Los problemas cognitivos que afectan a los niños que conviven con la agroindustria de la zona de Talca
Por Isabel Reyes B. (Desde Talca)
Fuente: Interferencia.cl 16/08/2021
A propósito de la grave crisis climática de la que dio cuenta la ONU en su reciente informe, INTERFERENCIA re-publica la serie de reportajes «Niños de Sacrificio», publicado inicialmente en noviembre de 2019. En este reportaje, se muestran los problemas que enfrenta la comunidad y los niños en los campos de la región del Maule debido a plaguicidas y agrotóxicos.
Intoxicaciones en escuelas rurales, falta de regulación en los plaguicidas y niños con problemas cognitivos es el día a día de aquellas comunidades expuestas a agrotóxicos en los campos de la región del Maule.
Desde el patio de la escuela Bella Unión, ubicada en la comuna de San Clemente, a unos 30 kilómetros de Talca, se escucha un ruido de motor. Quedan pocos minutos para el recreo y a lo lejos, se ve una nube que sube entre los árboles y desaparece. Hoy, al igual que muchos otros días al año, hay un tractor aplicando químicos en las más de 600 hectáreas de plantaciones que rodean la escuela, a solo 30 metros de distancia. Manzanas, peras y kiwis, son algunos de los frutos que produce la empresa Agrofruta, ubicada en el terreno colindante al establecimiento.
Por esta y otras características es que la escuela Bella Unión fue una de las dos escuelas que fueron analizadas en un estudio realizado por investigadores de la Facultad de Ciencias de la Salud de la Universidad Católica del Maule (UCM). La investigación la encabezó María Teresa Muñoz, psicóloga y doctora en Salud Pública de la Universidad de Chile quien, desde hace más de diez años, estudia la exposición y los efectos de los plaguicidas organofosforados en comunidades escolares rurales.
“Nos percatamos que había una mayor exposición en los niños rurales porque había tres elementos que eran importantes: el consumo de vegetales con residuos, la aplicación de plaguicidas dentro del hogar, que se da muy frecuente en ambientes rurales, y el otro tema que era la exposición ambiental; el vivir y estudiar cerca de un predio agrícola”, dice Muñoz a INTERFERENCIA.
“Esto demuestra que hay más plaguicidas involucrados. Este cocktail de plaguicidas aumenta en el 2017 en la segunda medición de manera importante”, dice Muñoz.
En los primeros resultados –publicados en 2018– encontraron restos de plaguicidas tóxicos en las muestras de orina que tomaron a 190 niños de entre 6 y 12 años. La toma de muestras se hizo en dos estaciones del año, durante el verano, por ser una época de mayor exposición ambiental y en el otoño, donde están menos expuestos. Lo más alarmante fue la presencia de Paratión, un plaguicida que está prohibido en Chile desde el 2000.
Así también preocupan los nuevos resultados –aún no publicados– que fueron tomados en 2016 y 2017, y a los cuales INTERFERENCIA tuvo acceso. Esta vez, hay un evidente aumento en los niveles de clorpirifos y piretroides, ambos insecticidas, y el herbicida 2,4 D, en los organismos de los niños. Algunos componentes aumentan incluso al doble en 2017. “Esto demuestra que hay más plaguicidas involucrados. Este cocktail de plaguicidas aumenta en el 2017 en la segunda medición de manera importante”, dice Muñoz, desde su oficina en la Vicerrectoría de Investigación y Postgrado de la Universidad Católica del Maule (UCM).
«No estoy diciendo que esos niños van a tener cáncer o algún tipo de tumor, pero el nivel de microgramo por litro que ellos presentan es muy similar, incluso mayor, a los niveles de microgramos máximos que tienen nuestras guías. Esto es una alerta como para tener presente de que efectivamente la realidad que están viviendo los niños en esta región es que ellos podrían desarrollar una de estas dificultades, sobre todo los niños que son más susceptibles», dice Muñoz.
«A nosotros nos hace mucho ruido que nos digan que es natural que hayan residuos en la fruta, que es natural que los niños se vean expuestos, que en el fondo no les va a pasar nada, cuando sabemos que dosis más pequeñas a éstas, sí generan un daño», complementa.
Después de dados a conocer los resultados, el único cambio que vieron en la escuela fue la instalación de una malla rachet, de unos seis metros de altura como la que se ve en la foto superior, que solo cubre el perimetro del patio. Es tal cual, como un parche.
Pasado el patio, los árboles frutales vuelven a estar sin ninguna protección. Esta misma malla se ve también en uno de los costados del fundo que colinda con viviendas. César Domarchi, director de la escuela Bella Unión desde hace 40 años, cuenta a INTERFERENCIA que nunca les han avisado cuando aplicarán los químicos. «Les da lo mismo si hay niños en el sector. Al menos pusieron esta malla, que muy poco protege, pero tal vez se han inquietado un poco. Las autoridades hacen oídos sordos a esto. Estas debieran ser políticas nacionales para que se solucione el problema», dice.
De fondo, el motor del tractor que fumiga la zona, sigue sonando.
