El Radar de Plaza Pauta: una urbanista rebelde y los libros de un arquitecto que ama los árboles
Por Rita Cox F.
Fuente: Pauta 04/07/2020
Recordando a Jane Jacobs, referente urbanista actual, y las lecturas de Yves Besançon, hombre clave de la Ley de Arbolado Urbano.
¿Quién diablos es Jane Jacobs?
Hace unos días leí una entrevista a Jennifer Keestmaat, urbanista canadiense e invitada a la novena Conferencia Internacional de Ciudad que se realizará la próxima semana vía streaming desde Chile. Me llamó la atención una cita: «Las ciudades funcionan mejor, como dijo Jane Jacobs, cuando están planificadas para todos». ¿Quién es Jane Jacobs? Desde mi completa ignorancia (doy mis primeros pasos en temas de ciudad), me fascinó su nombre y pensé que podía ser una científica, escritora o arquitecta. «Un nombre literario o cinematográfico», especulé también. En cuestión de segundos ya estaba googleando «Jane Jacobs». El primer link que abrí fue el del The Center Of The Living, donde me topé con la declaración de principios del organismo, cuyo objetivo es trabajar para promover la justicia social, ambiental y económica en las ciudades. «Creemos que, en palabras de Jane Jacobs, la principal urbanista de todos los tiempos, ‘las ciudades tienen la capacidad de proporcionar algo para todos, solo porque y solo cuando son creadas por todos'».
¿Quién es Jane Jacobs?, volví a preguntarme. En Wikipedia, fuente poco confiable pero que despeja dudas, se dice que fue «periodista, autor y activista estadounidense-canadiense que influyó en los estudios urbanos, la sociología y la economía. Su libro La muerte y la vida de las grandes ciudades americanas (1961) argumentó que la ‘renovación urbana’ / ‘limpieza de barrios marginales’ no respetaba las necesidades de los habitantes de las ciudades».
¿Cómo se puede ser tantas cosas y trascender si uno es apenas algo?, pensé en tono existencialista-pandemia.
Me enteré que en 2005, un año antes de su muerte, a los 89 años, fundó The Center for the Living City junto a un grupo de urbanistas y activistas. También entendí que la relación con la canadiense Jennifer Keestmaat no se basa solo en la inspiración o las citas. En 1968 Jacobs y su familia (marido y tres hijos) emigraron a Toronto, ciudad en la que trabajó (y protegió a sus hijos de ir a Vietman, como cuenta un artículo de The Village Voice) y en la que durante cinco años Keestmaat fue planificadora principal. Es casi seguro que se conocieron.
Hasta ahora solo me he paseado sin ir al centro del asunto. ¿Por qué se habla de Jane Jacobs? Para muchos fue una adelantada en el arte de leer la ciudad. Para otros una equivocada. Los más brutales la descalificaron por ser dueña de casa. Lo cierto es que en sus libros, que son varios, defiende lo que en la década de los 60 era una mirada fresca sobre el urbanismo, especialmente Nueva York. Su texto base, el ya mencionado La muerte y la vida de las grandes ciudades estadounidenses, introdujo ideas innovadoras sobre cómo funcionan, evolucionan y fracasan las ciudades.
Como vecina del Greenwich Village durante décadas, Jacobs vio las ciudades como sistemas integrados que tenían su propia lógica y dinamismo, que cambiarían con el tiempo de acuerdo a cómo se usaran. Escribió sobre veredas anchas y más seguras, parques, diseño de tiendas y autoorganización. Se refirió a la relevancia de espacios con visibilidad para el cuidado y la seguridad de mujeres y niños. Promovió una mayor densidad en ciudades, economías locales y usos mixtos. Empujó a salir del foco centrado en el uso del automóvil para la planificación urbana tanto en Nueva York como en Toronto. Estimuló el activismo del vecindario al ayudar a detener la expansión de las autopistas y carreteras. ¿Suena actual?
Jane Jacobs era una convencida de la importancia de que los vecinos aporten información sobre cómo se desarrollan sus barrios y estimuló a las personas a familiarizarse con los lugares donde viven, trabajan y juegan. ¿Suena actual?
A través de sus libros y activismo, Jacobs difundió la idea de que las ciudades son sus calles y las calles son más que arterias: son su cerebro. También creía que la diversidad y la densidad urbana se refuerzan mutuamente en un círculo virtuoso. Es decir, entre más personas hay en la cuadra, más tipos de tiendas y organizaciones sociales. Y, entre más variedad de tiendas y clubes, más personas interesadas. ¿Suena actual? ¿Suena en algo parecido a términos como «ciudades compactas» o «la ciudad de 15 minutos»?
Suena muy lindo todo (y actual), pero lo cierto es que Jane Jacobs generaba amor y desprecio. En un artículo publicado en septiembre de 2016 en The New Yorker, se lee: «Sus admiradores e intérpretes tienden a dividirse en opuestos casi polares: izquierdistas que la ven como la defensora de la comunidad contra el gran capital y el desarrollo inmobiliario, y vendedores libres que la ven como el apóstol de las soluciones emergentes en las ciudades».
Con esas ideas y el apoyo de activistas y urbanistas que coincidían con su pensamiento, lideró y ganó una batalla imposible para una mujer de esos tiempos y sin diplomas: enfrentarse a Robert Moses, conocido como el «Constructor Maestro de NY». El tema en disputa fue la autopista del Bajo Manhattan. El proyecto se realizaría sobre la calle Broome y se convirtió en una causa, más pasional aun luego de que Moses declarara «¡Todos están a favor excepto un grupo de madres!». Ups.
