Pobreza en Chile: las carpas se multiplican en las calles de Santiago

Texto por Patricia Luna

Fuente: France 24 21/11/2020

En Santiago de Chile las carpas en medio de la zona centro se han convertido en un paisaje cada vez más habitual tras el estallido social del pasado año en octubre, un fenómeno que se disparó durante la pandemia. Según la Fundación Gente de la Calle, en todo el país unas 20.000 personas viven en la indigencia. 

Las carpas o tiendas de campaña se han vuelto cada vez más habituales en Santiago Centro. Se pueden ver en calles muy concurridas, como el paseo Ahumada, en parques céntricos como el de Balmaceda y en los laterales del río Mapocho. O en barrios emblemáticos y turísticos llenos de restaurantes, como Lastarria. Como si en lugar de una ciudad se viviera en medio de una montaña. 

Es un fenómeno que se ha incrementado desde el estallido social del año pasado y multiplicado durante la pandemia. Según datos del Ministerio de Desarrollo Social, desde enero se registraron 345 tiendas más solo en Santiago, con un nuevo perfil de personas en situación de calle. Pero las organizaciones que trabajan en terreno tienen en sus cuentas un repunte de 800 a más de 1.300 en los últimos meses.

“Para el estallido social perdí mi ‘pega’ (trabajo) y no pude seguir pagando arriendo. Después nos fuimos para Santiago a probar suerte y llegamos dos días antes de la pandemia y por situación de trabajo había despidos día a día, estaba muy difícil la cosa. Hasta el día de hoy”, explicó a France 24 Juan Ortega, de 25 años, desempleado tras el estallido y que desde marzo duerme en una carpa extendida en la calle. 

Juan vive con su pareja, Guillermo, en una tienda minúscula en pleno Santiago Centro, muy cerca de una universidad, lo que les garantiza seguridad porque existen cámaras. Eligieron esta parte de la ciudad porque hay otras carpas cerca, en un paseo por la zona se pudo contar más de 10 en apenas dos cuadras. 

¿Lo más difícil? «El tema de la higiene se siente, ese es el dilema. No tener dónde bañarse, no tener dónde lavar la ropa a diario (…) uno se echa a perder como se dice físicamente”, explica Juan, apuntando a que esta es la parte que más le cuesta. «En el edificio (más cercano) te niegan el agua por el tema de la pandemia”, añade resignado.

Ante la inseguridad y los ataques, solidaridad vecinal 

Vivir en la calle tiene sus riesgos y él y su pareja han sido atacados en alguna ocasión por otras personas. 

También sufren otro tipo de ataques por parte de la municipalidad: el día anterior a la entrevista con este medio se llevaron su carpa y todas sus pertenencias, documentos personales y medicación especial. 

“Pasa la municipalidad de Santiago con Carabineros (y) te sacan todo. Si no estás acá te sacan todo y tienes que empezar con tus cositas de nuevo”, una situación que han sufrido varias veces. “Todo lo que te pillen te sacan y pasa un camión de la basura y te botan todo, todo, para ellos es basura”, dice con tristeza.

Ante el aumento de carpas, un grupo de amigos decidió organizarse, hacer colectas y reunirse semanalmente para preparar paquetes con comida y útiles de aseo personal, que van adaptando a las necesidades de lo que la gente en la calle les demanda.

“Veíamos más gente en situación de calle, más de lo normal, uno como vecino tenía más o menos claro los sectores donde había carpas pero eso se multiplicó, en una calle pasó de haber una carpa a haber cuatro y como que sentíamos un poco que ellos estaban muy desvalidos y no pasaba nada”, dijo a France 24 Carla Salinas, entrenadora y profesora de universidad de 33 años.

“Hemos encontrado gente que nos decía yo tenía un trabajo antes del estallido, antes de la pandemia, yo era un chófer de bus, yo trabajaba para una panadería, mucha gente se sumó a esta población que ya estaba más instalada”, dice Clemencia, también del grupo, una francesa que reside desde hace siete años en Chile donde trabaja como arquitecta. 

Además de cambiar el paisaje de la ciudad, la carpa constituye un ansiado aunque frágil techo para los que duermen a la intemperie.  

“Ayudan a que estas personas pueden pasar la noche en un lugar un poquito menos hostil que simplemente expuestos al viento y al frío, un lugar para guardar sus cosas y también un lugar para tener un mínimo de intimidad», añade Clemencia, cuyo grupo también distribuye carpas a los indigentes cuando son necesarias.

«El problema de estar en la calle es la gente mala»

En las últimas semanas, un nuevo protocolo del Gobierno permite a las municipalidades de la ciudad levantar las carpas y llevarse las pertenencias de las personas que las habitan con previo aviso a las mismas, algo que no siempre se cumple. Esto ha supuesto que el número de carpas no sea tan visible en algunos sectores o que se haya empujado un efecto nómada, que las personas sin techo tomen sus cosas y se trasladen a lugares más ocultos, donde no van a ser molestados.

La municipalidad y la policía por un lado, la inseguridad de la calle por otro. “El problema de estar en la calle es la gente mala”, dice con una mirada acuosa Reinaldo Tapia, de 62 años, quien vive en una carpa desde hace un año y medio.

A nosotros, no pero “si han quemado carpas para allá”, añade, señalando a la parte más alta del río. Añade que lo hacen “cabros (chicos) jóvenes”. Otros indigentes han denunciado intentos de ser quemados. 

Hace pocos días, Santiago conoció que la policía arrestó a un ciudadano colombiano acusado de ser un asesino en serie que habría matado y atacado entre ocho y 10 indigentes en las últimas semanas.

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