En Chile, un estudio de la Universidad Católica del Norte (UCN), vino a corroborar también el daño cognitivo. La investigación se realizó entre los años 2010 y 2014 en la región de Coquimbo, por Floria Pancetti.
Dificultades en la sala de clases
Existen estudios que han asociado la exposición a agrotóxicos con distintos tipos de cáncer, daños renales, del sistema reproductivo y malformaciones. Así también hay evidencia tanto internacional como nacional que ha demostrado la directa relación entre los agrotóxicos y los problemas en el desarrollo cognitivo de los niños. Así por ejemplo, científicos estadounidenses se dedicaron a estudiar el fenómeno desde la etapa prenatal hasta los primeros años de niñez en el Valle de Salinas en California, corroborando efectos en el desempeño neuroconductual de los menores.
En Chile, un estudio de la Universidad Católica del Norte (UCN), vino a corroborar también el daño cognitivo. La investigación se realizó entre los años 2010 y 2014 en la región de Coquimbo, por Floria Pancetti, doctora en ciencias biológicas y Muriel Ramírez, doctora en Salud Pública y y directora del Magister en Salud Pública de la UCN. Para su realización se consideraron tres grupos de personas: aquellas no expuestas que vivían en sectores costeros y que sirvió como muestra de control; las ocupacionalmente expuestas, es decir, trabajadores agrícolas con más de cinco años de exposición a agrotóxicos, y aquellos ambientalmente expuestos por vivir en sectores vecinos a predios.
«Les hicimos exámenes de tipo neuropsicológicos con una batería que midió siete áreas cognitivas: la memoria, atención, praxis, función ejecutiva, psicomotrocidad, lenguaje y estado del ánimo», dice Muriel Ramírez en conversación con INTERFERENCIA.
«Desde el punto de vista cognitivo había una disminución de las funciones mayoritariamente dadas por la memoria, la atención y la función motora fina. Las personas que estaban expuestas a agrotóxicos tenían menor capacidad en esas áreas que la población control y luego durante la fumigación disminuían aún más el desempeño cognitivo”, explica Ramírez.
Según las cifras, la inhibición fue de un 30%, es decir, se comprobó una disminución del rendimiento neuropsicológico tanto para los que viven cercano a predios como para los que trabajan en agricultura.
Ante esto, Ramírez tiene una visión clara acerca de la realidad que se vive en estas zonas agrícolas donde las casas, escuelas y pueblos están rodeados de plantaciones, donde las nubes tóxicas se expanden con el viento. «Si nosotros vimos eso en personas adultas, imagínate cómo será para los niños que tienen su sistema nervioso en formación. Lo lógico es que tengan problemas de aprendizaje y que muchas veces se le puede echar la culpa a los profesores y la verdad lo que está ocurriendo es que son niños que están contaminados permanentemente», dice.
Según los datos entregados por los directores de cada establecimiento en la actualidad, de los 75 alumnos de la escuela en San Clemente, 31 de ellos tienen necesidades educativas especiales.
Así lo han evidenciado los profesores en la escuela Bella Unión de San Clemente y la escuela Viña Purísima de Talca, dos establecimientos con muchas cosas en común. Además de estar ambas en la región del Maule, son establecimientos rurales, rodeados de plantaciones agrícolas y ambas partícipes del estudio que realizó la Universidad Católica de esa región.
Estas escuelas comparten también un quinto elemento que dice relación con los Programas de Integración Escolar (PIE). Se trata del aumento sostenido en la cantidad de niños que se acogen a PIE por presentar dificultades cognitivas.
Las cifras van en aumento año a año. Según los datos entregados por los directores de cada establecimiento en la actualidad, de los 75 alumnos de la escuela en San Clemente, 31 de ellos tienen necesidades educativas especiales. Así también de los 178 inscritos en la escuela Viña Purísima, 59 están en el programa. Es decir, más del 40% y 30% respectivamente.
Los equipos PIE son multidisciplinarios y cuentan con psicólogos, fonoaudiólogos, kinesiólogos y educadoras diferenciales. Rocío Osorio es, desde hace cuatro años, la psicóloga de la escuela Bella Unión en San Clemente y dice tener alumnos con una discapacidad intelectual que incide negativamente en el coeficiente intelectual; en algunos leve, en otros moderada; en algunos permanente, en otros transitoria.
«Acá nosotros le brindamos apoyo todas las semanas y potenciamos áreas de atención, de concentración, de percepción, de memoria, razonamiento verbal, numérico, de orientación espacial, temporal. Tratamos de darles estrategias para que puedan utilizarlas en el aula, además hacemos talleres en los cursos que también tienen que ver con esto, de potenciar las habilidades, los hábitos de estudio, para que ellos lo puedan llevar a la casa y aplicarlo”, dice Osorio en la sala de integración de la escuela, donde en distintas estaciones instaladas en cada mesa, los profesionales atienden uno a uno a los niños y niñas.
"En el ámbito pedagógico, te puedo decir que a los niños se les olvidan las cosas, al rato se les olvida", cuenta una docente.
