CASEN: Su nuevo cálculo paso a paso

COLUMNA DE FELIPE LARRAÍN

El pasado 8 de junio se dieron a conocer los resultados de la encuesta CASEN 2006, aplicada entre noviembre y diciembre del año pasado. Las cifras referentes a la pobreza y la indigencia revelan un importante progreso, no así las de desigualdad. De acuerdo a las cifras oficiales, la pobreza cayó desde un 18.7% de la población en 2003 a un 13.7% en 2006; y los indigentes diminuyeron desde 4,7% a 3,2% en el mismo lapso.

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Dos observaciones adicionales respecto de las cifras. Para un país del nivel de desarrollo de Chile no hay ninguna buena razón para que la encuesta CASEN no se haga anualmente y nos entregue con mayor periodicidad una radiografía de nuestra situación de pobreza y distribución. Tampoco es comprensible que Mideplan no publique inmediatamente todas las cifras de la encuesta en su página web (la Ministra ha anunciado la liberación de la base de datos recién para septiembre), y que se tome varios meses de análisis en solitario, antes de entregarlas completas al país. Desde la fecha de la publicación de las primeras cifras, hemos visto como día a día aparecen nuevas cifras. Lo que corresponde es entregarlas todas juntas.

La verdad de las cifras

A mi juicio, el punto de fondo en el debate de las cifras no es si la pobreza ha caído o no, pues ello ciertamente ha ocurrido y es necesario y justo reconocerlo. Tampoco creo que el problema esté en la encuesta de caracterización socioeconómica nacional (CASEN), si bien hay que explicar con más detalle los cambios metodológicos que se hicieron, y ojalá someterlos a un debate abierto entre los especialistas antes de implementarlos.

El problema de fondo es que las cifras oficiales de pobreza son demasiado optimistas, tan optimistas que no corresponden a la realidad. Para decirlo simplemente, los pobres son muchos más que los de las estadísticas oficiales porque la vara con que se los ha medido, la llamada línea de pobreza, está obsoleta. Una explicación necesaria al respecto: la pobreza se determina a partir de la Encuesta de Presupuestos Familiares llevada a cabo por el Instituto Nacional de Estadísticas (INE), que muestra lo que efectivamente consumen los hogares chilenos. De aquí surge una canasta de alimentos básicos que permiten cumplir con las recomendaciones de organizaciones internacionales (OMS y FAO) de 2.200 calorías diarias (aprox.) por adulto; esta canasta se costea y determina la línea de indigencia. Luego se le aplica un factor (en torno a 2) para determinar el costo de las necesidades básicas no alimenticias (salud, vivienda, vestuario, etc.)., lo que define la línea de pobreza. Finalmente se compara el ingreso de las familias con el costo de estas canastas y se determina si una persona es indigente, pobre no indigente, o no pobre.

La metodología descrita revela que para determinar la línea de pobreza resulta clave usar información actualizada de lo que efectivamente consumen los hogares. Y ocurre que la canasta oficial (en base a la cual se han reportado las cifras de pobreza) fue construida en 1990 utilizando los patrones de gasto de los años 1987-1988. Posteriormente, en 1996-97 se realizó la Quinta Encuesta de Presupuestos Familiares, que está disponible y con la que se debió haber actualizado la canasta. Pero ello no se hizo, a pesar del compromiso explícito adoptado por Mideplan en 1999. ¿Cuál fue la razón para no hacerlo? Ninguna resiste el más tímido de los cuestionamientos. Tanto la canasta del IPC, que se elabora con la misma encuesta de presupuestos, la ficha CAS (que fue reemplazada el año pasado) y las cuentas nacionales han sido actualizadas en las últimas dos décadas. ¡Y las cuentas nacionales se actualizaron dos veces, pasando de base 1986 a 1996 y luego de base 1996 a 2003!

¿Cuantos pobres hay efectivamente en Chile? Para responder esta interrogante está el acucioso trabajo desarrollado entre 2001 y 2003 por la Fundación para la Superación de la Pobreza en conjunto con el Departamento de Nutrición de la Universidad de Chile y la Jefa de Precios del INE, quienes estimaron una nueva canasta de satisfactores básicos con los patrones de gasto observados en la encuesta del año 1996-97. ¿Qué se encontró? En primer lugar, la línea de pobreza 2003, que de acuerdo a las cifras oficiales era de $43.712, pasaba a $66.388. Es decir, la pobreza 2003, que está en 18.7% según cifras oficiales, es realmente de 36.4% con la canasta actualizada. Esto ocurre por dos razones. Primero, porque los pobres modificaron sus patrones de consumo, hacia productos más diversificados y de mejor calidad (por ejemplo, más frutas y verduras, aceite embotellado en vez de aceite suelto). Segundo porque en 1997 los alimentos representan una porción menor del gasto total de los pobres; ello hace que el factor de ajuste, en vez de ser 2 (como en la encuesta de 1987) sea de 2.2 usando la encuesta 1996-97, lo que empuja más la línea de pobreza hacia arriba, a partir de la línea de indigencia. No podemos hacer el mismo ejercicio anterior para determinar las cifras de pobreza 2006, porque la encuesta CASEN no está disponible. Pero si suponemos que la reducción proporcional es la misma que indican las cifras oficiales, la pobreza 2006 sería de 26.7% (en vez del 13.4% oficial) y la indigencia de 6.5% (en vez de 3.2% ).

El punto de fondo es que, si bien la pobreza y la indigencia han disminuido, los niveles de pobreza e indigencia son el doble de los oficiales cuando se usa una encuesta actualizada. Como país y -especialmente- desde el punto de vista de los pobres, no conviene que vivamos en el espejismo de que la pobreza afecta sólo al 13.4% de la población, cuando en realidad es el doble. Una cifra irrealmente optimista le resta importancia en el debate público y -probablemente-en las políticas públicas. Por eso, reconozcamos los avances, pero usemos las cifras reales. En Chile existen todavía más de 4 millones de pobres que requieren de máxima prioridad.

Fuente: El Mercurio Domingo 1 de julio de 2007

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