Monumentos Incómodos: “Las autoridades se resisten a que la ciudadanía defina qué hacer con sus estatuas”

Por Lissette Fossa

Fuente: Interferencia.cl 12/03/2021

Para Magdalena Novoa, doctora en arquitectura, especialista en patrimonio y fundadora de Monumentos Incómodos, detrás de la remoción de la estatua de Baquedano, ocurrida anoche, hay una disputa acerca de qué consideramos nación y cuales serían los símbolos de ésta. ¿Militares y conquistadores, como tradicionalmente ha sido, o figuras que reflejen más la diversidad del país?

Monumentos Incómodos nació como una plataforma en redes sociales tras el estallido social en Chile, que postea reflexiones y debates sobre los monumentos que fueron cuestionados durante las manifestaciones tras el 18 de octubre de 2019. De a poco dicha comunidad fue creciendo, y hoy cuenta con cinco profesionales que alimentan y debaten internamente también sobre sus publicaciones, además de tener más de 19 mil seguidores en Instagram.

En medio de la controversia sobre la remoción de la estatua del General Baquedano, ubicada en Plaza Dignidad, Monumentos Incómodos ha promovido el debate y ha hecho un registro histórico de la estatua en todas su versiones: vestida, pintada, intacta, pintada, re-pintada, restaurada y hasta quemada. Pero también ha puesto en debate otros “monumentos incómodos”: estatuas de conquistadores, monumentos a indígenas, esculturas de colonizadores y las intervenciones alrededor de este patrimonio no sólo en Chile, también en otros países. Lo que se hace alrededor de una estatua o un monumento se pone en debate en esta plataforma.

Así, Monumentos Incómodos ha comenzado a hacer análisis también de los monumentos nacionales, donde ha descubierto, en un estudio que hicieron en Punta Arenas, que sólo un 4% de ellos representan mujeres. El porcentaje es aún menor para pueblos indígenas o diversidad sexual.

Una de sus fundadoras es Magdalena Novoa, doctora en Arquitectura en la Universidad de Austin, Texas, y especialista en patrimonio. Novoa, de 39 años, estudió Artes y se especializó en patrimonio y gestión comunitaria. Trabajó en el Consejo de Monumentos Nacionales y el Consejo de la Cultura en Chile, y actualmente imparte clases en una universidad en Chicago, Estados Unidos. Desde ahí, sigue participando en Monumentos Incómodos y está atenta al debate nacional en torno a la estatua más polémica en el país: la del general Baquedano en Plaza Dignidad. 

Para Novoa, según cuenta en esta entrevista, tan importante como la estatua en sí es lo que representa, ya que el patrimonio en sí no es solo material, “es un proceso sociocultural de usar el pasado para explicarnos el presente y entender ese pasado ahora”, explica.

Novoa cree que acciones como dejar flores en la estatua, por parte de la derecha conservadora chilena, se relacionan con el temor a que un concepto de nación está puesto en entredicho, instaurado en el siglo XIX  e inspirado en la ilustración europea.

«El modelo no solo se refleja en los símbolos de monumentos que pueblan nuestras ciudades, sino también en cómo decidimos cuales son esos símbolos».

“Lo que está en disputa no es el monumento en sí mismo al general Baquedano, sino que es el control sobre la idea de nación, que con el estallido social también ha sido cuestionada. Podemos ver la manera en que los pueblos originarios se han involucrado en las manifestaciones, alzando sus banderas. Ya no vemos banderas políticas en las calles, vemos banderas que representan identidades, pueblos, soberanías género, una mirada más diversa de lo que somos”, comenta en esta entrevista.

– Hay una especie de debate, que es un debate que tampoco se da en todos los sectores, se da mucho más en twitter, redes sociales, sobre la estatua del general Baquedano, que desde las manifestaciones del 18 de octubre en adelante ha sido intervenida, se ha transformado en algo simbólico, que no le gusta a la gente, quizás un símbolo de lo castrense, lo militar. De a poco la estatua se transformó en un ícono para la derecha, un símbolo a defender, incluso ayer y anteayer le llevaron flores a la estatua… ¿Qué significa esto? ¿Por qué se produce este debate?

Primero, la discusión de la estatua de Baquedano y cómo se transformó en un símbolo tangible e intangible de la revuelta, tiene mucho que ver con esta disputa de la des-monumentalización, que también hace un correlato con el descontento social profundo que hay en Chile. Baquedano viene a ser un símbolo de eso, tiene que ver con la disputa de la permanencia de ideas que no se han quebrado aún, después de la colonización, como la lógica elitista, colonial, que busca manejar todo, desde cómo funciona la economía, la planificación urbana, el uso del territorio, etc. Muy de fondo, eso simboliza la estatua de Baquedano. 

