Cómo lograr que los santiaguinos sean más amables y felices
Fuente: La Tercera 05-10-2018
Autor: Efraín Moraga
Establecer la noción de lo público y un nuevo trato entre las personas, además de suprimir las definiciones de los espacios comunes y fomentar la corresponsabilidad, están entre las principales medidas para construir una ciudad más amable. Mayor complejidad de la sociedad y diferencias culturales, son las principales fuentes de conflicto.
La falta de empatía con el próximo y la despersonalización, son dos de los principales problemas que experimentan las ciudades modernas. Estructuras sociales cada vez más complejas y diferencias culturales entre sus distintos actores, están entre los detonantes de esta nueva realidad.
Metro transportó a 685 millones de pasajeros en 2017, un 2,2% más que en 2016. Entre estos, el 30,5% se trasladó en hora punta, mientras que el 69,5% lo hizo en horario valle. Precisamente, este es uno de los principales focos de conflicto frente a esta nueva realidad.
Y es que son considerables los niveles de hacinamiento que experimenta el transporte subterráneo, propiciando golpes, empujones y atropellamientos a quienes entran y salen de vagones y estaciones. Según un estudio de la Universidad de Chile, este registra hasta seis personas por metro cuadrado durante sus traslados en hora punta.
El subterráneo no es el único lugar donde se manifiesta este fenómeno, pues en la calle y espacios donde se producen grandes aglomeraciones de público, son cada vez más frecuentes este tipo de problemas.
“Las personas anteponen el ‘yo’ frente a la consideración de que estamos viviendo una vida colectiva. Ellos no se dan cuenta de que se ven más beneficiados si hay una coordinación con el prójimo”, manifiesta Flavio Cortés, investigador del Centro MIDE UC.
Según estadísticas de la Subsecretaría de Prevención del Delito, en 2017 se produjeron 545.563 incivilidades. Entre estas, 114.579 corresponden a amenazas, 112.409 a daños y 11.516 a ruidos molestos, además hubo 4.038 riñas públicas y 2.398 desórdenes.
A pesar de estas cifras, un gran número de ciudadanos se manifiesta feliz. Datos de la ONU indican que Chile ocupa el tercer lugar en Latinoamérica en esta materia, con 6.476 puntos (ver gráfico).
Es por este motivo que es clave identificar el problema. “En las ciudades complejas, las acciones sociales y colectivas son parte de un sistema de interacciones que requiere de una gran coordinación.
Se trata de un concepto que está basado en micronormas. Por ejemplo, dar la pasada, ver quien tiene la preferencia en la calle, ceder el asiento en la micro y desacelerar el auto para dar paso a otro vehículo, entre otros”, manifiesta Cortés.
Debido a esta naturaleza, no es algo que se pueda controlar desde el punto de vista legal. “No se puede hacer una ley por cada cordinación. Por ejemplo, si se deja el paso libre para que otra persona pase o si caminamos por un lado u otro.
Las acciones microsociales están caracterizadas por reglas de etiqueta, conducta y costumbre. El problema de Chile es que existe un déficit ético y cultural en este aspecto”, dice Cortés.
De esta manera, es clave realizar un trabajo que apunte hacia una transformación cultural. Establecer la noción de lo público y fomentar un nuevo trato entre las personas, además de suprimir las definiciones de los espacios comunes y fomentar la corresponsabilidad, están entre las principales medidas para avanzar en ese sentido.
“Es necesario robustecer la noción de lo público, entendiéndolo como aquello que otorga sentido a la vida en común, en el cual todas y todos contribuyen a su producción, y cómo ello tiene una expresión espacial concreta y tangible”, señala Jorge Larenas, sociólogo e investigador de la Facultad de Arquitectura y Urbanismo de la Universidad de Chile.
Entonces, para construir una ciudad más feliz y amable es clave eliminar la jerarquización de lo público. “Debe producirse a través de procesos de colaboración y co-creación. Podríamos decir, entonces, que debe generarse un nuevo trato”, asegura Larenas.
Además, es imprescindible poner en tensión el carácter heteronormado y patriarcal del espacio público. “Parte importante de los problemas de convivencia están asociados a sujetos históricamente subordinados en esta estructura patriarcal.
Por ejemplo, las mujeres, las mal llamadas minorías -sexuales, étnicas, etc-, las personas con discapacidad y adultos mayores, entre otros. Esto último nos lleva a agregarle a lo público la condición imprescindible de inclusividad”, dice el académico de la Universidad de Chile.