La desolación de Miguel Lawner: “En Europa las personas con dinero jamás se harían viviendas como las de Lo Barnechea”
Por Gabriela Hormaechea
Fuente: The Clinic 26/08/2020
Cumplió 92 años hace 15 días y ni la pandemia ha podido detener su actividad. El arquitecto, quien fue director de la Corporación de Mejoramiento Urbano (CORMU) durante el gobierno de Allende, celebra este año el medio siglo de la UP: “Soy de los pocos sobrevivientes de esa época maravillosa. Estoy contento, lo asumo”. Reconoce que cuenta los días para el plebiscito constitucional de octubre. Mientras, sigue pensando en la ciudad que habitamos, de la cual extraña muchas cosas.
Con Miguel Lawner se puede empezar por su exitosa carrera como arquitecto o por lo que declara más importante en su vida: el amor.
Se puede empezar diciendo que fue arquitecto, director ejecutivo de la CORMU durante el gobierno de Salvador Allende. También se podría empezar por su exilio, entre 1975 y 1984 en Dinamarca, donde siguió trabajando en proyectos de viviendas sociales. Por su reconocido diseño y ejecución de importantes conjuntos habitaciones como la Villa San Luis en Las Condes, o por haber ganado el Premio Nacional de Arquitectura en 2019. Pero esas siete décadas de trayectoria profesional no son lo que realmente emociona a Miguel. Su vida, dice, está marcada por el día que conoció a su mujer, a los 18 años, en la Escuela de Arquitectura de la Universidad de Chile.
Han pasado 74 años desde entonces y Miguel sigue igual de enamorado. Todo le recuerda a ella, a Anita, “mi Anita”, como repite en esta entrevista. Anita Barrenechea murió hace tres años, luego de 12 con Alzheimer. La recuerda cuando escucha mi apellido al otro lado de la pantalla: “Usted es vasca, como mi mujer”, comenta. Recuerda cada uno de los cuidados que le dio durante su enfermedad. También la recuerda cuando le da hambre: ella era la encargada de cocinar mientras él se ocupaba del desayuno. A ella le dedicó el prólogo de su libro “Regreso a Dawson”, donde relata su detención en dictadura, porque, dice, “mi Anita se lo merecía más que nadie”.
Ahí le dice: Anita, con quien nos encontramos al entrar a la universidad en el verano del 46, compartiendo desde entonces el pan, el amor, los sueños y el oficio (…). A la mujer serena en la adversidad, valiente en los riesgos, tierna con los hijos, ordenada en los números, escrupulosa de archivos, infinita de apetito, apasionada en el lecho, resignada acompañante de un andariego insoportable, fanático de tangos y milongas. A la funcionaria ejemplar, junto a Allende, en la construcción de la esperanza. A la mujer indestructible en el exilio, consoladora de nostálgicos, lastimeros y divorciados (…). Amada compañera, siempre.
“Eso fue el 2004, cuando supimos que tenía Alzheimer. Quise que supiera, estando consciente, lo que significó en mi vida. Se lo merecía, es lo menos que podía hacer”, explica Miguel. Entonces cierra el libro y se queda unos segundos en silencio.
Miguel Lawner dice que recuerda el siglo XX como si fuera ayer; del actual, no todo. Olvidó lo que no necesitaba y dejó espacio para lo más importante y doloroso: la partida de Anita. Ese recuerdo está intacto. Hablamos de la memoria, de lo que guarda en esos segundos de silencio, de los amores que conviven hasta el final de la vida, estén donde estén. Le nombro la canción “Hablar de ti”, de Manuel García, que suena detrás de la conversación. Esa que dice: Me está dando pena esta canción, que sólo era un recuerdo, de todas maneras me gustó, rondar el cementerio.
¿Qué le pasa cuando ronda su historia con ella?
