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Reproducimos artículo publicado en Temas del Domingo del diario La Nacion, donde fue entrevistado Ricardo Tapia, académico del Instituto de la Vivienda

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Por Beatriz Michell

Dónde cocinamos, dónde construiremos nuestras casas y las enfermedades que nos aquejan son algunos de los cambios que tendremos que vivir. El cambio climático suena a historia de Julio Verne y se ve lejano, pero no lo es tanto. De hecho, sus efectos ya nos están afectando y modificarán varios aspectos de nuestra vida diaria, incluyendo el presupuesto familiar. Esto no es ficción.

Mucho se ha dicho de este fenómeno: predicciones, alarmas y posibles soluciones van y vienen. El calentamiento global suena a palabras rimbombantes que interesan sólo a científicos y ecologistas. Pero mientras Chile está preocupado de los problemas urgentes, como el Transantiago y los deudores habitacionales, el cambio climático se acerca a pasos agigantados y amenaza con afectar a los glaciares, el agua del norte y la forma de vida de cada uno de los chilenos, sobre todo la billetera.

Lo cierto es que esto es como la revolución tecnológica: a principio de los ’90 parecía un sueño futurista, pero hoy todos tienen un celular y acceso a Internet. Así que ponga atención: el fenómeno que puede modificarlo todo ya se acerca y será algo así como la revolución ecológica.

La vivienda es uno de los ámbitos que cambiará drásticamente, debido a las transformaciones climáticas que están llegando. Si ahora en el sur se come y se cocina junto a la estufa, en el interior de las casas, muchas actividades se comenzarán a realizar en el exterior. “Hoy, en el norte se hace mucha vida al aire libre; la gente cuando está en casa usa los dormitorios, y las actividades como cocinar o comer se realizan en lugares libres. Esta costumbre se va a trasladar al sur, lo que cambiará el diseño de las viviendas”, explica Ricardo Tapia, arquitecto del Instituto de la Vivienda de la Universidad de Chile.

Además del diseño y las costumbres, este fenómeno producido por el efecto invernadero afectará el bolsillo de todos los chilenos y del Estado: construir una casa significará desembolsar más dinero para adaptarse al clima. “Los materiales van a cambiar y eso va a salir más caro. Por ejemplo, en Chiloé se está usando la lata de zinc para revestir las casas, pero con los cambios climáticos la lata resultará muy calurosa y se va a tender a poner un aislante, lo que será más costoso”, dice Tapia.

Por lo mismo, las políticas habitacionales tendrán que modificarse, variando las reglas para las constructoras. De hecho, las cosas ya están cambiando: el 4 de enero de este año entró en vigencia un reglamento que señala que las viviendas tienen que resistir cambios térmicos, y se establecieron distintas normas dependiendo de la zona de construcción. En Vallenar, por ejemplo, las ventanas con inclinación de 60 grados o más tienen que tener doble vidrio, por lo que si antes costaba 50 mil pesos hacer una ventana, desde enero está costando 100 mil.

La situación afectará a todos los que quieran cumplir el sueño de la casa propia, pues los privados tendrán que invertir más para seguir las reglas y el precio de las viviendas subirá. “Esto va a afectar al erario nacional, porque una vivienda social le va a costar más cara al Gobierno”, advierte Ricardo Tapia.

Según el arquitecto, los más afectados serán los sectores más humildes: “Las viviendas sociales son muy pequeñas, 30 metros cuadrados, pero permiten que las personas las puedan ampliar hasta 50 metros. El problema es que la ampliación se va a complicar porque va a ser más cara. Al ladrillo ahora le tienen que poner un revestimiento que es más costoso, pero eso la gente no lo va a hacer y dejará el ladrillo sin revestir. El resultado será que las viviendas no podrán resistir tan bien el clima y se producirán enfermedades”.

ENFERMEDAES TROPICALES

Desnutrición, diarreas, epidemias y ratones que transmiten enfermedades son algunas de las predicciones para el futuro de Chile en el ámbito de la salud. “Las enfermedades que podrían aumentar son las transmitidas por vectores (mosquitos y eventualmente roedores) que proliferan en climas calientes y húmedos. No es improbable que países como el nuestro, que no se ven afectados por este problema actualmente, lleguen a estarlo como consecuencia de este calentamiento”, explica Paulina Pino, epidemióloga ambiental de la Escuela de Salud Pública de la Universidad de Chile.

La vida será más difícil para las personas en un ambiente que será más hostil debido a de los desastres naturales. Las inundaciones que se pronostican, principalmente a causa del derretimiento de glaciares, podrían acarrear las consecuencias que advirtió el Panel Intergubernamental sobre Cambio Climático de la ONU (IPCC): diarreas, enfermedades respiratorias, hambre y desnutrición. Aunque son sólo predicciones inciertas, la doctora Pino advierte que de todas maneras hay que preocuparse.

A nivel mundial, las muertes por calor aumentarán –sobre todo en las ciudades contaminadas– en ancianos, enfermos y en los que no tienen acceso al aire acondicionado. Con respecto a este punto, no hay claridad en Chile todavía, por lo que no se puede descartar. Lo que sí está claro es que el clima va a cambiar y eso afectará nuestra forma de vestirnos y aumentará la necesidad de tomar más agua, elemento cada vez más escaso.

