La «mini-ciudad» construida con retiros del 10%: Nuevo Amanecer, la toma más grande de Santiago
Por Gianluca Parrini C.
Fuente: Bio-Bio Chile 20/03/2022
Partió con un rumor entre vecinos para tomarse un ex vertedero y evitar pagar arriendo, y terminó siendo dos años más tarde la toma más grande de la región Metropolitana. Aquí, dirigentas y pobladores cuentan la historia de Nuevo Amanecer, una “mini ciudad” con 10 mil habitantes, de los cuales un 80% son haitianos. Varios de ellos pararon sus casas con el retiro de las AFP, y sueñan con poder ser finalmente propietarios del terreno tomado. La historia la revela la Unidad de Investigación de Radio Bío Bío.
Todo empezó como un rumor entre vecinos: se hablaba de que iban a tomarse el basural de al frente. Era junio del 2020, y el murmullo corrió entre los habitantes de la villa Oreste Plath de Cerrillos hasta llegar a los oídos de Inés Fuentes Arenas (54).
Llevaba toda su vida arrendando y, con una pandemia mundial que acababa de desembarcar en Chile, se dio cuenta que existía -según define ella- una oportunidad para dejar de pagar arriendo y poder conseguir un lugar propio para erigir su hogar.
Lo primero que hizo al llegar al terreno fue poner palos en forma de rectángulo, rajar sábanas y marcar el trozo que iba a reclamar. Sabía bien lo que hacía: pasó su infancia en campamentos. Sus padres llegaron de Talca y también tuvieron que tomarse un paño alguna vez, a principios de los 1980.
Estaba oscureciendo, e Inés consiguió una carpa para pasar la noche. No importaba que tuviera su cama a pocos metros: durmió en un pallet. El mismo espíritu reinaba entre los vecinos de la misma Oreste Plath y de villas aledañas que iban llegando en grandes grupos. Los altos precios de los arriendos y la mala situación laboral, sumado a la pandemia, hicieron que tomarse el terreno fuera una alternativa real a considerar: “Éramos 30 a las cinco de la tarde. A las nueve de la noche éramos más de 80. Fue todo rápido”, relata.
Inés estaba decidida: iba a mantener ese espacio a como diera lugar. Hoy, a casi dos años del día de la toma, las sábanas que puso en el suelo fueron reemplazadas por una casa maciza, con un dormitorio, living, cocina, un jardín con plantas y portón. Es su hogar, el cual mantiene lleno de recuerdos de toda una vida. “De ahí, no me moví más”, dice.
LA TOMA MÁS GRANDE DE SANTIAGO
El lugar que Inés reclamó se convirtió en parte de la toma Nuevo Amanecer. Desde entonces, creció explosivamente: hoy, viven ahí más de 10 mil personas, unas 2500 familias, en aproximadamente 40 hectáreas de terreno. Es la más grande de la región Metropolitana, según cifras de Techo. En cualquier caso, no es el más grande de Chile: es superado por poblaciones en Alto Hospicio y Valparaíso.
Esta población está ubicada en la intersección de la autopista del Sol con Avenida lo Errázuriz. De hecho, hasta 1995 funcionó allí el vertedero Lo Errázuriz. El paño está a menos de 2 kilómetros del parque Bicentenario de Cerrillos, que por estos días alberga el Lollapalooza, el festival cuya entrada más cara por los tres días de actuaciones cuesta sobre los 600 mil pesos.
En Nuevo Amanecer hay varios problemas. Uno de los principales: el terreno está ocupado de forma ilegal. Los propietarios del paño son varias empresas, entre ellas Copec y Goodyear, además de entidades como el municipio de Maipú.
Eso provoca un segundo problema: las casas tienen baño, pero no hay alcantarillado ni servicios sanitarios. Vale decir: no hay agua. Este recurso se compra afuera o se consigue. Una que otra casa ha logrado tener acceso a una llave o cañería. Para cocinar, en todo caso, dicen que lo hacen con normalidad: compran balones de gas. A la electricidad están “colgados”, como se puede apreciar al ver las conexiones artesanales que cuelgan en las esquinas.
Nuevo Amanecer es una “mini ciudad”. Así la describe Inés, quien ya ostenta el cargo de dirigenta de la toma, por su antigüedad y fuerte personalidad. Ella también oficia de operadora de grúa horquilla, y en gran parte de su tiempo libre ayudó a organizar desde cero aspectos vitales: uno de ellos, ordenar el paño, que estaba siendo caóticamente ocupado.