-Es que es imposible olvidarse de ella. La recuerdo cada vez que hurgo, infructuosamente, en los archivos que ella me ordenaba. Cuando bebo un caldillo de congrio, nunca tan delicioso como los preparados por ella. La recuerdo en la cama, prodigándonos momentos de ternura inolvidables, antes de contraer el sueño.
¿Y de sus últimos años con Alzheimer?
-Anita se fue el mismo año que mi hija Alicia. La Anita se fue primero. El último tiempo yo creo que me reconocía sólo a mí. Las chiquillas que la cuidaban me decían que escuchaba mi voz y altiro levantaba su cabecita. Tuvimos una relación preciosa, imposible una mujer mejor.
“Es que es imposible olvidarse de ella. La recuerdo cada vez que hurgo, infructuosamente, en los archivos que ella me ordenaba. Cuando bebo un caldillo de congrio, nunca tan delicioso como los preparados por ella. La recuerdo en la cama, prodigándonos momentos de ternura inolvidables, antes de contraer el sueño”.
¿La ha recordado más durante este encierro?
-La tengo aquí, en una urna con sus cenizas al lado mío. Todos los días le echo un cariñito. Me acuerdo que desde que nos casamos yo siempre tuve a mi cargo el desayuno. Desde niño tenía la costumbre de levantarme a las seis de la mañana. Ahora lo he prolongado a las 7 de la mañana. Entonces yo preparaba el desayuno, la comida fundamental del día, y la Anita se encargaba del resto. Por suerte ahora me acompaña mi sobrino Rafael.
Huevos sabe hacer…
-Un par de huevos fritos, claro. Oye, me vas a dejar en pelota (ríe).
¿Ha cambiado mucho su rutina esta pandemia?
-Fíjate que no cambió tanto. Había cerrado la oficina hace más o menos tres años, cuando falleció mi Anita y la Alicia. Entregué el Museo de los Derechos Humanos en Punta Arenas y me fui. He dado muchas entrevistas y charlas estos últimos años, pero en este momento tengo más presión que antes de la pandemia. Se vienen los 50 años del triunfo de Allende y soy de los pocos sobrevivientes de esa época maravillosa y me han llamado de todo Chile. Estoy contento, lo asumo.
“La tengo aquí, en una urna con sus cenizas al lado mío. Todos los días le echo un cariñito. Me acuerdo que desde que nos casamos yo siempre tuve a mi cargo el desayuno. Desde niño tenía la costumbre de levantarme a las seis de la mañana. Ahora lo he prolongado a las 7 de la mañana. Entonces yo preparaba el desayuno, la comida fundamental del día, y la Anita se encargaba del resto”.
“NO SABER LO QUE PASA EN LA PINTANA O CERRO NAVIA ES INCONCEBIBLE”
¿Le preocupa lo que pueda generar esta pandemia en un país tan segregado socialmente?
-Acabo de hacer un documento importante sobre los campamentos: cómo tratarlos y cómo ocuparse de esta situación. De pronto viene el ministro Mañalich y dice sorprendido que no tenía conciencia del nivel de hacinamiento y pobreza que había en Chile. Inaceptable de un ministro de Estado, mijita. Está bien que haya sido médico jefe en la Clínica Las Condes, pero no saber lo que pasa en La Pintana o Cerro Navia es inconcebible en un ministro.
Otra cara de la desigualdad en la ciudad se evidencia a la hora de compartir espacios públicos y áreas verdes en las etapas de transición de la pandemia. Nuevamente las diferencias entre comunas es abismante.
-El Consejo Nacional de Desarrollo Urbano elaboró algunas propuestas. Están basadas en lo que hizo la alcaldesa de París, Anne Hidalgo, que planteó la “ciudad de 15 minutos”. Había que lograr que los barrios tuvieran tal nivel de autonomía en sus servicios, en salud, educación y comercio, que ningún ciudadano tuviera que demorar más de 15 minutos trasladándose para tener acceso a estos bienes. Es muy sensata esta propuesta, pero si carecemos de organismos planificadores es imposible llevarlo a cabo. Anne Hidalgo domina todo París y en la Región Metropolitana tenemos 44 comunas autónomas, sin que haya un plano común entre todas.
