Un Techo para Chile se une a inmobiliarias, y busca profesionales por explosivo crecimiento
Publicado originalmente en: El Mercurio Domingo 19 de Octubre de 2008
por Bernardita Aguirre Pascal
El tiempo corre, quedan 699 días para el 18 de septiembre de 2010, y en Un Techo para Chile se les acaba el plazo, que ellos mismos se fijaron, para terminar con los campamentos. Cien jóvenes profesionales, la mayoría ingenieros, arquitectos y sociólogos que promedian los 25 años, trabajan para entregar casas a las 28 mil familias que siguen en mediaguas.
En las oficinas de la institución, en Departamental con Santa Rosa, un letrero anuncia el plazo fatal, los días que faltan para terminar con esta pobreza que se vive entre los cartones, las tablas y la tierra de los campamentos.
Ahí trabajan profesionales de élite, como el ingeniero de la Universidad Católica, José Ríos, quien egresó con uno de los mejores promedios de su generación y hoy es director del área de diseño. También hay una ingeniera comercial que renunció a un sueldo de casi $2 millones para entrar a trabajar por los más pobres, con una remuneración de $400 mil.
Como ellos son los profesionales que quiere Un Techo para Chile. «Buscamos chiquillos abiertos a la diversidad, que sean capaces de trabajar en equipo, que sepan aterrizar las ideas, que no se desilusionen con los problemas, sepan ponerse metas y se autoevalúen», dice el capellán de Un Techo para Chile, Felipe Berríos.
Asegura que este trabajo es un verdadero posgrado. «Hay papás que dicen: ‘¿Cuándo este niño va a madurar y se va a poner a trabajar de verdad?’. Ellos no se dan cuenta de que sus hijos no sólo están cambiando la historia. Además, mueven grandes cantidades de dinero, hacen pactos con empresarios, recurren a los organismos públicos, se manejan con los medios de comunicación. Este no es un juego, detrás hay familias que por cualquier error te reclaman. Es mucho más que estar en un banco con un cargo y un sueldo muy grande haciendo una labor mecánica».
El 10% de los fondos que recauda Un Techo para Chile se destinan a mediaguas, porque cada vez se construyen menos de estas viviendas de emergencia y más casas de concreto.
Pero el modelo de Un Techo las sigue incluyendo como el primer paso del proceso para alcanzar una casa. «Cuando una persona se hace dueña de algo, eso le da las fuerzas para tener algo mejor, se organizan y ahorran para la vivienda definitiva», dice el gerente general de Un Techo para Chile, Juan Pedro Pinochet.
El proyecto con los habitantes de los campamentos llegaba hasta ayudarlos a juntar la plata para el subsidio, pero en 2005 se dieron cuenta de que los pobladores dejaban sus casas de concreto y volvían al campamento porque en la población se habían hecho más pobres. Lejos de su comuna y del centro, aparte de sus vecinos, habían perdido su trabajo y sus redes de contacto y se empobrecían.
Por eso, hace tres años comenzaron con la habilitación social. En las oficinas y en terreno la labor de los profesionales es frenética. Se reúnen varias veces a la semana en los campamentos para organizar a la gente, les dictan talleres, les entregan apoyo jurídico y hacen programas médicos, se dan tutorías a los niños, se entregan microcréditos de entre $30 mil y $90 mil para que emprendan negocios. Todo dirigido por voluntarios de Un Techo, estudiantes secundarios y universitarios. En total, unos diez mil jóvenes se movilizan anualmente en el país.
Socios del Minvu
Junto con comenzar la habilitación de los pobladores, Un Techo se transformó en una Entidad de Gestión Inmobiliaria Social (EGIS), que organiza grupos para postular al subsidio. Es la más grande a nivel nacional, y tiene presencia de Arica a Punta Arenas.