“El mismo día que llegamos a la toma, marcamos el espacio para ir dejando calles, para facilitar la salida y entrada de autos”, rememora Inés. Al tiempo, se organizaron en sectores con un color distintivo: cada uno de estas divisiones contabiliza entre 150 y 300 familias.
En esto también ayudó el artista visual Tomás Ives. Se enteró de la toma durante la pandemia, y comenzó a aportar regularmente. De hecho, ayudó a darle, en sus palabras, “imaginario de comunidad” a Nuevo Amanecer: comenzaron a nombrar las calles, los sectores e incluso crearon una bandera oficial.
Este tipo de acciones, como bautizar las vías, dieron efectos positivos. Uno de ellos algo práctico: “A medida que les poníamos nombre y letrero, las calles pasaban a ser. Con el hecho de nombrar y bautizar algo, empieza a existir. Por lo tanto, se dejaron de producir tomas de terreno en las calles, por ejemplo”, sentencia Ives.
En eso, también necesitaban darle más organización al trazado: en caso de una emergencia, pueden necesitar el ingreso de autos policiales y bomberos. Es por eso que, con ayuda de Google Maps, comenzaron a hacer una proyección de imágenes satelitales del crecimiento y expansión de la toma. Así también, como vecindad han estado trabajando en ensanchar calles para cumplir con el mínimo para combatir urgencias: han sufrido al menos tres incendios, y uno de ellos dejó en cenizas siete casas.
En cuanto a la seguridad, vecinos que prefirieron preservar su identidad, aseguran que se realizaron allanamientos por parte de la PDI en algún momento debido a que en la toma se empezó a realizar comercio nocturno. De hecho, hubo discotecas, aunque la cantidad de estas bajó considerablemente debido a estas intervenciones. Estos vecinos prefirieron mantener su identidad en reserva, debido a posibles represalias.
Así también, rescatan algunas iniciativas al respecto, como poner ampolletas afuera de las casas para iluminar las veredas en las noches, así como mantener comunicación a través de grupos de Whatsapp, para coordinar acciones en caso de, por ejemplo, alguna riña o altercado.
Como ya adelantó la Unidad de Investigación de Radio Bío Bío, Chile enfrenta la mayor cantidad de campamentos en 25 años: 81 mil familias viviendo en cerca de mil campamentos en todo el territorio nacional.
Consultado al respecto, Sebastián Bowen, director Ejecutivo de Déficit Cero, conversó con Radio Bío Bío y explicó que los campamentos pueden ser una especie “de válvula de escape” para familias que están sufriendo malos momentos económicos:
“Los campamentos muchas veces pueden terminar siendo como una suerte de válvula de escape para familiar que están viviendo una situación de exclusión y precariedad habitacional tanto o peor que el campamento. Puede darse en familias, por ejemplo, que están con altos niveles de vulnerabilidad socioeconómica, ganando sueldos que ya son precarios, y muchas veces deben arrendar por 200 o 250 mil pesos, que comienza a ser más de la mitad de sus ya escuálidos ingresos. Y ante un aumento de esos arriendos, o pérdida del empleo, como solución de emergencia, terminan yéndose a una situación de campamento“, ratifica.
INTERCULTURALIDAD Y LUCRO
Inés pasea por el entramado de calles y pasajes cubiertas de ripio y tierra saludando a todo el mundo. En Nuevo Amanecer se habla español, pero también mucho creole haitiano y francés. Según cifras que entrega la alcaldesa de Cerrillos, Lorena Facuse, aproximadamente un 80% de las y los vecinos de la toma son de origen haitiano.
Así, a medida que avanzamos, Inés reparte varios “bonswa” (buenas tardes) y “sava” (ça va, ¿cómo estás?), mientras explica que en las primeras horas de toma, la noticia de que estaban ocupando un terreno se expandió rápidamente entre la comunidad haitiana. A las horas, llegaron masivamente desde otras comunas a reclamar terrenos ahí.
Es por esto que para sus habitantes el día de origen de la toma es el 16 de julio, fecha que bautiza su avenida principal: es el día que los habitantes haitianos llegaron. Pero sobre esto no hay consenso: Inés asegura que los haitianos arribaron al menos dos días después de la primera jornada que tomaron posesión del lugar.