Sin embargo, Paulina Pino da una luz de esperanza con respecto a este último punto: “La capacidad de adaptación del ser humano es alta, ya que hay personas viviendo en rangos de temperatura desde los 30 ó 40 grados bajo cero hasta alrededor de 50 grados. Hay mucho que investigar todavía”.

REVOLUCIÓN PRODUCTIVA

Papayas en la Región del Maule, sequedad absoluta en el norte de Chile y dificultades para la industria pesquera. El clima del norte se pasará al centro y el del centro al sur, lo que cambiará la agricultura, la ganadería y, en consecuencia, la actividad económica. Por eso, no sería extraño encontrar cítricos y papayas en la zona central dentro de varios años.

“Dentro de los sistemas más sensibles al cambio climático se encuentran los relacionados con los recursos naturales y especialmente con los recursos hídricos, como la agricultura, silvicultura, pesca y energía. Se esperaría también que el sector económico más afectado en Chile sea el silvoagropecuario, que tiene un aporte de alrededor de un 3% en el PIB y una participación en el empleo nacional de alrededor de un 13%”, explica Verónica Kunze, economista de la Universidad de Chile.

Nuestro país, dice, es muy vulnerable al cambio climático, ya que no tiene el dinero suficiente para enfrentar de buena forma el fenómeno y nuestra economía se basa en las materias primas (agricultura, pesca y cobre). Así lo advierte la Estrategia Nacional de Cambio Climático, aprobada por la Conama en enero de 2006: “Se esperan mayores efectos del cambio climático en los países en desarrollo, en términos de impactos en inversión y en economía y en pérdidas de vidas humanas, que en los países desarrollados”.

Uno de los sectores agrícolas que está en riesgo es el vitivinícola, no sólo por la posible escasez de uvas, sino también por la calidad de los vinos. El científico estadounidense Gregory Jones manifestó su preocupación en un seminario realizado en Francia porque las sequías, el desarrollo de enfermedades y las inundaciones podrían influir negativamente en la calidad de los vinos. Esto afectará la economía nacional, ya que el rubro vitivinícola es uno de los más importantes del país.

Hay una preocupación mundial respecto a los cultivos, expresada por la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO) en noviembre de 2006. Se espera que el fenómeno del cambio climático disminuya la disponibilidad de alimentos por la escasez de agua, las inundaciones y plagas. “Nuevas plagas podrán afectar a la agricultura, o bien las existentes hacerse más agresivas, pues las mayores temperaturas harán que ellas se reproduzcan más rápido, generando poblaciones más abundantes”, explica Fernando Santibáñez, director del Centro de Agricultura y Medio Ambiente de la Universidad de Chile. Se predice que esto afectará la alimentación de las personas, produciendo hambrunas.

Santibáñez dice que la escasez de alimentos no golpeará necesariamente a Chile: “El país tiene la posibilidad de mover su agricultura más al sur, zona que sin duda tomará mayor importancia en la producción de alimentos. Esto no es simple, pues implica trasladar infraestructura de producción, de riego, recursos humanos, etcétera. Es posible que tengamos que pagar más por los alimentos, ya que se producirán en un ámbito de mayor riesgo, o bien provendrán de regiones más lejanas, encareciendo el transporte”.

Otro aspecto que elevará el costo de vida de los chilenos será la energía. Además de todos los problemas actuales de escasez de recursos energéticos, el calentamiento global hará que la generación de energía hidroeléctrica sea más azarosa debido a los vaivenes del clima. “Esto podría repercutir en la industria, el transporte y la vida corriente de las personas”, concluye Santibáñez. LND

La desigualdad: el talón de Aquiles

Los países con más desigualdad social tienen más riesgo frente al calentamiento global, según el IPCC. Chile es el quinto país con peor distribución del ingreso en Latinoamérica y está en el número 113 a nivel mundial, dentro de una lista de 124. Este aspecto nos pone en una situación difícil al momento de enfrentar el calentamiento global, lo que implica más costos para el Estado y podría aumentar aún más las desigualdades, ya que los sectores pobres tendrán menos posibilidades de adecuarse a los cambios que se avecinan. Dentro de este punto, el IPCC destaca la situación de los allegados y los campamentos: “Son altamente vulnerables los barrios con ocupación ilegal de la tierra y otros asentamientos urbanos oficiosos con elevada densidad de población, refugios deficientes, poco o ningún acceso a recursos tales como agua potable y servicios sanitarios públicos y escasa capacidad de adaptación”.

La economista Verónica Kunze aclara que las políticas públicas pueden ayudar a disminuir las consecuencias negativas para los sectores vulnerables. “Afectará a sectores pobres del país que deberán adaptarse a posibles cambios, por ejemplo en las zonas geográficas, de asentamientos de la población o cambios en las fuentes de trabajo. Dadas las tecnologías actuales, estos cambios son factibles y deben impulsarse a nivel nacional para evitar que el sector más pobre se vea mayormente afectado”, indica.

Fuente: La Nacion Domingo 8 de abril de 2007

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