Historia de Plaza Italia: la invención de un hito urbano

Por Felipe Retamal y Pablo Retamal N.

Fuente: La Tercera 05/12/2019

Nacida como parte de las remodelaciones urbanas que la elite realizó en Santiago de Chile a mediados del siglo XIX, no siempre fue el centro de las manifestaciones populares de la capital. Su ubicación fue una especie de límite de la ciudad y hoy, renombrada como Plaza de la Dignidad, ha servido como espacio de resignificación debido al estallido social.

Cuando se cita a una marcha vía redes sociales, o la selección gana un partido importante, o un grupo quiere celebrar la elección de un nuevo Presidente, la multitud capitalina se agolpa ganosa alrededor del sector de Plaza Italia. Ahí, entre vendedores de pañoletas, de banderas, los comerciantes de “cerveza a luca” y alguna que otra chuchería, la gente se manifiesta con cánticos, consignas, e incluso con bailes y performances. La escena se repite una y otra vez. La población de Santiago ya lo toma como algo normal.

Pero esto no siempre fue así. Hubo un momento en que Plaza Italia no era el epicentro de las celebraciones metropolitanas. ¿Cuál era entonces?

«Las manifestaciones se realizaban en torno a la Plaza Bulnes», cuenta a Culto la historiadora y académica de la Universidad de Chile, Elisa Fernández. «Todas las actividades, ya sea por ejemplo campañas políticas, las demandas del 57 por la subida de la locomoción colectiva, lo mismo que está pasando ahora; todo eso, era en torno a la Plaza Bulnes», apunta.

El sector está ubicado en Santiago centro, en lo que se conoce como barrio cívico. Actualmente, por el norte está la Alameda; por el poniente (Nataniel Cox), el ministerio de Defensa; por el oriente, los edificios de las fuerzas armadas (donde en 1993 se desarrolló el «boinazo»); y por el sur, la calle Alonso de Ovalle.

¿Por qué era ese el centro de las expresiones populares? Según Fernández porque «es una presión más directa, están los ministerios al lado. Tienes todos los simbolismos necesarios como para ir a reclamar o para triunfar. La gente se juntaba en la Plaza Bulnes, se giraba y tenía La Moneda. Igual les costaba llegar, pero estaban ahí mismo».

Más aún, Elisa Fernández agrega un dato revelador. «Cuando salía electo el Presidente, daba su discurso ahí en la Plaza Bulnes, no afuera de La Moneda. Todos los candidatos usualmente usaban ese espacio. Un ejemplo concreto fue el 2 de abril del 57, cuando se produce una gran paralización en Chile durante el gobierno de Ibáñez porque sube la locomoción colectiva, ahí se van todos a la Plaza Bulnes».

¿Cuándo entonces se pasó de la Plaza Bulnes a la Plaza Italia como centro de las manifestaciones cívicas? «Sucede cuando se instala la llama de la libertad, por parte de los militares después del golpe del 73», señala Elisa Fernández. En rigor, esto ocurrió el 11 de septiembre de 1975, en una ceremonia en que la junta militar de gobierno conmemoró el segundo aniversario del día en que pusieron fin al gobierno de Salvador Allende.

Con efectivos militares custodiando la zona de la llama de manera permanente, se hizo difícil para la población ocupar el sitio como hasta entonces se hacía. Para la historiadora Fernández, esta decisión no fue azarosa. «Tenía dos objetivos. Uno, desarmar este sector, que podría ser el sector cívico, con la expectativa de que no existiera otro lugar para que se movilizara la gente, y dos, en caso de que así fuese, se trasladara. Lo que se quería era alejar a la gente de La Moneda, porque en términos de cultura política, es el ataque más profundo. Fue algo bien astuto por parte de los militares».

Entonces, debido a esta restricción, es que la población decidió ocupar como centro de sus reuniones al sector de Plaza Italia. ¿Por qué ese lugar? Responde Elisa Fernández: «Si te pones a pensar, la Plaza de armas no servía porque teníamos árboles, teníamos un montón de cosas. En ese momento, desde el 75, lo que se vio como un espacio que fuese lo suficientemente amplio y que diera camino hacia La Moneda igual fue la Plaza Italia».

Un París en Santiago

A punta de cordel, el alarife Pedro de Gamboa trazó la ciudad de Santiago. En el caluroso verano de 1541 la ciudad se concibió con el plano de «damero» -o de tablero de ajedrez- a fin de darle una organización. Pero tres siglos después la realidad era otra. La planta urbana parecía más bien un mosaico caótico.

Ello se debió a la desregulación. A mediados del XIX surgieron suburbios en que la población más pobre se asentó cerca de sus fuentes de trabajo (las estaciones ferroviarias, el matadero, el arenal y el barrio Yungay), y en zonas de escasa utilidad agrícola (como los bordes del Mapocho). Según el historiador Armando de Ramón, en ello confluyeron factores como la especulación en la renta de la tierra, que permitía el usufructo del suelo sin necesidad de levantar construcciones. Como sea, eran lugares insalubres con escasa atención.

Por ello, a partir de la década de 1870 las elites comenzarán un plan de reorganización del espacio urbano. En ello fue clave la gestión del intendente Benjamín Vicuña Mackenna (1872-1875) quien inició un ambicioso plan de modernización «que posicione y convierta a Santiago en un símbolo de progreso cultural, político y económico. Esto, a través de remodelar la capital, ordenar el trazado, embellecer sus espacios, dar respuesta a las aspiraciones de la elite criolla de transformar Santiago en las ciudades del viejo continente», explica el geógrafo Joseph Munzenmayer.

Para el historiador Enrique Fernández Domingo, el proceso «se realiza basándose en la idea de que la actuación política y técnica sobre el espacio transforma también las condiciones de funcionamiento de lo social». Por ello se tomó como modelo aquello que entonces se entendía como civilizatorio. Es decir, la cultura europea. De allí a que se tomaron ejemplos «como la reforma urbana de Viena y las proposiciones de ingeniería sanitaria belgas, inglesas y francesas», agrega.

Como hombre de acción, Vicuña Mackenna hizo el diagnóstico, estableció el presupuesto y supervisó -a menudo personalmente- las obras. Su idea era que la ciudad debía ser dividida en dos sectores, uno el centro urbano propiamente tal -«la ciudad culta»-, el otro, los arrabales. De allí a que propusiera la construcción de un «camino de cintura», una circunvalación que las dividiera. Solo se construyeron los trazados sur y oriente (la actual Av. Matta y la que lleva el apellido del intendente). También se planearon dos nuevas avenidas (las actuales Ejército y La Paz), dos mercados y la remodelación del Cerro Santa Lucía, entre otras.

«Este proceso estuvo muy influenciado en el modelo de Haussmann que se hizo en París entre 1853 y 1870 para remodelar la ciudad y contribuir a los problemas de hacinamiento e insalubridad que causó la industrialización -agrega Munzenmayer-. El proyecto propuesto por el intendente Vicuña Mackenna contempló específicamente la transformación de plazas y monumentos, el adoquinado de las vías, expansión de las redes de alumbrado y canalización de agua potable, construcción de habitaciones obreras y apertura de escuelas».

Por ello es que hasta finales de siglo, se levantaron varias plazas y paseos peatonales, a imitación de los bulevares europeos. Una de ellas, en la zona de la actual Plaza Italia, fue la Plaza La Serena, en homenaje a la ciudad nortina. En 1892, con motivo de los 400 años de la llegada de Cristóbal Colón al nuevo mundo, se renombró con el sitio con el apellido del navegante.

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