Más allá de eso, los haitianos enfrentaron un serio problema: la reventa de terrenos. “Los chilenos empezaron a vender, porque empezaron a pasarse la voz. Muchos extranjeros llegaron de afuera: mucho haitiano, dominicano, colombiano, peruano. Entonces, mucha gente vino a tomar terreno con esa idea. Para venir a lucrar, porque así es el chileno: donde ve la posibilidad de hacer algo y arreglárselas para algo, lo hace”, explica la dirigente.
Al tiempo, ya no quedaban espacios libres y comenzó la venta. “Para empezar valían como $500 lucas. Ahora te están pidiendo un millón, o dos millones por solo el terreno. Y con casa, entre siete y trece millones de pesos”, constata Inés.
EL SUEÑO DE LA CASA PROPIA
Al recorrer la 16 de Julio se encuentra de todo un poco: almacenes, peluquería, bazar, restaurantes, un templo evangélico y puestos de ropa. Uno de esos, el de Master, residente de origen haitiano, que no deja de atender clientes. Tiene una ruma de zapatos en un paño, con calzados de diferentes tallas y colores.
En eso, Inés se prueba un zapato. “Me quedan buenos, oye… pero, ¿quince lucas? Y sin taco, ¿cuánto?”. Todos ríen. “Ya, dame trece, nomás”, le responde Master: “Te lo guardo. Voy a buscar el otro”. Más risas.
Master, además de vestuario, también vende artículos de construcción. La oferta es surtida: sacos de cemento, fierros, herramientas, tubos de PVC, entre otros materiales.
Esto último es muy importante en el campamento: a la vista, todas las casas son de estructura firme. Algunas, incluso, son de dos pisos. La gran mayoría fue construida de concreto y de madera.
En eso llega Saintane Nougues, más conocido como Santana (43). Es dirigente del sector Salvador de la toma. Se vino de Haití el 2017, con la oleada migratoria que llegó a Chile desde el país caribeño. Hoy, colabora activamente con la toma. De hecho, su casa está en una calle llamada Santana, en honor suyo, bautizada así por los vecinos en agradecimiento.
Santana muestra su casa: tres dormitorios, un baño y un living con televisor. Están dando fútbol internacional. Le gusta su casa y lo que ha logrado. Pero partió, como muchos en la toma, prácticamente con lo puesto. Si bien un amigo le regaló parte de su terreno, cuando llegó estaba sin trabajo.
“El arriendo nos estaba matando, estábamos en plena pandemia”, lamenta. Como muchos en el lugar, tuvo que vivir en carpa mientras planificaba en armar su casa. No obstante, tanto Inés como Santana aseguran que lo que ayudó a levantar y darle forma definitivamente a la toma fueron los retiros del 10% de los fondos de pensiones.
“La mayoría de los que construyeron acá lo hicieron con el retiro del 10%. Casi todos. Vino ese primer retiro y empezaron a crecer rapidito los techos”, constata Inés. “Con el retiro fue el primer avance. Y después, tiempo después, ligerito vino el otro. Y con cada retiro, hacíamos un avance”, complementa Santana.
Enseguida, en el campamento empezaron a producir bloques de cemento para edificar: con arena, cemento y una mezcladora, evitaron pagar altos costos por materiales de construcción. En tanto, también tuvieron que arrendar maquinaria para aplanar el terreno, que estaba repleto de piedras, más alejado de la toma original.
Más aún: dirigentes sostienen que es frecuente que parte de los sueldos o ayudas estatales se destinen a avanzar, constantemente, en la mejora de las viviendas.
Con todo lo que ha cumplido y avanzado, Santana está contento, pero aún resiente algo: su visa de residencia definitiva aún no sale. Por esto, vive sin sus tres hijos de 15, 13 y 12 años. Todos están en Haití. Guarda la esperanza de que se tramite pronto para volver a verlos.
“Si mañana nos dicen que nos vayamos, ningún problema. Me voy. No puedo pelear con jefes o con el Estado. Y por ejemplo, si viene el Estado y dice que va a arreglar el camino y poner luz, también podría quedarme. Pero si puedo ir a otro lado, sería genial. Estamos acá porque necesitamos”, declara.
SALIR ADELANTE
Margarita Rojas (47), peruana residente hace años en Chile, también llegó a la toma por un mal momento económico. Su esposo dejó de recibir ingresos por la pandemia, y tuvo que comprar dos terrenos para su familia: uno en $500 mil y otro más caro.
