La sorprendente vida de la Población La Victoria

La llamada «Chacra de la Feria» no era más que un gran prado tapizado de maleza; por eso los habitantes del Zanjón de Aguada llevaban un par de años pensando en tomárselo, hasta que un incendio quemó sus casas y desató el éxodo. Así, de improviso, a la una y media de la madrugada del 30 de octubre de 1957 partieron a esos terrenos, que entonces no eran más que un sitio agrícola abandonado, rodeado de un entorno verde y desde donde se veían los aviones del aeropuerto de Cerrillos.

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por Pamela Aravena y Rodrigo Cea

En la caravana que partió a la toma iban personas de la población La Legua y otros sin casa de Santiago. Tantos eran que en la mañana del 30 ya eran mil las familias instaladas. Y la gente continuó llegando, mientras el terreno permanecía sitiado por fuerzas militares y policiales.

El primer paso estaba dado, pero luego vino uno quizás más difícil: permanecer en el lugar. Fundamental en aquella tarea fueron -según recuerdan hoy los mismos pobladores- el cardenal José María Caro, el diputado Mario Palestro y la regidora Iris Figueroa. Sin embargo, el apoyo más importante en el montaje del campamento vino de alumnos de la Universidad de Chile, especialmente de su Escuela de Arquitectura. Miguel Lawner y un grupo de arquitectos trazaron los planos. Al mes, La Victoria ya contaba con 15 mil personas ocupando 3.200 sitios, de 8 por 16 metros.

Luis Garrido, actual presidente de la junta de vecinos, llegó con 10 años el mismo día de la toma y hoy recuerda que la vida fue muy dura en un comienzo, con muchas enfermedades a causa del frío y la humedad, pero que al año ya tenían luz y agua potable. En todos esos avances, recuerda Garrido, la unidad de los vecinos fue crucial, pues pronto construyeron un policlínico y la escuela de la población, levantada con ladrillos de adobe, aportados uno a uno por los pobladores.

El fantasma del desalojo desapareció recién a comienzos de los años 60. Entonces, alrededor de jardines plantados con lechugas y tomates que todos compartían, muchos comenzaron a construir sus casas con la idea de permanecer definitivamente ahí. Desde ese momento, La Victoria vive con la fama de ser la primera toma exitosa en Latinoamérica.

PROYECTOS SOCIALES: Brigada de las funas y biblioteca popular

Varios proyectos sociales gestionados por los propios pobladores funcionan en La Victoria. Todos autogestionados.

La brigada muralista «Las Autónomas», formada sólo por mujeres, nació hace 18 años, durante el último año del régimen militar, con consignas de carácter político. Pero ya desde hace algunos años cambiaron la temática por una feminista. «La idea es formar conciencia social sobre la violencia intrafamiliar que afecta a las mujeres», explica Vicky Martínez. Durante un tiempo se dedicaron a hacer funas, denunciando con murales a los maridos golpeadores de la población. Pero terminaron luego de que uno de ellos le diera una nueva golpiza a la señora. «Ahora enviamos mensajes contra el femicidio», agrega Vicky.

El Centro Cultural Pedro Mariqueo surgió en 1983, como centro de reunión de la Izquierda Cristiana, el Mapu y el MIR, fundamentalmente. La idea era dar talleres nocturnos sobre el movimiento obrero, la teología de la liberación y periodismo popular. Ahora hay talleres de alfabetización y nivelación de estudios. Ahí funciona la radio comunal y en su segundo piso existe una moderna biblioteca, con más de 500 títulos y que ya tiene 100 socios que pagan $800 anuales.

EDUCACIÓN: Jardín, escuela y preuniversitario, obra de los pobladores

Fundada por sus propios pobladores un año después de la toma de terrenos, la Escuela La Victoria es hasta hoy uno de los mayores orgullos de la población. Funcionando en un moderno edificio, limpio y muy ordenado, el establecimiento educa a 506 alumnos, de primero a octavo básico, y se jacta de estar entre los tres mejores colegios municipales de su comuna (Pedro Aguirre Cerda) en los resultados del Simce de cada año. María Clara Aramburú, su directora, asegura que el orden y la disciplina son la premisa en la formación de sus alumnos y que la autogestión es una de las mayores virtudes del colegio. ¿Sobre lo negativo? Aramburú cuenta que, según sus estudios, 25% de los niños del colegio vive en situación de abandono de parte de sus padres, tienen alto riesgo social y no recibe ningún tipo de apoyo fuera de la escuela. Otro 25% no puede recibir ayuda de sus padres, pues ambos trabajan.