Así lo reconocen también en la escuela Viña Purísima, nombre dado por las plantaciones vinícolas que les rodean. Cecilia Mendoza, jefa de la Unidad Técnico Pedagógica lleva más de diez años trabajando en el establecimiento y recuerda las veces que una avioneta pasaba por arriba de la escuela fumigando los terrenos aledaños. «En el ámbito pedagógico, te puedo decir que a los niños se les olvidan las cosas, al rato se les olvida. Hemos visto alumnos de una escuela rural cercana, y cuando vienen para acá, traen los mismos patrones. Es como si esto hubiera aparecido inadvertido», dice en entrevista con INTERFERENCIA.
Registro de intoxicaciones
La Red Nacional de Vigilancia Epidemiológica en Plaguicidas (Revep) del Ministerio de Salud es el organismo encargado, desde su creación en 1993, de monitorear las intoxicaciones agudas por plaguicidas. En un último informe publicado el 23 de mayo de este año, titulado Vigilancia nacional de intoxicaciones agudas por plaguicidas y que recopila datos entre 2008 y 2018, cifra en 7.346 las intoxicaciones ocurridas en estos últimos diez años.
Detrás de esta cifra, son más de 200 los menores de 15 años intoxicados en estos últimos años. De hecho, los casos de menores de 15 años que presentan intoxicaciones van de 40 a 273 casos anuales, catalogando la mayoría de éstos, por “brotes escolares”.
El informe también advierte sobre los grupos de población con mayor riesgo de exposición a plaguicidas. Además de considerar a los trabajadores del sector agrícola, están catalogados como grupos de riesgo los profesores y “estudiantes de colegios rurales vecinos a predios donde se aplica plaguicidas (terrestre-aéreo)”. Así también, las comunidades rurales que viven cerca del predio y familiares de trabajadores agrícolas, entre otros.
Del listado de los 14 químicos identificados en las intoxicaciones que presenta el informe, muchos de ellos fueron encontrados en la orina de los alumnos de ambas escuelas ya mencionadas. Así ocurre con la cipermetrina, clorpirifos, diazinon y metamidofos, entre otros. De igual manera, está mencionado el Paraquat, prohibido en la Unión Europea desde 2009 y con denuncias realizadas en Chile por su uso en los avellanos europeos de la región del Maule (ver reportaje: Nutella: avellanos de popular producto podrían contener agroquímicos tóxicos producidos en Chile de INTERFERENCIA) y el Glifosato, incluido en 2015 en la lista de sustancias cancerígenas por la Agencia Internacional para la Investigación sobre el Cáncer de la Organización Mundial de la Salud (OMS).
En Chile, de los 400 plaguicidas registrados en el Servicio Agrícola y Ganadero (SAG), 102 son altamente peligrosos, según el informe Situación de los Plaguicidas Altamente Peligrosos en Chile publicado en enero de este año.
Todos estos datos se complementan además, con el último estudio de la Agencia Chilena para la Calidad e Inocuidad Alimentaria (Achipia), entidad dependiente del ministerio de Agricultura, que reconoce que durante el 2017 el 90,2% de las notificaciones en alimentos para consumo humano fueron en el rubro de frutas y hortalizas frescas, por presencia de peligros químicos, con restos de plaguicidas por sobre la norma permitida y en algunos casos, de uso no autorizado.
En Chile, de los 400 plaguicidas registrados en el Servicio Agrícola y Ganadero (SAG), 102 son altamente peligrosos, según el informe Situación de los Plaguicidas Altamente Peligrosos en Chile publicado en enero de este año por la Red de Acción en Plaguicidas (RAP-Chile). “De 102 plaguicidas altamente peligrosos con registro vigente, hay 28 principios activos y sus respectivas marcas comerciales que no están aprobados por la Unión Europea o incluidos en la Lista PIC, y 46 plaguicidas altamente peligrosos prohibidos en otros países del mundo. Hay registrados 29 principios activos que pueden causar cáncer en humanos según la Agencia de Protección Ambiental de Estados Unidos y la Agencia Internacional de Investigaciones del Cáncer”, se lee.
Frente a este escenario es que se creó la Red de Investigadores en Plaguicidas, conformada por investigadores ya presentados en este reportaje, junto a otros que actualmente desarrollan nuevos estudios. Una unión entre docentes de la Pontificia Universidad Católica de Chile, la Universidad de O’Higgins, UCM y UCN, pertenecientes a las regiones agrícolas de Chile, donde se han presentado históricamente intoxicaciones y episodios contaminantes.
“Está en las autoridades hacer los cambios, nosotros podemos hacer aportes y entregar la evidencia”, dice María Teresa Muñoz de la UCM y miembro de esta red. “El costo está asociado a un interés muy comercial, es otro de los elementos que nos cuestionaron los productores agrícolas, diciendo que por nuestros estudios se estaba viendo afectada la exportación. Para afuera se están yendo las frutas más limpias y nosotros estamos consumiendo lo más sucio, eso te hace ruido como investigador”.