“De pronto viene el ministro Mañalich y dice sorprendido que no tenía conciencia del nivel de hacinamiento y pobreza que había en Chile. Inaceptable de un ministro de Estado, mijita”.
La discutida figura de un alcalde mayor.
-Claro. La estrategia de París la puede ejecutar Joaquín Lavín, o en Vitacura o Lo Barnechea. Ahí se pueden ampliar las ciclovías, las áreas verdes, pero ¿qué hace el pobre alcalde de San Joaquín o de San Ramón que tiene un ingreso per cápita 50 veces menor que las otras comunas? Se necesita equidad de dinero y una autoridad central con capacidad de ejecución sobre el conjunto de las regiones metropolitanas del país.
¿Cómo muta la ciudad después del estallido social y la pandemia?
-Suponer que pasada esta situación, después del proceso inverosímil que significó el estallido social, Chile va a volver a la anormalidad que teníamos antes de octubre no tiene sentido. Está la conciencia en el mundo entero que este modelo feroz de explotación que significó el neoliberalismo creó tal cantidad de conflictos ambientales, de desigualdad inconcebible, que la pandemia ha hecho meditar a muchos que no podemos seguir igual.
Me dijo que había ido a las marchas del año pasado…
-Yo he estado en la Plaza de la Dignidad y me he quedado con la boca abierta con la audacia admirable de las mujeres. Dime tú, este episodio de Las Tesis que dio la vuelta al mundo, es una maravilla. Fui a cuidar mi GAM, que fue el lugar de cuántas manifestaciones podían haber y que me daba gusto. Dejaron algunas obras de arte y otras expresiones que se generan en una convulsión de esta naturaleza. La gente saca todo lo que tiene adentro, todo su odio, su resentimiento, sus amores, sus angustias, sus deseos. Todo estaba ahí. Estaba feliz que el GAM volviera a ser la UNCTAD (sede para la Tercera Conferencia Mundial de Comercio y Desarrollo de las Naciones Unidas, que él planificó durante el gobierno de Salvador Allende).
¿Le dio nostalgia?
-Claro. También me dio gusto que siga siendo un lugar abierto a las organizaciones juveniles, modestas, que pueden hacer sus actividades libremente en los dos espacios abiertos que hay.
“Está la conciencia en el mundo entero que este modelo feroz de explotación que significó el neoliberalismo creó tal cantidad de conflictos ambientales, de desigualdad inconcebible, que la pandemia ha hecho meditar a muchos que no podemos seguir igual”.
“LA POLÍTICA DE LOS ÚLTIMOS 40 AÑOS SE TIENE QUE TERMINAR”
¿Qué ciudad habitábamos antes del estallido social?
-Los cambios que había tenido la ciudad en los últimos cuarenta años no podrían haber sido peores. Se generó un nivel de estratificación social inaceptable, vergonzoso. Se crearon núcleos de un lujo extremo, escasamente vistos en el resto del mundo.
¿No los vio en su exilio en Dinamarca?
-Nada. En Europa jamás las personas que tienen dinero se hacen viviendas como las que encontramos en Lo Barnechea, Vitacura o Chicureo. Antes no existían lugares de lujo o la periferia. Esos espacios son la negación de la ciudad.
Por otro lado ha crecido el hacinamiento y los allegados.
-Esas cifras son increíbles. Esto no sólo fue generado por el crecimiento espontáneo de las poblaciones en campamentos, sino por las políticas públicas impulsadas en la última etapa de Pinochet y en los primeros 12 años de la Concertación.
Un ejemplo es Bajos de Mena.