También tiene que ver con la victoria de la ciudadanía de lograr un proceso constituyente, que se viene discutiendo desde el fin de la dictadura. Muestra que algunos han tenido tan enraizada una forma de hacer política y hacer gobierno, que no quieren quebrar esa lógica neoliberal, heredada de la dictadura. Muchos se preguntan qué tiene que ver este monumento en particular con el neoliberalismo o con la dictadura, pero tiene todo que ver. El modelo no solo se refleja en los símbolos de monumentos que pueblan nuestras ciudades, sino también en cómo decidimos cuales son esos símbolos y la resistencia que hay en querer hacer un ejercicio de participación para pensar esos símbolos. 

Lo que más me sorprende es eso, que hay una resistencia desde las autoridades, las instituciones, a implementar ejercicios participativos para pensar qué hacer con estos monumentos, que claramente nos incomodan y están en disputa.

«No es el monumento en sí mismo al general Baquedano, sino que es el control sobre la idea de nación, que con el estallido social también ha sido cuestionada».

– ¿Y a quienes le importa este debate? ¿Es un debate que le importa a los vecinos del lugar o solo a una elite?

Creo que eso también es un reflejo de lo que vivimos en Chile. Finalmente es un monumento que le importa a la gente que vive en Santiago, en regiones, por ejemplo, gente de Lota que conozco, nadie me ha nombrado nada de la estatua de Baquedano, porque el debate tiene una lógica muy centralista. 

Por otro lado, hay un manejo comunicacional y político de la derecha, porque lo que está en disputa aquí es la idea de nación. No es el monumento en sí mismo al general Baquedano, sino que es el control sobre la idea de nación, que con el estallido social también ha sido cuestionada. Podemos ver la manera en que los pueblos originarios se han involucrado en las manifestaciones, alzando sus banderas. Ya no vemos banderas políticas en las calles, vemos banderas que representan identidades, pueblos, soberanías, género, una mirada más diversa de lo que somos, que no es la idea de nación homogénea que en general tienen los grupos conservadores.

– Podemos ahondar en eso ¿a qué se refiere con la disputa de la idea de nación? ¿Pasa que alrededor de la estatua como la de Baquedano hay una disputa por poner ahí algo que nos represente? 

Me refiero a eso, pero también en generar este debate en torno a una estatua, porque simboliza a una figura del ejército que ganó una batalla, con una narrativa muy nacionalista, centrada en el hombre. Desde mi punto de vista, la derecha está confirmando que esta idea de lo que es Chile, para ellos, es inamovible, inalterable, y que Chile es un país con una estructura, unos símbolos y una forma de control que no se puede mover. 

Si pensamos lo que está pasando en torno a la Constitución, por ejemplo, la demanda de los pueblos originarios de estar involucrados de manera igualitaria en ese debate, discutir el tema de la soberanía de territorios, todo eso disputa la idea de nación que ellos tienen. La nación, en el fondo, es algo ficticio, no es real. 

«Los monumentos se originaron como instrumentos para normar y educar a los “incivilizados”. Y si te fijas, en muchos de los discursos que uno escucha desde la elite, y desde el conservadurismo, se aferran a esos valores».

Las acciones de Cristián Labbé, los ex generales y otros políticos, yendo a dejar flores al monumento, para mi es un símbolo de resistencia al cambio que demanda la sociedad, de defender una estructura que les permitió históricamente mantener el control. 

Lo que es interesante en Latinoamérica es que el poder político está vinculado con el poder económico de la elite, en Chile por ejemplo hay una oligarquía que se ha mantenido casi inalterada desde el siglo XIX. Esa misma lógica está enraizada en los monumentos y cómo entendemos el patrimonio en general.

– ¿Y es particular de la derecha chilena o de los chilenos esto de aferrarse a un símbolo como la estatua de baquedano?¿ Eso de dejarle flores a una estatua, aferrarse a una estatua, por ejemplo?

Me interesa enfatizar que todos los contextos son específicos, tienen características y expresiones de cada lugar y sociedad. Pero hay ciertas generalizaciones, al menos en el mundo occidental, que tiene que ver con ciertos valores que nacen en el siglo XIX, vinculados con la racionalidad de la Ilustración, del orden, de la higiene, donde los monumentos son una parte fundamental. Los monumentos se originaron como instrumentos para normar y educar a los “incivilizados”. Y si te fijas, en muchos de los discursos que uno escucha desde la elite, y desde el conservadurismo, se aferran a esos valores porque expresan el poder que tienen y valores estereotipados e idealizados de lo que tiene que ser la estética urbana donde nos movemos como sociedad. Y reitero, estos expresan valores políticos de control, de la elite. 

