Construyendo sueños: experiencias de construcción autogestionadas del Movimiento de Pobladores en Lucha, Santiago de Chile

Carmen Vergara mira el ir y venir de los obreros que levantan el conjunto de viviendas donde vivirá. Vino a conocer el departamento piloto junto a otras integrantes del Movimiento de Pobladores en Lucha (MPL) de Peñalolén. Se pasean por los 57 metros cuadrados de la edificación, ubicada en Av. Las Parcelas, examinando cada detalle de un sueño de cuatro años que no sólo les ha costado sus ahorros sino aprender a organizarse y salir a la calle a pelear.
Agobiada por llevar casi dos décadas como allegada en casa de su madre, Carmen revisa el futuro espacio para ella y cuatro hijos -Evelyn (28), Ricardo (22), Cristián (19) y Camila (15)-. El departamento tiene tres piezas (dos grandes y una más pequeña), baño, cocina, living, comedor y un lavadero. Fue diseñado por los mismos pobladores junto a estudiantes de arquitectura, intentando distribuir espacios y seleccionar materiales que se ajustaran al costo de una vivienda social.
Desde su génesis, iniciada con la búsqueda del terreno, la constitución de una Empresa de Gestión Inmobiliaria (EGI) y la planificación en un área de 7 mil m2 que albergará 120 departamentos, ha sido una nueva experiencia de autogestión para los pobladores de Peñalolén, quienes han aprendido que la organización y la lucha son los motores para conseguir un pedazo del mundo donde vivir.
Carmen Vergara ingresó hace cuatro años al MPL, del que sólo sabía que era el movimiento que protagonizó una toma de terrenos en la precordillera el mismo día en que Michelle Bachelet asumió como presidenta. Luego los veía en televisión, subiéndose en las rejas de las ventanas o metiéndose a la pileta de La Moneda. “Me costó entender esa forma de lucha, pero con el tiempo he ido aprendiendo que en este país sólo así se consiguen las cosas. Si aceptáramos el conducto regular que permite la burocracia, todavía estaríamos sentados esperando respuesta”, confiesa.
Con el tiempo aprendió que el problema habitacional no es sólo un asunto individual, sino que afecta a muchas familias de su comuna. El mismo proceso vivió Juana Amaya, quien hace cuatro años ingresó al MPL. A sus 40 años y con tres hijos -Jonathan (22), Manuel (19) y Sebastián (15)-, “me cansé de estar allegada en casa de mi mamá. Veía pasar los años y pese a que mis hijos ya eran lolos, me pesaba el que no tenía un espacio para dejarles”.

Vieja historia con
jóvenes actores

El MPL recoge la tradición de las tomas de Peñalolén, que se inició hace 38 años cuando a principios de los 70 creció junto a un durazanal la población Lo Hermida. El ímpetu, si bien se sumergió durante la dictadura en acciones de resistencia, emergió a principios de los 90 con la toma de un terreno de Miguel Nazur en Av. José Arrieta. Esta demanda mantuvo en vilo a las autoridades de vivienda de los gobiernos concertacionistas.
Cristóbal Sáez, dirigente del movimiento, recuerda que “al principio aprendimos de otros comités de allegados y empezamos a tomar conciencia de que no es sólo el problema de la vivienda. Para crear un espacio integral había que ampliar la discusión a otras demandas sociales como salud, violencia intrafamiliar y social y educación popular”.
Lo que en un principio fue la necesidad de ocupar un terreno para armar una vivienda, con el tiempo maduró y obligó a los pobladores a plantearse la gestión de sus necesidades. “No aspiramos a mejorar el sistema subsidiario asistencialista que domina la relación entre el Estado y los pobres en Chile, sino que luchamos y nos preparamos para conquistar la administración popular de los fondos fiscales”, sentencia Lautaro Huanca Vallejos, dirigente del MPL. “Partimos tomando terrenos, pero luego de esperar la gestión de la municipalidad o el gobierno, empezamos a hacerla nosotros mismos, a buscar terrenos, medirlos, contactar a los dueños, ofrecerles un precio de compra, agilizar los recursos del Estado y gestionar la transacción”, cuenta Juana Amaya.
En la construcción de sus sueños aportaron no sólo los vecinos más ancianos, que no veían un movimiento con tanta fuerza desde la Unidad Popular. Además se sumaron estudiantes universitarios y ONGs interesadas en este nuevo sujeto popular emergente. Así, trabajaron un tiempo con estudiantes de arquitectura e ingeniería de la Universidad de Chile e investigadores del Centro de Estudios Críticos Urbanos (CECU), quienes los instruyeron en construcción, materiales ecológicos y cuidado ambiental.
Los estudiantes llegaron interesados en desarrollar ideas para generar una habitabilidad más saludable, el cuidado del patrimonio cultural, la gestión y correcta utilización del territorio y la mejor calidad de vida. En Peñalolén se encontraron con pobladores que llevaban tiempo discutiendo esto y de ese encuentro surgieron más ganas de conocerse y compartir experiencias. Francisco Abarca, estudiante de arquitectura que participó durante 2007, comenta: “Para nosotros, la pega está en mejorar las viviendas sociales y cambiar el paradigma de que éstas son de baja calidad, o que no cumplen con estándares mínimos de habitabilidad”.
“La experiencia de los pobladores aporta mucho a lo que queremos hacer como colectivo de arquitectura. Las decisiones sobre los espacios públicos o la gestión de los recursos, para los pobladores, terminan siempre en el problema de si alcanzan las lucas. No se cuestiona qué ni cómo se hace. Se fijan objetivos en la cantidad de viviendas sociales construidas y no en cómo se hicieron y si realmente terminamos haciendo barrios o conjuntos de casas”, agrega Matías Mlynarz, estudiante de arquitectura.
Felipe Morales, geógrafo del CECU, llama la atención respecto a que el MPL “lleva avanzada la discusión de la forma de hacer ciudad. Sobre todo respecto a la integración de viviendas sociales al interior de la ciudad. Nos dimos cuenta que tenían un cuerpo estructurado de conocimientos. Llevaban un trecho avanzado en la forma de hacer urbanismo a través de la organización popular. Con ellos surge un nuevo actor a la hora de pensar lo urbano”.

Buscando un terreno

Según información de la Municipalidad de Peñalolén, hay doce mil familias allegadas, cifra que a juicio de la Cámara Chilena de la Construcción se eleva a 18 mil. El problema es que el boom inmobiliario de los loteos precordilleranos, desde mediados de los 90, hizo que el suelo se encareciera y los hijos de los antiguos habitantes vieran convertirse en villas estilo norteamericano, con casas de más de 2.400 UF, los espacios libres de la falda del cerro o las hectáreas de árboles frutales que recorrían cuando niños.
“La respuesta de las autoridades hace cinco años era que no había más terrenos en Peñalolén para viviendas sociales. Nosotros chocábamos con que la mayoría de los allegados tienen acá su tejido social, familiar y laboral, por lo que las soluciones ofrecidas en Colina o Talagante no resultaban satisfactorias”, comenta Cristóbal Sáez.
En el proceso de lucha se cuentan ya (….)

Fuente: Punto Final, Mauricio Becerra (26-05-2010)

(Este artículo se publicó completo en “Punto Final”, edición Nº 708, 30 de abril, 2010)
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