-Es que es increíble. Sobre la base del crecimiento económico, que era una meta que no medía consecuencias, se construyó un parque habitacional desechable como nunca se había construido en la historia de Chile y foco de la pandemia que tenemos hoy. No son los campamentos los que tienen más riesgo, los más vulnerados por el virus son los que viven en Bajos de Mena, por ejemplo. Se construyeron decenas de miles de departamentos de menos de 40 metros cuadrados con ese maldito block de tres pisos de altura y las escaleras cruzadas que yo he llamado arquitectura penitenciaria. Sin áreas comunes, sin equipamiento, lejos de los servicios básicos. Esto es algo nunca antes visto en la historia de las políticas públicas chilenas, fuera el gobierno que fuera, nunca se hizo nada más vergonzoso.
A su juicio, ¿dónde está el principal obstáculo para encaminar las políticas públicas de viviendas sociales de los últimos gobiernos?
-Es imposible que se mantenga la política que llevamos los últimos cuarenta años, se tiene que terminar. Gran parte de los obstáculos están originados, para variar, en la Constitución que no permite la acción directa del Estado. Antes de la dictadura, el Estado podía conducir las políticas de vivienda y desarrollo urbano y para esto adquiría terrenos. Los departamentos técnicos del Estado eran los que diseñaban los proyectos, las especificaciones técnicas, los presupuestos; y con eso, se convocaba a las empresas constructoras.
“No son los campamentos los que tienen más riesgo, los más vulnerados por el virus son los que viven en Bajos de Mena, por ejemplo. Se construyeron decenas de miles de departamentos de menos de 40 metros cuadrados con ese maldito block de tres pisos de altura y las escaleras cruzadas que yo he llamado arquitectura penitenciaria”.
“SI PUDIERA, VOTARÍA CIEN VECES”
El 2018, cuando la polémica giró en torno a la paralización de 70 permisos de edificación que Contraloría objetó por declararlos ilegales, el Colegio de Arquitectos redactó un documento donde manifestó sentir “afectado” el derecho a ejercer la actividad profesional con confianza debido a la incerteza jurídica del dictamen.
Miguel Lawner no pudo dejar pasar esta declaración y escribió la propia dirigida al presidente del Colegio, Humberto Eliash. Allí decía: ¿A quién defiende el Colegio de Arquitectos? ¿Defiende a la comunidad como reza nuestro juramento, o defiende a las grandes empresas inmobiliarias y Fondos de Inversión, impulsores de atentados sin precedentes en nuestra historia, cometidos contra una comunidad afortunadamente más consciente de sus derechos?”.
Concluía con un “no puedo menos que estar desolado” y exigió una explicación a la directiva del Colegio.
Se sintió decepcionado. ¿Hubo en cambio en la forma de conducir el Colegio?
-Es que están viviendo una crisis bastante grave porque se ha producido una división. La mayoría de sus directores se han cansado de la conducción y la han impugnado. Lamentablemente la directiva ha desconocido la legitimidad que implica una mayoría y se han retirado de las reuniones. Lo peor es que no hay voluntad de buscar una solución democrática.
¿Les faltó un discurso común en materia de vivienda después de octubre?
-Claro, partiendo por impugnar las políticas de vivienda impuestas los últimos 30 años en vez de mantenerse en silencio. Los colegios profesionales no sólo deben estar preocupados de la situación de sus propios asociados, también del bien común.
Un ejemplo es el Colegio Médico con la pandemia.
-Imagínate que cuando el ministro Mañalich dice que desconocía los niveles de hacinamiento en Chile, nosotros nos quedamos callados. Eso es inaceptable.
¿Esa declaración lo moviliza a redactar un documento sobre el problema de los campamentos?
-Efectivamente, a raíz de este conflicto antipático en la directiva nos agrupamos con la idea de entregar una opinión, porque es inconcebible que no tengamos una opinión por el estallido y la pandemia. Nos hemos llamado “Arquitectos y arquitectas por un Chile digno” y estamos felices de tener un espacio de debate, de principios ideológicos, de propuestas, liberados de ese lastre del Colegio de Arquitectos donde todo era conflictos económicos y discusiones. No puede ser que sean instrumento económico de los grandes gremios de este país. No puede ser.