En total, su núcleo familiar se compone de seis personas. Tres de ellas son niñas: una hija suya, otras dos son nietas. Y relata que pasaron momentos duros en la pandemia, debido a la falta de implementos para que sus niñas tuvieran clases: su principal preocupación era que aprendieran a leer.
“A mi hija el colegio nos prestó computadora, pero mi nieta hizo las clases por celular. A mi segunda nieta le mandaban guía, nada más. La pandemia les afectó bastante, pero yo como mamá estuve pendiente. Mi hijita, la de siete, sabe leer. La de seis, mi nieta también. A las tres las crié, porque su mamá trabaja en la construcción. Llega a dormir acá. Les enseñé a leer, eso era lo más importante, lo que necesitaba. La mayor tampoco sabía. Y me dicen, mamita, gracias a ti ya sé leer”, señala, orgullosa.
No obstante, revela una dura realidad: el trabajo no remunerado. Ya que su hija y esposo trabajan, no tiene dónde dejar a sus tres “hijitas”. Pero ella quiere trabajar como asesora del hogar, oficio en el que se desempeña hace ya un tiempo. “Pero si trabajo, ¿con quién se quedan mis nietas? Por eso mi esposo dijo que mejor dejara de trabajar y me quedara en la casa”.
De cualquier forma, a pesar de que sabe que la toma es ilegal, mantiene la fe en que todo saldrá con un resultado positivo: “Yo creo en Dios. Sé que no nos van a sacar. Si nos hubieran querido sacar, nos hubieran sacado hace rato”.
SOLUCIONES
A raíz de la toma, se organizó una mesa de trabajo en conjunto entre pobladores, el municipio y las empresas para buscar soluciones a este problema. La alcaldesa, Lorena Facuse, conversó con la Unidad de Investigación de Radio Bío Bío, y entregó detalles de la situación actual de la toma, acusando falta de responsabilidad de las empresas con la toma.
“Yo tuve una reunión con los dueños de los terrenos para tomar ciertas medidas. Luego, dejaron la mesa de trabajo y dejaron de venir. Y la responsabilidad de la toma de terreno es de los dueños de los terrenos. Ellos tenían la obligación de tener cerrado con cerco antivandálico sus terrenos, y de cuidarlos. Por lo tanto, acá los dueños de los terrenos, como Copec y Goodyear, hicieron caso omiso de eso, no cumplieron esa norma y los terrenos fueron tomados”, enfatiza.
En tanto, la edil recalca que han tenido que, como municipio, incurrir en costos muy altos debido a la toma. Costos que no tenían contemplados: “Por ejemplo, con el retiro de la basura. El municipio tiene que gastar alrededor de 36 millones mensuales con el retiro de basura. Hemos tenido que disponer de personal municipal, y ellos no se hacen cargo de nada. Les corresponde pagar el retiro de basura. (…) Todo lo que pasa ahí deberían financiarlo ellos, porque los terrenos son de ellos”.
Contactada, la empresa Copec no quiso participar. En tanto, Goodyear no respondió.
En cuanto a los vecinos y vecinas de Nuevo Amanecer, hay varios requerimientos que han listado. Entre lo inmediato, está solucionar la falta de agua. De hecho, manifiestan que, si se diera el caso, pagarían por el servicio.
Y respecto al terreno, también van más allá: “Lo que todos esperamos es constituirnos como comité de vivienda, para ver la forma de negociar para comprar el terreno. Si nos dan la opción de comprarlo, lo haríamos“, garantiza Inés.
Se acaba el día en la toma Nuevo Amanecer de Cerrillos. Quienes estaban trabajando comienzan a volver a sus casas. Quizás, su domicilio durante mucho tiempo más: la proyección de la municipalidad arroja que la toma durará incluso más de 12 años. Incluso, está contemplada una extensión de la línea 6 que pasa justo por fuera de la toma, aunque Ives descarta cualquier desalojo.
Pero tanto los vecinos como la alcaldesa toman con suspicacia una reubicación. “Es imposible sacar a 10 mil personas de ahí. Porque además, ¿dónde?”, declara Facuse.
“Ese tiempo, no sé, es para reubicarnos o pelear por una casa digna. Porque terrenos acá, en Cerrillos, no hay. Porque, ¿dónde vas a meter dos mil familias?”, dice Inés.
Y remata: “Nosotros vamos a llegar hasta el final para conseguir algo. Estamos todos sólidos, apoyándonos los unos con los otros. No tenemos por qué bajar los brazos”.