Eficiencia Energética en viviendas: cuando el Ministerio de Energía abandona un compromiso
Por Javier Piedra Fierro
Fuente: CIPER 20/10/2022
«Por lejos, las políticas públicas de mayor impacto frente a la crisis climática que podemos realizar en nuestras viviendas, comercio, hospitales, establecimientos educacionales… son las de eficiencia energética», recuerda esta columna para CIPER de un especialista en energía y eficiencia energética. El programa de gobierno de Apruebo Dignidad era novedoso e innovador al respecto, pero ¿podemos confiar aún en su decisión por la aislación térmica masiva de viviendas?
¿Qué es mejor? ¿Generar con energías renovables toda la energía consumida en una ciudad o que no se consuma energía en esa ciudad?
La pregunta es capciosa, por la obviedad de que toda sociedad necesita, sí o sí, energía para su población y actividad económica; o sea, que no se puede no consumir energía. La respuesta más apropiada, entonces, sería que lo mejor es que en esa ciudad, asegurando cubrir las necesidades sociales y económicas de su población, se consuma la menor cantidad de energía posible, y lo que se consuma sea generado con fuentes renovables. De esta manera, podemos afirmar que el mejor «kilo watts hora» (medida de energía) no es el «kilo watts hora verde», sino que «el mejor kilo watts hora es el que no existe». Comprender esto es entender la importancia y prioridad de la Eficiencia Energética (EE).
En términos muy simples, la EE es reducir el consumo de energía sin alterar el normal funcionamiento de las cosas. Por ejemplo, disminuir el consumo energético de una industria sin que disminuya su producción, o reducir el consumo de energía en una vivienda sin afectar la calidad de vida de sus habitantes. Seguramente el ejemplo más conocido son las ampolletas LED, que permiten iluminar igual o mejor que las ampolletas antiguas, consumiendo mucho menos energía, generando así un menor gasto. En otras palabras, la eficiencia energética es ahorro.
Desde el punto de vista de la crisis climática, es tan relevante la EE, que el Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC) reporta en su último informe que «para 2050, los estudios muestran que se podría mitigar hasta el 61% de las emisiones globales de los edificios. Las políticas de suficiencia que evitan la demanda de energía y materiales aportan un 10% a este potencial, las políticas de eficiencia energética aportan un 42% y las políticas de energías renovables, un 9%» [Intergovernmental Panel on Climate Change, 2022]. O sea, que por lejos las políticas públicas de mayor impacto frente a la crisis climática que podemos realizar en nuestras viviendas, comercio, hospitales, establecimientos educacionales, etc… son las de eficiencia energética.
En Chile, según el Informe Balance Nacional de Energía 2020, el consumo de energía en el sector residencial, comercial y público es de 23% [Ministerio de Energía, 2022]. Pero, ¿qué uso es el que más consume energía? ¡Por lejos, la calefacción! Según el «Informe Final de Usos de la Energía de los Hogares en Chile», de la Corporación de Desarrollo Tecnológico, el 50% del consumo total de energía en una vivienda se destina a calefacción [In-Data, CDT 2019], el resto para electricidad (22%), agua caliente sanitaria (20%) y cocina (5%). Esta situación cambia radicalmente en el sur, donde la calefacción representa más del 80% del consumo energético final de los hogares. Este fenómeno se da fundamentalmente a propósito de que el 63,3% de las viviendas en Chile se encuentran sin aislación térmica [Ministerio de Energía, 2022], por lo que el calor generado se pierde con mucha facilidad, generando un gasto energético y económico excesivo. Según la División Técnica de Estudio del Ministerio de Vivienda y Urbanismo, tenemos aproximadamente 4,5 millones de viviendas sin aislación térmica en Chile [Ministerio de Vivienda y Urbanismo, 2015].