¿Escuchó sobre el plan de inversión en obras públicas que anunció el presidente Sebastián Piñera, que considera el problema de vivienda?
-Cuando escuché de este plan faraónico, que no sé cuánto tendrá de verdad pero en fin, me imaginé a la Cámara Chilena de la Construcción afilándose los colmillos para volver a hacer lo mismo. Tenemos que hacer lo imposible y lo vamos a hacer con la gente. Tenemos que orientar las políticas de vivienda en beneficio del bien común. Se acabó.
“Nos hemos llamado “Arquitectos y arquitectas por un Chile digno” y estamos felices de tener un espacio de debate, de principios ideológicos, de propuestas, liberados de ese lastre del Colegio de Arquitectos donde todo era conflictos económicos y discusiones. No puede ser que sean instrumento económico de los grandes gremios de este país”.
¿Qué le preocupa de esa inyección económica en viviendas sociales?
-Está bien que se inyecte en la construcción porque es un sector que puedes movilizar muy rápidamente y es muy captador de mano de obra. El problema es que no se inyecte para seguir construyendo guetos verticales, sino que para enfrentar el problema del hacinamiento y la pobreza. Esa plata tiene que ser para resolver el problema humano que significa que tengamos a millones de chilenos viviendo en condiciones inaceptables. A esas personas que les estamos pidiendo que se laven las manos cada cinco minutos cuando no tienen agua potable. O les pedimos distanciamiento social en departamentos de 30 metros cuadrados donde hay dos familias viviendo juntas.
¿Una solución podría ser que el Estado compre suelo?
-Exactamente. Te quiero decir que la presión ha sido tal que hoy día leí que en Osorno el Estado está adquiriendo y/o expropiando. Por primera vez en cuarenta años se utiliza esta palabra tan estigmatizada: expropiación. ¡Parecía que era acabo de mundo expropiar! Y el Estado está comprando terrenos destinados a los campamentos en el sector de Llanquihue y probablemente se extienda al resto del país, en buena hora.
“A esas personas que les estamos pidiendo que se laven las manos cada cinco minutos cuando no tienen agua potable. O les pedimos distanciamiento social en departamentos de 30 metros cuadrados donde hay dos familias viviendo juntas“.
Dice que la Constitución actual es el gran impedimento para generar buenas políticas de vivienda social. ¿Qué debiera incorporarse si se redacta una nueva?
-Lo primero es establecer el derecho a la vivienda adecuada y a la ciudad. El tema es que no basta con incorporarlos, hay que ver cómo materializarlos y llevarlos a la realidad. Lo fundamental es qué va a pasar con el rol conductor del Estado en proyectos de vivienda y desarrollo urbano.
Desde los gobiernos locales, ¿hay buenas propuestas que crea que deban incorporarse?
-La creación de la inmobiliaria popular de Daniel Jadue ha abierto una opción de romper con la especulación de los arriendos. Se solucionaría creando una institucionalidad sin fines de lucro, como las municipalidades, para promover viviendas sociales hermosas y amplias en la modalidad de arriendo al alcance de los sectores de menores ingresos.
¿Cuál es su batalla hoy?
-Recuperar el derecho a una vivienda digna para todos los chilenos. Eso lo evidenció octubre y la pandemia lo profundizó. Se incorporan recursos en un Estado de crisis, ¿dónde se van a invertir? Ese es el dilema. Suponer que se vamos a seguir haciendo la política de mierda que venimos haciendo hace 30 años va a significar un levantamiento de mayor magnitud que el del año pasado.
¿Va a votar para el plebiscito de octubre?
-Si pudiera votar cien veces, iría las cien.