Por ejemplo, en Estados Unidos Trump quiso hacer como política de Estado que todos los edificios públicos que se construyeran solo pudieran tener estilo neoclásico. Ahora el presidente Biden eliminó esa ley. Como vemos, hay una idea de imponer ciertos valores, una narrativa de la modernidad europea que nos ha colonizado. Es decir, imponer el control de un grupo por sobre otro.

Pensando en el paisaje conmemorativo público, si construyéramos un paisaje conmemorativo que destaca a las mujeres, la naturaleza, entre otros, que incluyen otros símbolos y valores, que no son los masculinos, también estaríamos promoviendo una política y una ética que tiene que ver con el cuidado y con lo común. Las mujeres tradicionalmente hemos sido encargadas con las labores del cuidado lo cual obviamente tiene que ver con las desigualdades, y la idea no es perpetuar estos estereotipos, pero sí promover esas capacidades que todes deberíamos aprender e internalizar para construir una sociedad más justa.

«Cuestionar esos símbolos que no nos representan, que representan una narrativa de la historia que nos ha gobernado por mucho tiempo, pero que no es la narrativa con la que necesariamente sentimos o experimentamos el mundo».

– Y este cuestionamiento a los monumentos, ¿está pasando en el mundo entero? Lo pregunto por que se vio algo parecido que en Chile con las protestas de Black Lives Matters, con respecto a la intervención de estatuas, y en México igual se ha visto en protestas del 8M, también en Gran Bretaña.

Sí, es un fenómeno mundial, que también está relacionado con otro fenómeno, de crisis política, de desigualdad, de racismo. Esto provoca dos cosas: por una parte, la necesidad de reunirse y de generar vínculos en el espacio público. Y por otra,  cuestionar esos símbolos que no nos representan, que representan una narrativa de la historia que nos ha gobernado por mucho tiempo, pero que no es la narrativa con la que necesariamente sentimos o experimentamos el mundo. Lo digo como mujer, a mi no me apela ni me dice nada, por ejemplo, la cantidad de monumentos que hay a militares, a colonizadores, distintas figuras masculinas. 

Esta crisis es mundial. En Estados Unidos el movimiento Black Lives Matter gatilló manifestaciones parecidas a las de Chile en el estallido social, los monumentos fueron intervenidos y dejaron ver la cantidad de monumentos a figuras opresoras y racistas. Veo que la diferencia en Chile, comparado con Inglaterra o Estados Unidos, es que, en estos últimos países la mayoría de los casos estos temas se han abordado desde la política pública, es decir en el campo político esta disputa esta siendo considerada. En metropolis como Chicago, se están haciendo catastros de los monumentos públicos, para evaluar cuales son ofensivos para ciertos grupos de la sociedad, para pensar qué se hace con ellos. De hecho, durante las protestas de Black Lives Matter se removieron muchos monumentos a los confedereados (pro esclavitud) en varias ciudades, que son símbolos racistas. También, en varias ciudades se han hecho análisis de los nombres de las calles, algo que no se cuestiona en Chile. A mí eso me llama la atención, en Chile la mayoría de las calles tienen nombres de colonizadores españoles, lo cual se condice con lo que al final somos los chilenos.

Es un fenómeno mundial que nos está diciendo que el paisaje urbano se transforma, cambia, y que de alguna manera hay que saber lidiar con ese cambio y estar abierto a ese diálogo.

– A metros de la estatua de Baquedano está la estatua de Manuel Rodríguez, que no se ha intervenido nada. Mientras que la de Baquedano sí ha sido foco de protestas ¿Por qué ocurre eso?

«Yo creo que esta manera de apropiarse de este centro también tiene que ver con la demanda social, la posibilidad de recuperar y transformar una comunidad, una memoria».

Creo que también hay un tema no solamente con la estatua en sí misma, sino que con la ocupación del espacio público y el símbolo que tiene la plaza Baquedano en Santiago. La estatua de Manuel Rodríguez tiene menos importancia, en término espacial. El caballo con Baquedano está en la rotonda, que está al medio de la plaza, y en nuestro imaginario es el límite para decir “para arriba” o “para abajo” de plaza Italia. Y para abajo está la “chusma” y arriba, la parte “buena” de Chile.  Es decir, se relaciona con apropiarse de un espacio que en general ha sido divisorio en la ciudad

También se relaciona con el legado de la dictadura, periodo en que el espacio público no se podía usar y se privatizaron muchos espacios públicos. Yo creo que esta manera de apropiarse de este centro también tiene que ver con la demanda social, la posibilidad de recuperar y transformar una comunidad, una memoria, una forma de hacer sociedad que se perdió. 