«Abrigar la casa», implementando medidas de eficiencia energética —como la incorporación de material aislante en techos, paredes y pisos, cambio de las ventanas, el sellado de infiltraciones y el control de la ventilación—, puede llegar a generar un ahorro de hasta un 80% del consumo de energía para calefacción [Ministerio de Vivienda y Urbanismo 2019]. Si analizamos estos datos, concluiremos rápidamente que la medida que por lejos genera mayor ahorro e impacto es la aislación térmica de las viviendas. Este punto es particularmente importante en las ciudades del sur de Chile, que se encuentran bajo una preocupante contaminación atmosférica producto del uso (y abuso) de leña. Según el «Estudio de prefactibilidad para proyectos de calefacción distrital en Cochrane», que realizamos con la Fundación Energía Para Todos, en la ciudad de Cochrane (Región de Aysén) podríamos reducir en un 60% la contaminación atmosférica (MP 2.5) solo aislando térmicamente las viviendas [Fundación Energía para Todos 2020].
Convengamos que lo de la aislación térmica tampoco es tan nuevo. De parte del SERVIU existen subsidios para estos fines desde el año 2008, gracias a la creación del DS 255 en el año 2006, con el que, según reporte previo en este mismo medio [ver «Frío, contaminación y hacinamiento: un millón de viviendas sociales con fallas que facilitan la expansión del Covid-19», en CIPER Académico 12.11.2020], se aíslan alrededor de 6 a 14 mil viviendas al año. Sin duda esto ha sido un alivio para muchas familias, pues ven reducido de manera considerable el gasto en calefacción, ya sea a través de gas, parafina o leña, pero también aumenta el confort térmico al interior de las viviendas, aumentando la temperatura interior y el bienestar de sus habitantes. Pero también convengamos que, a este ritmo, nos demoraremos al menos unos 400 años en lograr que en Chile todas y todos tengamos condiciones de habitabilidad en nuestras viviendas que permitan un consumo de energía reducido en calefacción, y a las familias dejar de pasar frío por motivos económicos o gastar grandes cantidades de dinero en calefacción.
Frente a este tema, el programa del presidente Gabriel Boric es extremadamente novedoso e innovador, pues efectivamente plantea hacerse cargo de esta problemática y comenzar a transformar la realidad de cientos de miles de chilenos y chilenas, acelerando el tranco de manera decidida. Proponía:
«… un programa de inversión pública, para mejorar el confort térmico de las viviendas y edificaciones públicas, con el fin de disminuir el costo de calefacción para los hogares. El objetivo es aislar térmicamente 400.000 viviendas en 100 comunas del país, para una reactivación económica verde y generación de empleos» (Apruebo Dignidad, 2021).
Esto además se plantea en los «53 cambios concretos para un nuevo Chile», que resume las medidas de la actual administración. O sea, se propone que en los cuatro años de su gobierno, se harían cargo de un número cercano al 10% del problema actual. Se ve poco, pero el cambio en términos de políticas públicas es drástico. ¡Hasta aquí, todo muy bien!
Entrado el gobierno en funciones, el Ministerio de Energía en los primeros seis meses preparó su hoja de ruta «Agenda de Energía 2022-2026» [Ministerio de Energía 2022], en lo que sería probablemente la última acción contundente del exministro Claudio Huepe. La sorpresa es grande cuando nos damos cuenta de que la meta del programa de gobierno fue reducida en un 95%. Sí, pasamos de un compromiso de aislar térmicamente 400.000 viviendas a 20.000 viviendas en los 4 años de gobierno… incluso menos de lo que hace el SERVIU.
Con este aporte del Ministerio de Energía, probablemente ya no nos demoraremos cuatro siglos en lograr la meta, sino que solo tres.
Naturalmente, es difícil pensar que se cambiará la agenda de energía recientemente presentada, se retome el compromiso de gobierno y se priorice la eficiencia energética en los hogares. Difícil, pero no imposible. Estaremos expectante a los pasos del nuevo ministro Diego Pardow, quien tiene la oportunidad única de volver a tomar el programa y orientar los esfuerzos para que las y los chilenos consumamos menos energía en nuestras viviendas, ahorrando recursos cada vez más necesarios, aumentando su calidad de vida, y de paso, descontaminando ciudades en el sur. Todo esto, aplicando la medida climática más eficiente de todas: la eficiencia energética.