La importancia del pie

Dicen los expertos que los créditos 100% han sido muy positivos, al permitir que muchas personas que no tienen posibilidades de ahorro puedan acceder a la compra de una vivienda Y que seguirá a futuro siendo una alternativa válida y con una gran demanda.

El tema es que mucha gente con capacidad de ahorro han optado por no dar un pie -o entregar uno muy pequeño- al momento de comprar una vivienda producto del bajo valor del crédito. ¿Tienen algo de razón?

Según los especialistas, hoy conviene hacer un esfuerzo para pagar una parte con ahorros propios. Las razones son dos: por la gran competencia existente a veces se logra negociar mejor el precio de la propiedad si se entrega un buen adelanto y también se reduce el monto total pagado al final del crédito, sobre todo, ahora que están subiendo las tasas.

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por Felipe Álamos Undurraga

Con las atractivas tasas de interés, el pie ha pasado al olvido. Pero de vez en cuando conviene acordarse de él.

Sobre todo en este momento del mercado inmobiliario, que se caracteriza por una gran competencia entre las inmobiliarias por captar a los clientes y por un alza paulatina de las tasas que encarece los créditos.

Según los expertos, un buen pie permite en ocasiones negociar mejor con quien vende la propiedad y, en el caso de los pequeños inversionistas, obtener mejores rentabilidades si se hace un cálculo inteligente. Además, ayuda a reducir el monto total pagado al finalizar el crédito. Porque no es lo mismo pagar a 20 años el 5,0 % anual de 2.000 UF que el 5,0% anual de 1.600 UF. Simple matemática.

Siempre presente

Verónica Salas, jefa de proyectos de Montalva Quindos, dice que contar con un buen pie permite acordar un mejor descuento en la compra de una vivienda. Hay muchas inmobiliarias que están interesadas en captar recursos de inversionistas.

«Y el mejor momento para conversar es cuando el proyecto vende en verde».

Claro que no hay que esperar milagros de estas negociaciones, aclara Alberto Hardessen, director del Magíster en Economía Urbana de la Universidad Mayor. El comprador obtenía mejores ventajas antes de que apareciera la ley de compra en verde, la que obliga a los inmobiliarios a garantizar los pagos hechos con la promesa de compraventa.

En la actualidad, estas empresas deben otorgar una garantía al comprador (boleta bancaria o una póliza) y, por lo tanto, el dinero recibido por concepto de pie queda inmovilizado y no es gravitante hasta la firma de la escritura. Por eso, conviene que sea el comprador quien tome la iniciativa porque, a lo mejor, la inmobiliaria no lo va a hacer.

Agrega el experto que el pie no es una buena herramienta de negociación para bajar la tasa de crédito hipotecario; son otros los parámetros que inciden en su estimación.

Pero en el supuesto de que con un buen pie el comprador no logre grandes ventajas con el vendedor o con el banco, es un factor que conviene tener en cuenta, ya que permite aliviar mucho la carga del dividendo mensual y abaratar el costo final del crédito.

En ese sentido, señala Gabriel Vidal Arangua, director ACOP, lo normal es que se prefiera dar un pie, de modo de adecuar la deuda restante a dividendos que sean cómodos de pagar. Así, en general, lo mejor es conjugar un buen ahorro con un crédito conveniente, pensando siempre en el tipo de negocio que se quiera realizar.

«Si el destino es ocupar la vivienda para habitar, se recomienda calcular cuánto pie se necesita para establecer una cuota acorde con la capacidad mensual de pago. Por otro lado, si el destino es para renta, se aconseja, por lo menos, alinear el canon de arriendo a la cuota del dividendo o leasing», afirma Esteban González, de AGS.

En este escenario, expertos coinciden en que comprar con un buen pie siempre será mejor cuando las tasas están muy altas; pero en caso contrario, este ahorro previo puede resultar incluso indiferente, sobre todo en créditos a 30 o 40 años.

Costo alternativo

Dicen los expertos que quienes compran inmuebles para la renta deben evaluar el pie en relación con el negocio alternativo al cual destinarían estos recursos. Por ejemplo, a veces conviene invertirlos en algún instrumento financiero de mayor rentabilidad, en vez de tenerlos inmovilizados en un activo inmobiliario.

Fuente: El Mercurio Domingo 26 de agosto de 2007

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