Informe ONU muestra a un Santiago desigual, enrejado y en caótica expansión
Por Manuel Fernández Bolvarán
«La urbanización es un medio eficaz para mejorar el acceso a los servicios, a las oportunidades económicas y sociales», sostiene Anna Tibaijuka, directora ejecutiva del Programa de Asentamientos Humanos de la ONU.
Pero junto a esos beneficios, el proceso también está generando nuevas problemáticas. Y Santiago -una de las ciudades analizadas en el estudio- no escapa a ellas.
Capital con mar
Uno de los desafíos clave, dice el informe, es el crecimiento descontrolado de las ciudades. Un ejemplo extremo está en Egipto, donde El Cairo y Alejandría «podrían fusionarse en un futuro cercano», pese a estar separadas por 200 km.
A Santiago podría pasarle. El propio reporte constata cómo a través de sucesivos cambios en el uso de suelo, la capital ha ido absorbiendo pequeños centros urbanos que la rodeaban. De hecho, en 2020 la ciudad llegaría a los 6,2 millones de habitantes, un millón más que en 2000.
«De mantenerse ese ritmo de crecimiento, en un plazo bastante breve Santiago podría fusionarse con Viña del Mar y Valparaíso», pronostica Paola Jirón, investigadora del Instituto de Vivienda de la Facultad de Arquitectura de la U. de Chile y quien participó como asesora en la elaboración del informe.
La experta aclara que «no es que sea malo tener ciudades grandes. El punto es saber si estamos preparados para que ese crecimiento sea armónico».
Para lograrlo, agrega, «el llamado de la ONU es a tener una visión de la ciudad que queremos que considere vivienda, trasporte, medio ambiente y obras públicas en forma coordinada. Lamentablemente, en Chile hoy cada uno de esos temas corre por carriles separados».
Santiago, por ejemplo, tiene un índice alto de inequidad en la distribución de ingresos . Si bien éste es menor que el de Río de Janeiro y Ciudad de México, supera por mucho al de Montevideo, Caracas y la mayoría de las capitales europeas y asiáticas.
Tras las rejas
El reporte también pone a Santiago, junto a Buenos Aires y Sao Paulo, como ejemplos de ciudades donde se han multiplicado las comunidades enrejadas . «El temor al crimen ha elevado la fragmentación urbana en sectores medios y altos, que se han segregado a sí mismos en complejos residenciales cerrados, de alta seguridad», dice el texto.
Para Paola Jirón, estas segmentaciones tienen dos efectos nocivos. Una es que las desigualdades de ingreso se traducen en desigualdades de acceso a las ventajas de la ciudad , como los servicios de salud y educación. La otra es que los barrios cerrados surgen sin considerar su efecto en el resto de la ciudad: «Por ejemplo, el sistema de aguas lluvia de un condominio precordillerano afecta a todo Santiago».
Otro de los desafíos para las grandes ciudades es el cambio climático. Para reducir su impacto, dice el informe, éstas deben terminar con la dependencia de los combustibles fósiles y crear mejores sistemas de transporte como alternativa al automóvil.
Aquí nuestra capital nuevamente está en deuda. El epítome de todos los pecados santiaguinos sería el Transantiago (ver recuadro), donde «no se consideró la experiencia de transporte de las personas y se notó la falta de una planificación urbana», dice la experta.
Para hacer frente a los desafíos urbanos del siglo XXI, el reporte sugiere dar a la ciudadanía más participación en la elaboración de la planificación urbana.
Ocho de las 10 ciudades con más habitantes del mundo se encuentran en zonas en riesgo de sufrir terremotos.
200 mil nuevas personas se integran a la vida urbana cada día en el planeta.
69,6% de la población mundial vivirá en ciudades en 2050. En 2007 la proporción fue de 49,4% y en 1950 de 29,1%.
36.094.000 habitantes tiene Tokio, la ciudad más grande del mundo para el año 2010.
7% de los santiaguinos vive en asentamientos precarios (campamentos). El índice más bajo de la región latinoamericana.
Fuente: El Mercurio (Santiago, Chile) – 5 de octubre del 2009