Jane Jacobs derribó el proyecto y con eso levantó su leyenda.
Autodidacta
No puedo afirmar que todas las ideas de Jane Jacobs sean brillantes o abordables. Pero sí que lo más fascinante de ella, me parece, es su atrevimiento siendo una completa autodidacta. Instintivamente partió trabajando como periodista y desde ahí ejercitó el ojo y el oído. Trabajó en una extraña revista llamada Amerika, del Departamento de Estado de EE. UU que, al parecer, se distribuía en la entonces Unión Soviética. A mediados de los años 50, con casi 40, comenzó a escribir sobre temas de ciudad y arquitectura en medios como Architectural Forum y Fortune. De este último, el New Yorker rescata un párrafo que retrata por completo su criterio: «La pequeñez de las grandes ciudades».
Los libros de Yves Besançon
Arquitecto, socio de Alemparte Barreda Wedeles Besançon Arquitectos y Asociados, profesor de Proyecto de Título de la Facultad de Arquitectura y Urbanismo de la Universidad de Chile y Profesor de Taller VI de la Facultad de Arquitectura y Arte de la Universidad del Desarrollo. Yves Besançon es todo eso, pero también una voz especialmente culta y sensible para observar y hablar de la ciudad. Buenos ejemplos son sus cartas a El Mercurio, donde se ha dedicado a reiterar su interés por lo que ocurre en en materia citadina, y su defensa incansable de los árboles, su cuidado y protección. De hecho, colabora con el Ministerio de Agricultura en la Ley de Arbolado Urbano y en el uso sustentable de la madera como material del futuro en la construcción. Dice, sin dudar, que «no puede existir ciudad sin una preocupación por su planificación tanto ambiental como urbana, siendo los árboles actores fundamentales de la vida futura de nuestros barrios y ciudades».
Buen lector, no dudamos en pedirle sus recomendados.
Flora y fauna silvestre de Chile, de Adriana Hoffmann (5° edición, Fundación Claudio Gay): «Esta colección de libros dedicados a la investigación, recolección y publicación de la flora chilena, luego de investigaciones acuciosas y esmerados dibujos e ilustraciones, son un aporte de incalculable valor para el reconocimiento y clasificación de la flora y fauna chilena. Basta leer la dedicatoria que la autora escribe en su quinta edición: «Para que los pocos bosques chilenos que van quedando en buen estado de conservación, sean un llamado a la conciencia de los ciudadanos y una inspiración para defenderlos y cuidarlos».
Jardines, de Juan Grimm (Ediciones ARQ): «En este libro, con una espléndida fotografía, se entiende la diferencia entre paisajismo y arquitectura del paisaje. Juan Grimm nos muestra sus proyectos de jardines en los que se visualiza claramente su preocupación estética, pero muy esencialmente su apego a los entornos naturales y contextos autóctonos en la relación e integración del paisaje existente con el proyecto, utilizando especies silvestres, respetando la flora y la vegetación natural del lugar».
El Hombre que Plantaba Árboles, de Jean Gionno, (editorial Cuatro Vientos): «Se trata del cuento más sublime y delicado, casi un poema de la obra de Dios, realizada por un pastor francés (1911-1947) que habita una desierta y árida región de la Provenza francesa y que se dedica a plantar miles de bellotas de roble durante su vida, creando bosques y consiguiendo que vuelvan las aves, corran los arroyos y los ríos y la vida al lugar. Este que es solo un cuento tenía como propósito del autor crear conciencia en las personas del amor por los árboles y sus beneficios y que un solo hombre podía cambiar el paisaje de cualquier lugar».
El Jardín de Bomarzo, de Jessie Sheeler (editado en francés por Actes Sud): «Este libro nos relata el trabajo del príncipe italiano Vicino Orzini (1523-1585), que construyó cerca de su palacio, y con la ayuda de numerosos artistas, arquitectos y amantes del paisaje, jardines soberbios llenos de monumentales esculturas esculpidas en las rocas existentes en el mismo lugar, todas cubiertas de musgos y líquenes integrándose al paisaje y a los árboles. Un sorprendente jardín que Orsini llamaba mi ‘pequeño bosque’ (boschetto). Vicino imprimió en su boschetto la importancia del agua en estanques, fuentes y riachuelos, manifestando sus ideas poco conservadoras y el disfrutar de la máxima exaltación de los sentidos».
Árboles chilenos en el mundo, de Rodrigo Fernández Carbó (editorial SP Films): «El sorprendente refugio de especies chilenas en los más diversos lugares, parques y jardines alrededor del mundo que han sido parte del diseño y cuidado de años y siglos fuera de nuestro país, es la base de este libro que con magnificas fotografías y textos. Los árboles chilenos repartidos en Inglaterra, Francia, América del Norte y otros países, mantenidos en perfectas condiciones y como elementos dominantes o complementarios del diseño del paisaje, son un ejemplo de adaptación climática y de perseverancia de sus propietarios».
Dos fundaciones:
Fundación Mi Parque y Fundación Chile Lagos Limpios: «Ambas tienen como objetivo la preservación del medioambiente y el respeto por la naturaleza. En nuestro país se hace necesario crear conciencia de que tenemos que preocuparnos de la planificación ambiental y estas dos fundaciones están enfocadas en este objetivo».