice.

Que en el espectro político la alcaldía ciudadana esté “a la izquierda de la izquierda” terminó aislando a Valparaíso, asegura. “En otros tiempos, con todo lo criticable, había una muñeca, algo, se dialogaba. Veo a Valparaíso a la deriva. Las autoridades ven enemigos en todos lados”.

Richard Muñoz evalúa la gestión municipal primero como emprendedor: “Hay una mirada distinta, ya no es tán punitiva. Te abren las puertas, te encaminan o te permiten trabajar en la solución de los problemas. Ahora se está analizando la ordenanza para el uso de terrazas. Van a cobrar mucho menos. Hay un ánimo distinto para la reactivación económica”.

Foto: César Pincheira/huelladigital.cl

“Pero igual soy crítico de esta administración”, acota Richard. La alcaldía trajo “mucha gente que no conocía el territorio”, desconocedora de “las lógicas de la ciudad”.

“Aquí siempre ha habido trabajo (territorial). No querer conocer o negar alianzas con trabajos que ya estaban iniciados creo que le ha jugado mal (a la municipalidad)”. “Tienes al gobernador Mundaca”, sigue, “siempre en contra de la corriente a nivel institucional, y a Sharp, que se sale del Frente Amplio y que no es muy amigo del Presidente. Entonces esta región, esta ciudad, tienen bastiones más allá del margen”.

“No hay un plan”, sintetiza el arquitecto René Reyes. “El alcalde y su gente actúa desde la lógica de la improvisación aleatoria“, apunta.

Ariel Tapia también dice que votó por Jorge Sharp la primera vez, cautivado por la idea de un “gobierno de la gente”. “Había un rollo romántico”, explica, “me imaginé que Valparaíso se iba a transformar en otra cosa. Pero no me gustó cómo manejó el estallido social. Aquí hablo como comerciante. Muchas veces se justificó el vandalismo. Lo escuchaba y era como ‘huevón, el alcalde no puede estar diciendo estas cosas’. Debió llamar a la calma, no dar chipe libre”.

Valparaíso ha surfeado muy malos momentos, como el cobarde bombardeo español de 1866, que costó una millonada a la ciudad, y el devastador terremoto de 1906.

El pesimismo es palpable en las conversaciones cotidianas. El reino de una economía de subsistencia, como si viniéramos saliendo groguis de una guerra, resalta con solo recorrer el Plan. Los rayados delinean un set post apocalíptico con esas firmas repetidas hasta el hartazgo, la compulsión de dejar una marca ininteligible, hasta caer en la apariencia de un territorio mimetizado donde nada se distingue.

Las ciudades cambian, no son postales. Pero este rostro de Valparaíso es distinto al de otros días borrascosos. Parece flotar a merced de la marea y el viento mientras el tiempo transcurre inexorable.

Foto: César Pincheira/huelladigital.cl

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