El rol de la memoria es importante no solo en relación a los monumentos públicos, sino también porque es es una herramienta del modelo neoliberal que nos hace enfocarnos en el presente, en lo inmediato, y olvidar la memoria colectiva que tenemos de organizarnos y de generar movimientos para generar cambios. Con esto no me refiero a que esa memoria colectiva se perdió,  lo veo con comunidades en las que trabajo, que han estado permanentemente movilizados y organizado, pero de manera quizás más silenciosa. 

Desde mi punto de vista, esta movilización visibilizó estos millones de esfuerzos a menor escala, que se venían construyendo hace tiempo. Yo creo que la plaza Italia es símbolo de esa recuperación y de volver a lo común.

– ¿Y qué opina de la decisión del Consejo de Monumentos de remover esta estatua? ¿Es una solución o es cerrar el debate?

Por una parte, me parece súper lógico remover la estatua, no le veo la relevancia a seguir debatiendo si proteger o no al monumento. Es decir, claramente es un monumento que no nos representa, entonces saquémoslo de ahí.  

Por otro lado, creo que la decisión en sí misma, no tiene nada que ver con las controversias que existen sobre el debate social en relación a lo que el monumento simboliza, sino que tiene que ver con un resguardo del monumento en sí mismo. El énfasis de la decisión no está puesto en la profundidad del tema, sino en el objeto en sí mismo. Y el patrimonio va mucho más allá del objeto, lo más importante del patrimonio son los valores intangibles, o para mi gusto, el vínculo de lo tangible con lo intangible. Pero esta decisión no ahonda en eso.

– ¿Y qué otro monumento se podría instalar en esa plaza?

No soy quien para decir qué monumento debería estar ahí, me parece que debe ser un proceso participativo. Yo no sé si tenemos que seguir erigiendo monumentos, de reemplazar uno por otro, quizás también se puede hacer un ejercicio ciudadano de dejar un plinto para que sea ocupado por la ciudadanía, para dar discursos. 

En Londres, donde un tiempo viví, por ejemplo, en un parque hay una especie de plinto donde la gente se para a dar discursos, leer poemas, dar charlas, en el espacio público. No digo que tengamos que hacer eso, lo que se haga debe nacer de nuestro contexto social, pero hay muchas formas creativas para darle una nueva función y significado a ese espacio público.  Pero eso debiese estar abierto a un debate más profundo e importante que el monumento en específico.

«Estos debates y procesos para discutir qué se hace con estos monumentos hay en muchas partes».

– En otros países, ¿es habitual que la ciudadanía decida sobre los monumentos en sus ciudades?

Eso es algo que se practica en muchas partes. Por ejemplo, en Sudáfrica, en el 2015 hubo un movimiento en la Universidad de Cape Town, que cuestionó los monumentos públicos en relación al apartheid, se removieron monumentos y se hizo un debate ciudadano para pensar qué poner en esos sitios.

En Estados Unidos, debates similares se han dado en muchas ciudades. En la Universidad de Texas en Austin por ejemplo, donde estudié,  hubo toda una discusión sobre qué hacer con los monumentos a los confederados, que estaban en el parque central de la universidad. Se hizo un comité compuesto por estudiantes, profesores, funcionarios que  decidieron remover esos monumentos y ahora se está viendo qué hacer con el espacio donde estaban, si dejar los plintos vacíos, para recordar prácticas que no debemos repetir o si se va a convocar a artistas en residencias por ejemplo para que intervengan esos lugares. 

Estos debates y procesos para discutir qué se hace con estos monumentos hay en muchas partes, por eso a mi me impresiona tanto que en Chile, después de casi dos años del estallido social desde el oficialismo ni siquiera se estén preguntando eso, pensar que esto puede ser violento para muchas personas, en vez de eso, debatimos si sacamos o no el monumento a Baquedano. En parte es porque tenemos una estructura muy centralista del patrimonio, que no permite a las localidades tomar esas decisiones. En Estados Unidos y otros países, cada municipio puede tomar esas decisiones, y eso de alguna manera le da más poder para implementar procesos participativos con respecto a monumentos. Eso en Chile no sucede y se está pensando una ley de patrimonio nueva que promete solucionar estas cosas, pero en la práctica no las solucionaría, hace los procesos aún más burocráticos de lo que ya son. Y es una ley que ha sido hecha sin ninguna participación ciudadana, sin siquiera participación indígena.

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