En esos casos presta su asistencia el jardín infantil «Nuestra Señora de la Victoria», fundado en 1970 por sus pobladores. Alicia Cáceres, la creadora y mandamás del establecimiento desde sus inicios, cuenta que el jardín tiene 20 educadoras para atender a 110 niños en edad preescolar, pero que son 180 los ex alumnos -estudiantes de entre primero básico y cuarto medio- que siguen asistiendo al jardín por las tardes, para recibir apoyo social y educativo. Otros cinco niños, abandonados completamente por sus familias, viven en el lugar.

El jardín funciona sólo con la ayuda de los apoderados -actualmente, la cuota mensual es de $ 2.500, aunque no todos la pagan-. La Fundación Integra y el Hogar de Cristo ayudan con raciones alimenticias. Y una fundación alemana aporta dinero para la mantención.

El panorama educacional se completa con el preuniversitario de la junta de vecinos, donde los mismos jóvenes universitarios de La Victoria son los encargados de dictar las clases. El preuniversitario cobra $ 1.000 de matrícula y $ 2.500 de mensualidad. El año pasado, de los 22 alumnos, 18 quedaron en universidades tradicionales.

LOS LIBROS: Población letrada

El próximo martes en la mañana, cuatro buses repletos de vecinos saldrán desde la población hacia la Universidad Arcis para ir al lanzamiento de «La Victoria, Rescatando su Historia», el tercer libro sobre la comunidad, en que sus propios habitantes han actuado como autores. Publicado por editorial Arcis y el Grupo de Trabajo de La Victoria, la historia del libro empezó cuando la investigadora estadounidense Janet Finn visitó La Victoria y propuso a cinco de sus vecinos «reconstruir la memoria social de la población». Una de ellas fue Claudina Núñez (ex concejala del PC), quien recuerda que la investigación duró siete años (1999-2006) y permitió «desmitificar y descubrir nuevas verdades». Por ejemplo, ratificar el apoyo de la familia Palestro en la formación de La Victoria y aclarar que los terrenos eran pretendidos por algunos sin casa de Santiago desde, al menos, dos años antes de la toma.

«Pasado: Victoria del Presente», de 1978, fue el primer intento de los vecinos para preservar la historia de su población, pues ya se habían escrito otros textos, pero por personas ajenas a La Victoria. El otro libro que es obra de los mismos vecinos es «Memorias de La Victoria: relatos de vida en torno a los inicios de la población» (2003). El texto es un trabajo de «Identidad» ( www.grupoidentidad.cl), un grupo de 12 jóvenes de la población que en 2002 se propuso dar cuenta de La Victoria entrevistando a una veintena de personas, que representaran a la mayor cantidad de habitantes de la comunidad.

LA VICTORIA EN CIFRAS:

21.000 habitantes.

3.200 sitios de 8 por 16 metros cada uno.

42 iglesias evangélicas.

30 clubes deportivos

3 multicanchas.

15 centros de madres.

CASI UN SANTO: Jarlan, el sacerdote venerado

Casi todos los livings de las casas de La Victoria tienen su foto colgada de la pared. Cada año los pobladores le rinden una semana de homenajes, con liturgias, velatones y una feria de derechos humanos que se instala en la avenida 30 de Octubre. André Jarlan, el sacerdote francés asesinado por una bala mientras rezaba en su dormitorio, es hoy un santo en la población.

Decenas de murales con su rostro adornan las calles de La Victoria. Su historia es evocada por quienes lo conocieron, para que las nuevas generaciones no lo olviden. Jarlan había llegado a la parroquia de la población a principios de 1983.

Para las protestas que se habían iniciado ese año, Jarlan actuaba en dupla con el párroco Pierre Dubois. Mientras éste contenía el ingreso policial a la población, Jarlan atendía a los heridos de las manifestaciones.

El 4 de septiembre de 1984 era uno de esos días de protesta. Durante la jornada, el sacerdote atendió a 27 heridos. En la tarde, se retiró a su habitación a rezar. Pocos minutos después, cerca de las 18:00 horas, se oyeron disparos desde la esquina. Una de las balas se coló por la pared de madera, cruzó el cuello de Jarlan y lo dejó desfalleciente sobre su Biblia. Esa noche fue velado y al día siguiente el féretro con su cuerpo fue llevado en andas por pobladores desde La Victoria hasta la Catedral Metropolitana.

