Cierra el Ópera Catedral, lo compran los dueños del Passapoga y otros cambios del Barrio Lastarria

Por Francisco Velásquez

Fuente: Interferencia.cl 29/11/2020

Después del 18 de octubre de 2019 y la pandemia, el barrio Lastarria ha sido uno de los sectores que ha vivido una de las más profundas transformaciones. Pasó de ser sede de tardes culturales a la zona cero del estallido. Los locatarios gastronómicos, artesanos, libreros y anticuarios buscan recuperar este sector histórico y continuar con su vida cultural.

Un ícono del Barrio Lastarria cierra sus puertas, se trata del premiado bar y restaurant Ópera Catedral, ubicado en la esquina de Merced con José Miguel de la Barra.

El estallido social que tuvo su principal punto de conflicto a unas cuadras de este sector comenzó a sepultar a este negocio que ganó premios como mejor restaurante del año, según el círculo de cronistas gastronómicos, así como también, reconocido por la revista Wikén de El Mercurio.

El Ópera, donde se servían platos de alta gastronomía, como la mítica gallina trufada, tenía como principal característica, según lo describe su creador, la relación con el hogar y el campo, lo que hacía de este restaurante un espacio acogedor donde los platos que se servían priorizaba entregar una experiencia lo más cercana al sabor de una comida casera, pero con la elegancia de la alta gastronomía.

Luego de que el barrio Lastarria tuviera que cerrar producto de la cuarentena por la pandemia que aún afecta Santiago, el Ópera, como otros locales de diferentes rubros, quebraron o simplemente cerraron definitivamente después de siete meses de inactividad.

“Supimos que Juan Carlos Sahli estaba arrendando el derecho a llave de este emblematico bar. Así que mi familia decidió presentar una oferta a Sahli, quien accedió a vendernos este local”, así relata Sebastián Aravena, administrador de Red Pub, la nueva apuesta para esta icónica esquina. 

Así inicia la historia de Red Pub, el negocio que reemplazará el Ópera, inspirado en un bar de tintes británicos que -según Sebastián Aravena- es emblemático de los locales nocturnos del Barrio Suecia

Aravena tiene 23 años, recién terminó de estudiar publicidad, le entregaron su título hace tres días y es parte de una familia que, como él lo describe, se dedica al entretenimiento nocturno.

Sebastián Aravena
Sebastián Aravena

Su abuelo, José Filimón Aravena, inició lo que sería una familia dedicada a la noche. Juan Carlos Aravena es el hombre a cargo de los negocios quien trabaja con sus ocho hermanos. Entre los locales de su propiedad se encuentran el Teatro Caupolicán, El Club Passapoga, la discoteque Broadway, el Hotel Sommelier Boutique y una red de cabarets que funcionan en el centro de Santiago.

Hace cuatro años que llegaron al Barrio Lastarria con el hotel Sommelier Boutique, ubicado justo frente al antiguo Ópera Catedral. “Nuestro proyecto es utilizar estos 1.100 metros cuadrados en el bar restaurant Red Bar, en el galpón que se encuentra contiguo, abrir un club gay y asimismo ampliar la terraza que se encuentra en la azotea de este edificio”, anticipa Sebastián Aravena en relación al nuevo Red Pub.

Otras transformaciones del barrio

Hasta antes del estallido social, el barrio Lastarria se erguía como un polo turístico producto del gran valor patrimonial que revisten las construcciones resguardadas en este sector. En 1997 fue declarado zona típica y 2018 fue considerado como uno de los barrios más cool del mundo por la sección de viajes del diario español La Vanguardia.

Muchos de los edificios patrimoniales son utilizados como locales comerciales o restaurantes y bares, y deben proteger las fachadas que son intocables y mantener la armonía con el contexto. El restaurant Bocanáriz funciona hace nueve años en la calle José Victorino Lastarria, frente al cine arte El Biógrafo.

La oferta de Bocanáriz se basa en una carta de 200 etiquetas de vinos chilenos donde sus principales platos son todos marinados en los fermentados seleccionados. Mario Olivares es administrador de este local, lleva cinco años en este cargo y ha visto cómo se ha ido apagando este proyecto que, hasta octubre de 2019, recibía turistas día y noche, quienes mantenían las reservas llenas constantemente.

“Hasta antes del estallido trabajamos 50 personas, eso después de octubre bajó a 25, luego con la pandemia, donde estuvimos cerrados seis meses, los trabajadores debieron acogerse al proyecto de protección al empleo y quedaron suspendidos de sus labores. Hoy solo estamos funcionando con 10 personas, porque estamos vendiendo cerca del 25 por ciento de lo que solíamos vender”, cuenta Olivares.

Mario Olivares
Mari o Olivares

El trabajador teme que, de seguir avanzando las manifestaciones en el sector y los ataques directos a estos locales, puedan quedarse sin empleo y terminan cerrando el local. “Si seguimos en la misma condición de venta por tres meses más, es probable que el negocio quiebre”.