Buscan terrenos dentro de la misma comuna del campamento, donde puedan vivir todos los pobladores, y formar barrios sustentables con casas de entre 45 y 55 metros cuadrados. La labor está a cargo de jóvenes geógrafos que buscan terrenos, abogados que estudian los títulos, ingenieros a cargo del estudio de suelo y la ubicación de las casas, arquitectos que evalúan y diseñan viviendas, y sociólogos y voluntarios que organizan a los pobladores.
En su labor se apoyan en el subsidio de localización y el subsidio de vivienda dinámica sin deuda del Ministerio de Vivienda. A eso se suma el aporte de empresarios. Oficinas de arquitectos como Owar, BL Arquitectos y la premiada Elemental diseñan las casas, e inmobiliarias de la talla de Simonetti, Aconcagua, Avellaneda y Boestch, construyen. Además, hay empresarios que aportan los $4.300 millones que necesitan para el funcionamiento anual de Un Techo.
Los fondos siempre escasean, y más si pretenden crecer para terminar con los campamentos en 2010. Para lograr comprometer a más compañías han ideado una nueva estrategia: se asocian con empresarios regionales para que ellos se comprometan a terminar con los campamentos de su zona. Ya firmaron con minera Escondida en la Segunda Región para darles casas a 1.048 familias; también con Los Pelambres, para hacer lo mismo en la Tercera Región, y lo harán con Forestal Arauco.
En una casa, el Estado pone $10 millones, los privados $4 millones, quien la habitará $600 mil, y Un Techo su gestión, que parte con la mediagua y culmina en la vivienda definitiva.
Por politización refundaron en México, Guatemala, Ecuador y Perú
Como las buenas ideas se exportan, el proyecto de Un Techo para Chile también. Salió de nuestro país en 2001, y desde esa fecha no ha parado de sumar proyectos; hoy tiene presencia en 14 países de América Latina: Argentina, Brasil, Chile, Colombia, Costa Rica, Ecuador, El Salvador, Guatemala, México, Nicaragua, Paraguay, Perú, República Dominicana y Uruguay.
El crecimiento fue intenso en los primeros años, y cuando en 2004 ya había cinco países bajo la marca de Un Techo para mi País, el capellán de la fundación, el padre Felipe Berríos, se empezó a sentir incómodo.
«Una vez mandé un texto del Papa, y me dijeron que era bonito, pero que no pusiéramos que era del Papa, y empezó mucho discurso ideológico del ALCA y otras cosas. Y me preocupé», cuenta el padre Berríos. Él se dio cuenta de que no había prestado suficiente atención al desarrollo del proyecto en el mundo y sintió que éste no se le podía escapar de las manos, «porque la riqueza más grande que tenemos nosotros es la credibilidad, y no teníamos control de la marca ni de los dineros», reconoce Berríos.
Entonces, convocó a los directores a Chile y les leyó la cartilla. «Somos pluralistas, pero no ambiguos. Nuestras raíces están en la doctrina social de la Iglesia Católica, nuestro modelo es el Padre Hurtado y nuestro producto es la mediagua», les dijo.
El mensaje fue claro. «No gastar el tiempo en discusiones abstractas y teóricas, sino que meternos en la realidad, y que ésta sea la que hable por nosotros».
En ese momento se descolgaron México, Guatemala, Ecuador y Perú, donde refundaron la organización y formaron un nuevo Techo para mi País.
En El Salvador se han construido 1.339 mediaguas, y este año ya van 277. En Uruguay llevan cinco años trabajando y han construido 1.086. De viviendas definitivas todavía nada, pero el modelo de Chile es el que seguirán. «Se logran enormes cambios con una vivienda muy básica; y sabiendo siempre que éste es el primer paso para algo más», dice Cynthia Pérez, directora social de Un Techo
Hola! Es increíble cuanto han crecido… He trabajado como escolar y universitaria en campamentos y me gustaría saber cómo seguir haciéndolo como profesional, a 1 mes de egresar de medicina…¿Cómo se postula? saludos, Caro