Un tribunal civil acusó a un suboficial de Carabineros como autor de los disparos, pero la justicia militar lo absolvió. Hasta ahora el sumario continúa cerrado.

Hoy la habitación de Jarlan está intacta. Una flecha marca la entrada de la bala en la pared, la Biblia continúa abierta en el salmo 129 y 130, la cama está estirada y sobre ella reposan tres grandes fotografías del sacerdote muerto sobre su escritorio. Quien quiera puede verlas. Es un museo en recuerdo de quien consideran su mártir.

Pero además de Jarlan, dentro de la población existe el recuerdo y casi devoción para otros muertos, que son tratados como mártires por haber desaparecido durante 1973 (cuatro personas) o haber muerto durante las violentas protestas de los años 80 (cinco personas). Muchos de los llamados «mártires de La Victoria» siguen presentes en la población en los nombres de algunas calles y organizaciones sociales, como clubes deportivos, juveniles o centros de madres.

RADIO Y TELEVISIÓN: Los medios de masas populares

«Somos un medio político. Todos dicen que pertenecemos al Frente (Manuel Rodríguez), pero no. La radio es del pueblo», explica Macarena Vivett, administradora de la Radio 1° de Mayo, que funciona en La Victoria.

El proyecto nació en la clandestinidad en 1995, con apenas un transmisor artesanal y un par de micrófonos. Su creador: Leopoldo Sarmiento, un ex miembro del frente rodriguista. Hoy cuenta con permiso de transmisión de la Subtel, una mesa de sonido, un mezclador y un computador. Transmiten las 24 horas del día, todo el año y su alcance sobrepasa los límites de la comuna.

Los problemas sindicales, los llamados a protesta, las huelgas de hambre, la situación de los presos políticos y la defensa de los mapuches apresados son los temas que más preocupan a la radio. Pero la programación incluye, además, espacios de utilidad pública, salud mental, orientación cristiana y también musulmana. Un poco menos de historia tiene Señal3, el canal de TV de La Victoria. Definido como alternativa a la oferta televisiva convencional -«autónomo, popular y sin fines de lucro»-, el canal comenzó en noviembre de 1997, cuando un grupo de jóvenes de la población decidió pasar de la proyecciones de videos en las calles a la emisión periódica de contenidos.

Hoy los programas van de jueves a domingo y hay desde un noticiario (el viernes a las 21:00 horas), hasta programas de arte y de música metalera. La señal también emite comerciales de una carnicería, botillería y un colegio por 15 mil pesos mensuales para juntar los 133 mil pesos mensuales que requiere para funcionar. El financiamiento se completa con la venta de antenas receptoras (por 4 mil pesos) y la ayuda económica y en equipos, que reciben principalmente desde Suecia.

Un párrafo aparte merece la desaparecida «La Voz de La Victoria», el primer medio de comunicación masivo de la población que partió en noviembre de 1958 y desapareció hace más de 20 años.

FUERZA COLECTIVA: La organización poblacional

contra el plan regulador y el Transantiago

Desde la misma noche del 30 de octubre de 1957, los «callamperos» del Zanjón de la Aguada que se tomaron la chacra se dieron cuenta de que la única forma de que su movimiento triunfara era organizándose.

Por eso, el primer día eligieron directiva y delegados, y constituyeron comisiones de vigilancia, subsistencia y sanidad. De allí en adelante, todas las decisiones importantes serían debatidas colectivamente. La escuela y un policlínico fueron las primeras obras públicas que decidieron construir.

Hoy ese ímpetu se mantiene. La junta de vecinos, actualmente dirigida por Luis Garrido, se elige cada dos años. Para la elección se instalan en cada pasaje urnas y casetas secretas de votación. Todos los vecinos mayores de 18 años participan activamente. Los candidatos tienen generalísimos y hacen grandes campañas para ser elegidos.

Cada cuadra, además, tiene un delegado, quienes se reúnen una vez al mes a decidir cuáles son las prioridades y a rendir cuenta de los gastos.

Para la celebración del aniversario de la población se votan las actividades que se realizarán. La más importante, en todo caso, es la que se realiza cada 30 de octubre, cuando se recrea la toma vistiéndose a la usanza de los años 50, con carretas y antorchas.

