Sobre pobreza y Casen 2006

Las instituciones y personas que están detrás de esta encuesta llevan mucho tiempo haciendo un buen y serio trabajo. Por eso que cuestionar los resultados es un despropósito.

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por Harald Beyer, Centro de Estudios Públicos

Algunas de las interpretaciones que las autoridades les han dado a los resultados de la encuesta Casen no me convencen. Por ejemplo, que la leve caída en el valor del coeficiente GINI -el indicador más utilizado para medir desigualdad- refleje un punto de inflexión en nuestra elevada desigualdad, me parece que es exagerado. Más allá de que las diferencias reportadas no parecen ser estadísticamente significativas, tampoco se puede insinuar tendencia a partir de una observación. Pero, ciertamente, las interpretaciones no invalidan los datos. Algunos, sin embargo, han querido hacerlo basando sus argumentos en dos observaciones principales. La primera es que la encuesta muestra que cada punto de crecimiento redujo la pobreza en una proporción muy superior a la observada en mediciones anteriores. La segunda es que la pobreza rural es por primera vez inferior a la urbana.

Para los que hemos estado trabajando con las encuestas Casen, los resultados no nos sorprenden demasiado y estamos seguros de que ellos no se han producido por una manipulación de los datos. Por supuesto, nos gustarían en algunos casos otras preguntas, en otros la posibilidad de acceder a los datos «brutos», esto es, a aquellos sin ajustar por cuentas nacionales; también, más rapidez en la divulgación de la información e incluso algo más de transparencia, pero las instituciones y personas que están detrás de esta encuesta llevan mucho tiempo haciendo un buen y serio trabajo. Por eso que cuestionar los resultados es un despropósito.

Pero, ¿por qué no nos sorprenden? En primer lugar, porque la línea de pobreza se determina a partir del valor de una canasta de alimentos que refleja el consumo promedio de los chilenos. Ésta no se ha modificado desde que se iniciaran las encuestas Casen y su valor en términos reales se ha mantenido relativamente estable. Incluso entre 2003 y 2006 este valor cayó levemente. Por supuesto, la decisión de mantener esta línea inalterada, incluso renunciando a actualizar la canasta, es discutible. Con todo, es razonable mantener una referencia básica, como hace, por ejemplo, el Banco Mundial. Éste, cabe recordarlo, utiliza como indicador básico la proporción de la población que en cada país vive con menos de uno y dos dólares al día (ajustados por paridad del poder de compra). Sobre la actual línea de pobreza se pueden perfectamente agregar medidas complementarias, pero mantener una referencia básica en el tiempo es muy útil. Claro que quizás es conveniente ir actualizando la canasta de alimentados utilizada en el cálculo de la línea de la pobreza.

En segundo lugar, porque el crecimiento en Chile, aunque no ha reducido desigualdades ha hecho crecer el ingreso de todos. Así, por ejemplo, el año 2000 el 39% de quienes vivían en zonas urbanas y eran pobres tenían un ingreso per cápita que era equivalente al 75% o más de la línea de la pobreza. En las zonas rurales el 40% estaba en esa condición. Éste es un grupo de personas que en un período favorable puede dar un salto y superar la línea de la pobreza. Lamentablemente entre 2000 y 2003 ello no se dio. La economía, por ejemplo, apenas creció a una tasa anual de 3,2% y el desempleo se mantuvo en ese lapso muy alto. Por eso la pobreza en ese período se redujo poco. Con todo, en 2003 se acercó a la línea de la pobreza una proporción mayor de los pobres. En efecto, el 46% de los pobres que habitaban en las zonas urbanas tenían ingresos equivalentes al 75% o más de la línea de la pobreza. En los sectores rurales esa proporción llegaba al 50%. Ahora entre 2003 y 2006 las condiciones mejoraron. La actividad económica se expandió a 5,2% y el desempleo cayó 2,5 puntos porcentuales, para situarse en la fecha de recolección de la Casen en 6%.

Una vez que se tienen a la vista estos antecedentes, los resultados no nos deberían sorprender. Claro que también matizan aquellas afirmaciones que sugieren que la clave de esta última caída en la pobreza ha sido la política social. La verdad es que todo indica que es una combinación de línea de pobreza estable y un crecimiento económico significativo en los 90 y un buen crecimiento en los últimos tres años. Esto tampoco nos debe sorprender. Después de todo, hasta ahora, el énfasis de nuestra política social más que mejorar los ingresos de las familias en el corto plazo, salvo los reajustes ocasionales en las pensiones que no son suficientes para explicar caídas importantes en la tasa de pobreza, está orientado a fortalecer el capital humano de nuestros compatriotas. Ello seguramente tendrá efectos significativos y permanentes en plazos más largos. En estos últimos años el crecimiento y el empleo se han llevado el peso en los cambios en la tasa de pobreza.

Fuente: El Mercurio Lunes 25 de junio de 2007

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