La misma realidad vive hoy el Bar Don Rodrigo y Hotel Forestal, el que es atendido por su dueño, Gabriel Vallejos, y que está funcionando en el barrio desde 1988. “Yo trabajo como gásfiter, encargado de calderas, administrador y todo lo que sea necesario, somos pocos los que estamos quedando luego de la crisis social y la pandemia”, profundiza el dueño del Bar, quien ve con poco optimismo el resurgimiento del barrio.

Gabriel Vallejos
Gabriel Vallejos

Los temores de Mario Olivares también la realidad de Marthin Heinshon, dueño de Cáñamo Grow Coffe and Beer, restaurant que tuvo que cerrar producto de la incapacidad de pagar el arriendo durante la cuarentena que vivió Santiago durante la pandemia.

La oferta de este local estaba centrada en una carta de café y 12 tipos de cervezas artesanales diferentes y en el subterráneo del local mantenían un grow shop asociado a la marca Cáñamo. «Durante el estallido social bajaron las ventas, sin embargo, nuestro local no sufrió daños, pero la pandemia nos sepultó, el dueño del local no nos quiso perdonar el arriendo”.

El dueño de Cáñamo Grow Coffe piensa dedicar los próximos meses a un trabajo político enfocado en presentar propuestas sustanciales para una regulación  del canabis en el país, es en concordancia con el proyecto editorial que ha emprendido durante años. Marthin no descarta abrir un nuevo bar de similares características al que debió cerrar durante esta pandemia. Hoy en este lugar funciona un restaurant de la cadena Subway que llega a ser vecino del nuevo Red Pub en José Miguel de la Barra.

Anticuarios, Libreros y Artesanos

Francisco Gonzalez es un librero y tiene 69 años y hace 20 que tiene su puesto en José Victorino Lastarria, fuera del Museo de Artes Visuales. Su esposa es costurera y percibe cerca de 150 mil pesos mensuales y él tiene una pensión de 150 mil pesos. El trabajo de la venta de los libros es su principal sustento. “Durante la pandemia sobreviví con mi pensión y las dos cajas del gobierno. Hoy nos quieren cobrar la patente completa para funcionar en este puesto que en total suman 167 mil pesos por semestre”.

Los anticuarios y libreros comenzaron a exponer en este lugar hace 20 años promovidos por el MAVI, según recuerda González. “Por esos días no había oferta gastronómica y el barrio recién estaba pujando para transformarse en un polo turístico”.

Francisco González
Francisco González

Los libreros y anticuarios funcionan con un permiso precario que puede ser revocado por la municipalidad de forma unilateral, por lo mismo, una de las principales demandas de estos trabajadores, que llevan dos décadas siendo parte del barrio, es que se regularice su permiso y se avance a una figura con mayor protección.

INTERFERENCIA conversó con el alcalde de Santiago Felipe Alessandri para preguntar por el cobro de los permisos y los descuentos que podrían existir producto de la pandemia. La máxima autoridad de la comuna dijo que “ para el primer periodo solo se cobrará los dos primeros meses del semestre enero–febrero, mientras que para el segundo periodo el cobre será desde septiembre en adelante”.

La autoridad recalcó que “si alguien pagó completo este permiso debe exigir que se le extienda un vale vista en el que la municipalidad comprometió regresar ese dinero, ya que no puede ser abonado para próximos pagos. Asimismo, los libreros y anticuarios deben exigir el descuento respectivo por los meses que duró la pendemia”.

La duda de los artesanos es mayor, ya que no cuentan con permiso para vender, sin embargo, se encuentran en un proceso de empadronamiento, con el que pueden funcionar de forma de no ser expulsados ni multados por los inspectores. Walter Olivares es presidente del gremio Ágape que reúne 70 artesanos dedicados a diferentes oficios, todos creadores de sus productos artísticos.

«Para nosotros es fundamental avanzar en las conversaciones con el municipio, ya que necesitamos tener permiso para funcionar, nosotros entregamos un valor cultural al barrio junto con los libreros y anticuarios. Llegamos todos los días a las ocho de la mañana y trabajamos hasta las 21 hrs, tenemos nuestros puestos bien instalados y cuidamos el barrio, pero no somos considerados para un nuevo trato por parte de la municipalidad”.

El alcalde Felipe Alesandri frente a esto dijo a INTERFERENCIA “que el municipio está consciente del aporte de los artesanos, sin embargo, es necesario que cumplan con todos los requisitos para regularizar su permiso y para eso si existe voluntad del municipio, sin embargo, no depende solo de la alcaldía”.

La situación de los comerciantes ilegales del sector es un poco más compleja, ya que no tienen ninguna afiliación gremial y solo llegan a comercializar sus productos. Este es el caso de Camila Guajardo de 25 años, quien lleva 10 años haciendo collares y bisuterías.

Ella le contó a INTERFERENCIA que el principal problema de estar en la calle es que puedes ser asaltada, hay personas que están esperando el momento en que te descuides.

“Yo he aprendido a no tomar cerveza en mi puesto o fumar marihuana, ya que lo único que provocó es que el espacio de trabajo se transforme en un lugar problemático para todos los que trabajan ahí, ese es el principal problema que tienen los locatarios con el comercio no establecido. Hay personas que trabajan comercializando sus productos y otros que hacen las monedas para la chela”, dice Guajardo.

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