La férrea organización de los pobladores tiene triunfos notables. El primer gran hito data 1991, cuando con un aporte de $10.000 por casa lograron, «por fin», pavimentar las calles. La iniciativa luego sirvió de modelo para la implementación del programa de pavimentación participativa del Ministerio de la Vivienda. El año pasado, en tanto, mediante encendidas asambleas y estructuradas protestas echaron abajo el plan regulador para la comuna, en general, y para La Victoria, en particular.

Otro éxito es lo sucedido con el Transantiago, que de trece líneas de microbuses, «para ir a todos lados de Santiago», dejó a los vecinos de La Victoria con sólo cuatro recorridos. Pero la junta de vecinos de la población, junto a otras de la comuna, se movilizó y fue hasta el Ministerio de Transportes para exigir cambios y nuevos recorridos. ¿El resultado? Hoy hay nueve líneas que sirven a La Victoria (5 alimentadores y 4 troncales). Además, por primera vez un recorrido pasa por el medio de la población y toda la noche.

SEGÚN CARABINEROS: El narcotráfico y robos con fuerza, los mayores delitos

Treinta y cinco carabineros y un radiopatrullas tiene la tenencia La Victoria para custodiar a los cerca de 21 mil habitantes de la población y a otros 10 mil de poblaciones aledañas (cuadrante 64).

Pero La Victoria está intervenida por el Ministerio del Interior desde 2002, lo que implica la presencia de otra patrulla con tres carabineros provenientes de la 30ª Comisaría y 10 a 15 funcionarios de Fuerzas Especiales que circulan permanentemente en un carro celular. Y según los funcionarios policiales, los delitos que más se denuncian en La Victoria son los robos con fuerza, narcotráfico y violencia intrafamiliar.

Los delincuentes más temidos por la población son «el cojo Hugo» -Hugo Soto Núñez-, con ficha por homicidio, hurto, infracción a la Ley de Armas, tráfico de drogas y riña con resultado de muerte con arma de fuego, y «Los Tabilo», un clan de narcotraficantes que a veces siembra el terror al interior de la villa.

Varios allanamientos, detenciones y decomisos se han registrado en el último tiempo, el más importante en mayo pasado. «La Victoria tiene características bien especiales. En mayo entraron 300 carabineros, detuvimos a 23 micro y narcotraficantes y hubo cero resistencia en la población. No hubo gritos, ni piedras, sino mucha colaboración. Eso es un fenómeno que indica que La Victoria no ha caído en la red del narcotráfico y que, por el contrario, hay un fuerte rechazo a ese tipo de delincuencia», asegura el jefe antinarcóticos de la fiscalía sur, Héctor Barros.

Desde la División de Seguridad Pública del Ministerio del Interior, su director, Iván Fares, reconoce que La Victoria es una población donde existen problemas de delincuencia, consumo y tráfico de drogas, «como otras en Santiago», pero que tiene una gran virtud: su organización comunitaria. Fares destaca que fueron los mismos vecinos quienes se acercaron a las oficinas del ministerio en 2002 para pedir la intervención de la población, y que producto del trabajo en conjunto hoy han disminuido los índices de temor y se han recuperado varios espacios públicos.

TRABAJO PASTORAL: El respeto entre católicos y evangélicos

Francés nuevamente es el sacerdote de La Victoria. Lorenzo Maire llegó a Chile en la misma época que André Jarlan. De hecho, se prepararon juntos en Bélgica antes de partir a Chile a trabajar en sectores con alto riesgo social. La labor católica en La Victoria está centrada en las catequesis y -con la ayuda de tres hermanas brasileñas de la Inmaculada Concepción y las Hermanitas de Jesús-, el trabajo también contempla la visita a los enfermos y ayuda a las madres para orientarlas en la lucha contra la drogadicción.

«Esta población fue fundada por comunistas y ateos, pero también por cristianos, que pudieron imprimir su marca. Fue el cardenal José María Caro quien pidió la no intervención militar; el padre Del Corro acompañó a los pobladores en la toma; luego, el trabajo de Pierre Dubois y André Jarlan para frenar la represión. Eso generó un respeto hacia la labor católica», asegura Maire.

A la población también han llegado 42 iglesias evangélicas, que han conseguido adeptos. Los que abandonaron su lucha por penetrar en La Victoria fueron los Testigos de Jehová.

Fuente: El Mercurio Domingo 28 de octubre de 2007

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